Estados Unidos y la crisis política argentina.

 

Jorge Bolívar, Jorge Raventos, Pascual Albanese y Jorge Castro despliegan la visión generada en los Estados acerca de la crisis argentina en la Mesa de Análisis de Segundo Centenario, el 4 de septiembre de 2001.
Jorge Bolívar:

En el tema que hemos elegido quisiera mostrar cómo el piso político en el cual sucede este acontecimiento singular es que la forma de salir de la crisis y de proyectar a la Argentina hacia el año 2010 ha surgido, fundamentalmente, más de dirigentes norteamericanos que de dirigentes argentinos. Esto no es algo que nos parezca bien pero está hablando de la carencia de liderazgo sobre todo en el gobierno con relación a un proyecto estratégico de Argentina. Que en el exterior hayan tenido con tal claridad la situación de Argentina en tan poco tiempo está hablando de nosotros: estamos en un mar de contradicciones, en un proceso con una pérdida de gobernabilidad asombrosa y casi no nos podemos ver proyectados en el tiempo.

Tal es así que las preguntas que se nos hacen es cuánto va a durar esto. ¿Cuánto dura esto? Hay una idea de ruptura, ya no del orden constitucional sino del orden mismo de la sociedad argentina. En ese sentido me parece interesante, para complementar lo que van a decir mis compañeros, marcar tres etapas de este proyecto de pensar la Argentina a partir de una de las crisis más hondas que se recuerden en la historia de nuestro país. Este proyecto o proceso tiene tres capítulos muy específicos. Uno inmediato, de cortísimo plazo, que es el "déficit cero", que es la posibilidad que la Argentina ajuste sus gastos y sus ingresos de manera tal que no necesite pedir nuevas posibilidades de endeudamiento. Un segundo plazo, que no es un mediano plazo porque de esto se está hablando para los primeros meses del año que viene, tiene que ver con la negociación consensuada de la deuda. Y un tercer plazo, un poco más largo, tal vez, en su concreción, tiene que ver con el incremento de las exportaciones argentinas. Es evidente que los norteamericanos han tomado plena conciencia que la magnitud de nuestra deuda requiere, en cualquier condición de renegociación que se la haga, de un incremento importante de nuestro comercio exterior para hacer un país sustentable. Es bastante dramático que los norteamericanos hayan pensado en nuestra sustentabilidad, un tema que a nuestros dirigentes políticos prácticamente no se les ocurre o no se les ha ocurrido.

De manera que por primera vez veo aparecer en el horizonte político, después de casi cerca de dos años de gobierno, un proyecto político que es "déficit cero", negociación consensuada de la deuda e incremento de las exportaciones. Es decir, un esqueleto estratégico de inserción en el mundo, además con un socio fundamental que son los Estados Unidos. Lo que sucede es que es un socio difícil porque, a diferencia del Fondo Monetario Internacional, que es siempre el objeto de nuestras críticas políticas, el FMI suele perdonar los desvíos, la falta de cumplimiento de las metas. Esto es parte de casi toda negociación con el Fondo. Estados Unidos se ha jugado por el déficit de Argentina: hoy ha habido un nuevo mensaje del presidente Bush a De la Rúa y a Cavallo felicitándolos por el déficit cero y empujándolos a persistir. Lo que primero surge y quería contarles brevemente desde el punto de vista político es que este proyecto, que si tuviera consenso político le haría dar un salto inmediato a la Argentina, si este esqueleto estratégico tuviera consenso político, sobre todo en el Parlamento, la Argentina daría rápidamente un salto de confianza, tanto en el interior como en el exterior. Pero justamente lo que no se advierte es eso, es decir, lo que nosotros vemos es la dificultad de gobernabilidad que este proyecto implica, la complejidad y la enorme conflictividad de llevarlo adelante. En el panorama político hay más complicaciones y más conflictos que consensos con relación a esta cuestión.

Si hacemos un breve análisis de las próximas elecciones a la luz de la necesidad de gobernabilidad para acompañar este proyecto, nos encontramos que en la mitad del país, Capital, Provincia de Buenos Aires, triunfa la oposición. Ya tenemos un dato fundamental. ¿Triunfa la oposición? ¿Qué quiere decir? En la Capital, el partido gobernante tiene la posibilidad de que el radicalismo gane las elecciones, o salga segundo, pero los que se expresan en el radicalismo están profundamente enfrentados con esta cuestión. Porque el radicalismo, sobre todo el alfonsinismo, está haciendo correr una cosa muy perversa que es tergiversar este hecho estratégico impulsado desde Estados Unidos. ¿Porque ellos qué dicen?: Hay que renegociar la deuda ya, ahora, porque ellos advierten, claro, si renegociamos ahora podemos obtener una rebaja de intereses, el año que viene hay que pagar alrededor de 11.000 millones de dólares de intereses de la deuda, si nosotros logramos una rebaja a 7.000 millones, digamos, prácticamente hemos resuelto casi todo el problema presupuestario. Lo que están obviando es que este es el segundo paso. El primer paso es conseguir el déficit cero: sin el déficit cero, la reprogramación de la deuda es una cesación de pagos. De manera que hay que subrayar que políticamente el partido de gobierno, los líderes del partido de gobierno están apostando desde esta estrategia a un endulzamiento de la cuestión con fines electorales, seguramente, pero es totalmente grave porque en el fondo sale más para impedir la posibilidad de que este proyecto tenga gobernabilidad que para favorecerlo. Es decir, en la Capital, me parece que una fórmula como la de Liendo con Scioli podría expresar un apoyo a esto, lo cierto que no es una fórmula que esté compitiendo para ganar en la Capital. Prácticamente, se ha comprobado que el nombre de Liendo es casi desconocido para el gran público y que es un candidato con un porcentaje de apoyo muy pequeño.

La provincia de Buenos Aires es un caso también muy llamativo. Todo indica que va a ganar Duhalde con amplia diferencia, pero Duhalde no está claramente impulsado a favorecer este esquema estratégico sino que está en la idea de reprogramar la deuda rápidamente, reprogramar la deuda rápidamente es el default, es la cesación de pagos. Eso no es consensuado, lo consensuado es una cosa muy compleja. Es el primer proceso de concentración de una deuda, en el corto, en el mediano, en el largo plazo que se hace en el mundo, es decir, es una experiencia nueva. No estamos ante un suceso sobre el que hay experiencias. Ayer he estado con algunos dirigentes de empresas importantes españolas, que son Repsol-YPF y Telefónica, y ellos advierten que parte del juego que los Estados Unidos piensa para el Fondo Monetario Internacional pasa por las empresas que han ganado buen dinero en la Argentina y que tienen bonos. Son las empresas exitosas las que van a tener que asumir una parte de este proceso de reconversión voluntaria de la deuda, porque además son las que tienen, sobre todo los bancos y las AFJP, más bonos. De manera que en la provincia de Buenos Aires tenemos, con el triunfo del peronismo, una visión también con palos en la rueda en este proyecto, y digamos que el candidato radical es Alfonsín. De manera que el gobierno no tiene ninguna posibilidad de tener una voz que exprese este proyecto estratégico, de esta envergadura internacional y de esta posibilidad para que la Argentina zafe de sus problemas.

Después está el resto del país, donde todo indica que va a haber un triunfo del peronismo. Yo ahí abro una incógnita, es decir, los gobernadores peronistas son muy diferentes y tienen ideas diferentes, han hecho una asociación pero, en realidad, no tienen un grado de coincidencia muy fuerte en problemas de este tipo. Y creo que ellos, como casi todo el país, lo que están tratando fundamentalmente es que el sacrificio de realizar este proyecto no lo tengan que pagar ellos, o lo tengan que pagar en la menor cantidad posible. Con el déficit cero lo que se ha reabierto es una feroz lucha por la distribución del ingreso. Es decir, que la Corte diga: "A mis muchachos no les rebajo el salario", es un dato de redistribución de ingresos y que diga "rebájenselo a otros". Estamos en esa situación en una lucha por la redistribución de ingresos que anticiparía a lo que sucedería si fracasa este proyecto: volveríamos a los peores momentos de la emisión de billetes, donde la lucha por el ingreso era despiadada y que terminó en una hiperinflación.

En el resto del país se puede visualizar el triunfo del peronismo y esto no significa necesariamente un "no". Porque, por ejemplo, tanto De la Sota como Rodríguez Saá han dicho que ellos no quisieran participar directamente en un gobierno de unidad nacional sino más bien establecer con el gobierno políticas de Estado. Allí puede estar una de las claves del futuro, porque si las políticas de Estado aceptan la necesidad que un proyecto estratégico de estas condiciones, como el que nos plantea Estados Unidos, tenga apoyo parlamentario, la situación cambia. Entonces, esta lucecita que encienden algunos gobernadores me parece importante. Por otra parte, los gobernadores en esta lucha por la distribución del ingreso tienen su propio desafío que es la nueva ley de coparticipación federal, donde también hay algunos hombres que ya han asumido la idea de que las provincias tienen que recaudar parte o casi todo de lo que gastan, que es también una revolución política en la Argentina.

Entonces, terminaría con un pequeño quehacer. Considero que, primero, hay que votar con la lógica del proyecto de inserción en el mundo que nos propone Estados Unidos, aunque no sea ganadora. Nosotros estamos en la Capital, yo estoy en la Provincia de Buenos Aires, sé que ahí ese proyecto no va a ser ganador. Igual hay que buscar candidatos que traten de expresar esa lógica aunque no sean ganadores. Y segundo, lo fundamental, hay que tratar de llevar el debate y la lógica política hacia sus verdaderas disyuntivas estratégicas, porque es una esquizofrenia que nosotros tengamos una elección y no podamos votar un proyecto de esta envergadura, que este proyecto no tenga, en la Capital o en la Provincia de Buenos Aires, sus representantes. Esto está demostrando que en nuestro juego político democrático hay una esquizofrenia fundamental. Creo que contribuir a que esto se aclare, para permitir que la gobernabilidad argentina se recupere, es importante. Es decir, que no tengamos la posibilidad de elegir proyectos sino que todos sean más o menos parecidos y en contra del proyecto estratégico es un desatino nacional. Es un destino nacional, por un lado, en el sentido de destino con minúscula, destino impuesto. Es también un desatino y creo que políticamente tenemos que contribuir, en la medida de lo que podamos, a participar de este debate y aclarar esta cuestión de fondo.


Jorge Raventos:

Bolívar ha planteado ya algunos ejes muy interesantes para analizar la situación. Ha planteado el hecho dramático - y de una enorme evidencia - de que hoy estamos discutiendo un proyecto que no ha surgido de las elites políticas argentinas, de las conducciones políticas argentinas, sino que surge desde fuera de ellas: un problema que no encuentra fórmulas de solución si no es con la ayuda del exterior. Esta intervención de ayuda, por distintos motivos que tienen que ver con la discusión ideológica y con el peso de ciertas herencias culturales, es rechazada tanto intrínsecamente - en lo que implica de aceptación de la realidad y de asumir el fin de la era rentística en la Argentina - como por el origen de la ayuda, porque la Argentina tiene una tradición de antinorteamericanismo alimentada por sectores de la intelectualidad (incluyendo en esta categoría, con mucha amplitud, tanto a lo que normalmente se llama intelectuales como al bajo clero del sector: la prensa, ciertas redes de los partidos políticos, particularmente en la ciudad de Buenos Aires). Parafraseando a Federico Engels, podría decirse que el antinorteamericanismo es el nacionalismo o el izquierdismo de los necios.

En relación con este tema de la intervención externa, hace poco estaba leyendo un trabajo muy interesante de un intelectual japonés, que hoy es Director de Asuntos Económicos de su Cancillería, Hiroshi Tanaka, donde él reflexiona sobre la experiencia de su país, la experiencia japonesa moderna que se abre con dos bombas atómicas y con una constitución redactada por el ejército norteamericano de ocupación (circunstancias éstas que a los espíritus que describí antes les darían más de una razón comprensible para el lamento y la queja). Los japoneses no se dedicaron al lamento y la queja sino que partieron del reconocimiento de la realidad y después de la derrota en la guerra, y sacando todas las conclusiones de ese revés, decidieron jugar al juego que se jugaba, en la cancha que estaba demarcada y con las reglas con las que ese juego se jugaba. Y no les fue mal en este trabajo, aunque hoy tienen problemas. Y Tanaka dice: "No nos fue mal, en buena medida gracias a la presión externa". Esta presión externa muchas veces, en virtud de cómo era traducida por la clase política japonesa, le provocó al pueblo japonés frustración y un sentimiento de insatisfacción. Pero lo cierto, señala Tanaka, es que esa presión externa, particularmente de los Estados Unidos, tuvo efectos favorables. El peso de la presión surgía de la realidad. Por un lado, del hecho de que para Japón era muy importante la asociación con Estados Unidos como aliado estratégico en las condiciones de la Guerra Fría. Pero también porque Estados Unidos era mercado fundamental de sus productos, de modo que la amenaza de sanciones comerciales unilaterales eran elementos que efectivamente ejercían influencia sobre la opinión japonesa. Señala Tanaka que esas presiones contribuyeron decididamente a la modernización, reforma e incremento de las capacidades competitivas de Japón, al ir modificando una cantidad de situaciones regulatorias previas. Y Tanaka se lamenta de que, en virtud de la existencia de la Organización Mundial del Comercio - OMC -, la presión comercial norteamericana hoy ya no es tan efectiva, porque la participación en la OMC implica abstenerse de ejercer sanciónes unilaterales. Y lamenta también que el fin de la Guerra Fría haya debilitado las condiciones de presión que ese factor establecía antes.

Esta manera de mirar la presión externa a mí me parece que es una manera constructiva porque, particularmente en el mundo de la globalización, el afuera y el adentro tienen límites difusos. Externo e interno son, en rigor, manifestaciones circunstanciales de flujos de poder que, cuando existe una política nacional, pueden ser canalizados positivamente, en el sentido de la potenciación de una sociedad dada, en el marco de las reglas de la realidad. Es cuando no existe una política, un rumbo nacional, que aquellos flujos se tornan en factores de perturbación, por la impotencia para maniobrar en ellos y volcar sus efectos en un sentido de crecimiento y vigorización.

Bolívar señalaba recién las dificultades del sector político argentino para entender la realidad. Acá se prefiere pensar lo imposible, que es una manifestación de la imposibilidad de pensar la realidad, en cambio de pensar lo posible, es decir, los deseos de la realización argentina en el marco de la sustentabilidad, de la racionalidad, de la realidad de los hechos. Los hechos indican que hoy no podemos contar ni con la vieja rentabilidad natural de las pampas, ni con el mecanismo compensatorio de la inflación, ni con el crédito internacional, de modo que tenemos que ser sustentables. No parece lúcido ejercer el solipsismo, cerrar los ojos y simular que el mundo no existe, irritarse con quienes nos recuerdan la necesidad de una economía sustentable y abierta al mundo. Este es el problema que la Argentina tiene que resolver y, aunque el esfuerzo debe en primer lugar ser nuestro, hoy contamos, condicionada a ese esfuerzo propio, con la posibilidad de que nos ayuden a resolverlo. Y el problema político que se abre ante el país consiste en que no solamente funcionarios o parlamentarios, sino el conjunto de la sociedad argentina, se involucre activamente, no en la aceptación resignada de una presión externa sino en la empresa de realizar su deseo en el marco del más crudo realismo, que es el que necesitamos. Porque si no hay ese crudo realismo no habrá realización de los deseos. Creo que este es un rasgo de la situación actual en la que contamos con una ayuda pero en la que podemos perder nuevamente una oportunidad si no se produce la indispensable reacción interna, si no madura la capacidad de desarrollar el deseo de realización como comunidad apoyado no en slogans o quimeras ideológicas, sino en un programa realista y sugestivo.


Pascual Albanese:

Ustedes, seguramente, nos habrán escuchado, sobre todo los que vienen más a menudo, repetir infinidad de veces, una frase de Perón de su libro "La hora de los pueblos" cuando dice: "La política nacional es hoy una cosa casi de provincias, que hoy en el mundo todo es política internacional que se juega adentro y afuera de los países". No puedo dejar de empezar diciendo eso porque la situación que examinamos hoy, marcada precisamente por una fuerte iniciativa política del gobierno de los Estados Unidos, como han descripto tanto Jorge Bolívar como Jorge Raventos, implica una redefinición muy fuerte de las reglas de juego de la política interior argentina. Esa afirmación de Perón, que tiene ya más de treinta años, adquiere hoy más relevancia que nunca.

Leyendo el otro día el editorial de la revista "Noticias", concuerdo con un párrafo que dice: "La Argentina se ha convertido en protagonista de un experimento internacional inédito. Se decidió en Washington hace veinte días que De la Rúa y Cavallo no podían gobernar más la crisis y que serían reemplazados por los hechos por el CEO de la empresa más exitosa del mundo, es decir, por los Estados Unidos".

Entre las frases de Perón y el editorial de la revista "Noticias", hay una coherente y brillante armonía.

Lo cierto es que, por consecuencia de un acontecimiento externo, que se materializa en este principio de entendimiento entre el gobierno argentino y el Fondo Monetario Internacional, impulsado por la presión que el gobierno norteamericano ejerce sobre el FMI, resulta que empezamos a ser un "caso piloto" para una visión del gobierno republicano norteamericano que tiene en cuenta la reformulación del sistema financiero internacional en cuanto al rediseño de la misión, funciones y sentido de la acción de los organismos multilaterales de crédito, lo cual se conecta directamente con esta perspectiva, no siempre bien interpretada, de una posible, eventual, futura y compleja negociación de la deuda externa argentina.

Es importante que tengamos la idea de que estamos ante un nuevo punto de partida, porque esta nueva política de intervención norteamericana, si vale decirlo así, es inédita. Recuerdo simplemente algunos ejemplos. Hace unos días Bush lo llamó por teléfono a De la Rúa, para manifestarle su "admiración" por la decisión política de la implementación de la política de "déficit cero", llamado en que la "admiración" estaba ligada a una observación estricta del fenómeno. También días pasados, el embajador norteamericano en Argentina, James Walsh, visitó al jefe de gabinete Christian Colombo en la Casa de Gobierno y es entrevistado a la salida por los periodistas sobre el motivo de su visita. Comentó, entonces, que había recibido órdenes precisas para seguir atentamente la implementación de las políticas de "déficit cero" en la Argentina. Días después, por los cables de las agencias de noticias, los argentinos nos enteramos que, en la sede del Departamento del Tesoro norteamericano, que está en Washington, el subsecretario del Tesoro, James Taylor, que estuvo en la Argentina hace un mes, mantuvo durante dos días consecutivos sendas reuniones directas con tenedores de títulos de la deuda externa de la República Argentina. La primera de esas reuniones fue organizada por el Departamento del Tesoro con el J.P. Morgan. La segunda, a través del Deutsche Bank, Banco de Alemania. En ninguna de esas reuniones estuvo presente ningún funcionario del gobierno argentino.

¿Cómo se va dando el proceso interno en los Estados Unidos que desemboca en esta situación que estamos describiendo? Porque, hasta ahora, estamos examinando esto, por así decirlo, "desde acá"; tratemos de mirarlo "desde allá". John Taylor viene a la Argentina hace poco más de un mes, cuando en el gobierno norteamericano se desarrollaba un fuerte debate acerca de qué actitud tomar frente a una crisis que tenía todas las características de una crisis terminal. Quienes recuerden los diarios de aquellos días, recordarán que la discusión en Estados Unidos estaba planteada entre quienes decían que la Argentina estaba perdida y que lo que Estados Unidos tenía que hacer era prever el "efecto contagio" de la cesación de pagos, idea que está vinculada con una acción que fue el desembolso de 15.000 millones de dólares prestados a Brasil por el FMI, previendo que la Argentina se caía en esos días, hasta la idea de un norteamericano que se hizo muy famoso en estos días, que sostiene que Argentina tiene para los Estados Unidos la misma importancia que tiene Pakistán, a lo que agrego que Pakistán tiene mucha importancia, y Uganda, que realmente es irrelevante.

Lo cierto es que cuando se daba ese debate, en el sistema de poder norteamericano, viene al país este funcionario norteamericano, y es a partir de esa visita que el debate en Estados Unidos comienza a tener una resolución en un sentido determinado, que es la determinación de tomar cartas en el asunto. Uno puede conjeturar que en esa decisión política influyen un conjunto de elementos. Uno de ellos es que el "efecto contagio", más allá de que se negara públicamente, existía no sólo desde el punto de vista financiero internacional, donde la Argentina es el 23 % de la deuda de los países emergentes, sino también y fundamentalmente desde el punto de vista político y social, en relación al Cono Sur de América Latina, en tanto y en cuanto la cesación de pagos de Argentina podría estar asociado a una anarquía política que pudiera traer consecuencias más allá de nuestras fronteras.

Desde ese punto de vista, es probable que la concepción política vinculada con seguridad regional en el Cono Sur de América haya tenido que ver con la decisión asumida por el gobierno de Bush. Es cierto que la política norteamericana nunca se explicita en términos de un discurso publicado en los diarios. Hay que analizarla a través de los acontecimientos y los hechos que esos acontecimientos pueden generar. Lo cierto que el tema de la seguridad regional es un componente que hace que el gobierno de Bush haya asumido un compromiso político ante la crisis argentina. Recuerdo que, antes de la visita de Taylor a la Argentina, nos llamó la atención un artículo que apareció en el "Financial Times", que después fue reproducido por "La Nación", cuyo autor era el director del Grupo Zurich, quien tenía una teoría que uno podría considerar, más allá de lo estrambótico de su formulación, muy importante por sus implicancias. Lo que decía era que los argentinos nos estamos equivocando al plantear la negociación de nuestra deuda en el territorio del sistema financiero internacional. Lo que Argentina tenía que hacer era conversar no tanto con Paul O´Neil, sino con Donald Rumsfeld, con el Secretario de Defensa de los Estados Unidos, y que tenía que plantearse la posibilidad de negociar con los Estados Unidos el hecho de instalar en el Cono Sur una base del escudo antimisilístico impulsado por Bush como base central de la nueva política de seguridad norteamericana.

Días después, esta teoría fue replanteada en "La Nación" por Joaquín Morales Solá, que se refiere también a que hay un trabajo interno de un organismo especializado de la Cancillería Argentina, que está explícitamente en contra de esta posibilidad y establece que aceptar esto sería convertirse en un "blanco atómico". Y también habla en esa nota de una consulta informal de Australia al gobierno argentino acerca de que este tema. Hago este análisis para que quede claro que en esta iniciativa política del gobierno norteamericano que estamos examinando hay un componente, que no es económico, es estrictamente político y tiene que ver con una idea vinculada con la seguridad regional en el Cono Sur de América.

Pero hay un segundo elemento, y es que la Argentina le ha tocado en suerte o en desgracia, convertirse en una especie de experiencia piloto de este ensayo de reformulación del sistema financiero internacional y del papel de los organismos multilaterales de crédito que plantea el gobierno republicano de Bush. Ustedes recordarán, la repercusión que tuvo en Argentina y la muy dura respuesta que tuvo de parte del ministro Domingo Cavallo, las declaraciones que hicieron economistas norteamericanos conservadores, que planteaban precisamente la posibilidad de una restructuración más o menos negociada de la deuda externa argentina.

Tengamos en cuenta que esa corriente de economista e intelectuales, llamémosle neoconservadora, con fuerte influencia en la orientación del nuevo gobierno republicano de Bush, ha hecho punta con el caso argentino porque es la crisis financiera de hoy, en relación a una propuesta que está más allá de la situación puntual y específica de la Argentina. Según donde se planteen, hay toda una visión, que es el comienzo de un proceso que tiene una importancia vital pero que está ahora en sus primeros pasos, referida a la vinculación entre capitalismo, riesgo y acreedores externos en el caso del mundo emergente.

Una vez que este conjunto de elementos motiva este vuelco, la decisión política de la administración Bush, como dijo Jorge Bolívar, viene como un esbozo de diagnóstico estratégico hecho desde Estados Unidos en torno a la situación económica y política de la Argentina. Por eso es que en esa visión, la cuestión de la "sustentabilidad" - un término que no estaba en el marco del debate de la economía y política en Argentina, sino que fue introducido desde Washington -, de la estrategia económica a largo plazo fue puesta arriba de la mesa. Entonces, la cuestión del "déficit cero" unida a la cuestión del fuerte incremento de las exportaciones argentinas, necesarias para avanzar en el crecimiento económico, como la negociación de los pagos de la deuda, comenzaron a formar parte de una suerte de programa implícito que tiene hoy por hoy la característica de ser el tema excluyente de la agenda política argentina en el mes de septiembre del año 2001.

Acá está claro que esto recién empieza. Pero también está claro que esto empezó, es decir, estamos en los primeros pasos de algo que ya está en marcha. Luego Zoelick, el responsable de las negociaciones internacionales de comercio del gobierno norteamericano, acaba de plantear en Punta del Este la aceptación del "4+1", las negociaciones entre los países del MerCoSur y los Estados Unidos y, especialmente, la relación entre la Argentina y Estados Unidos; cosa que está vinculada a mediano y largo plazo con el aumento de las exportaciones que la Argentina necesita en este plan de reformulación de sus acciones.

Frente a este panorama, sobresale la existencia de una presencia política fuerte desde Washington y de un "default interno" en la Argentina. Esto surge de lo que señalábamos al principio y coloca otra vez el tema en términos de cuál es la recomposición necesaria del sistema del poder político en la Argentina capaz de asumir la representación del interés nacional en esa negociación indispensable con el gobierno republicano de Bush y, a partir de allí, avanzar sí en superación de la crisis. Desde ese punto de vista, estamos ante una nueva fase.


Jorge Castro:

Le toca a la Argentina ser el caso testigo de una reformulación del sistema financiero internacional por iniciativa de los Estados Unidos. En realidad, se trata de una reformulación todavía más amplia de parte del gobierno norteamericano de la totalidad de los planos y dimensiones del sistema de poder mundial. Esto que sucede con la Argentina tiene un significado similar a lo que sucedió con Grecia en 1947, cuando el embajador británico le informa al presidente Truman que el gobierno de Londres no está en condiciones financieras, ni políticas ni militares de continuar respaldando la causa monárquica en la guerra civil griega y que la desaparición o el retiro de la ayuda británica implicaba el triunfo inexorable de las guerrillas comunistas en la guerra civil que se desarrollaba en ese país del Mediterráneo. La caída de las reservas y la imposibilidad de financiar la presencia británica no dejaba otra alternativa más que aceptar la derrota de las fuerzas pro occidentales y, por lo tanto, el triunfo de la guerrilla comunista vinculada con la Unión Soviética. O, por el contrario, se necesitaba que los Estados Unidos se hicieran cargo del papel que hasta ese momento había jugado Gran Bretaña en la guerra civil griega y asumiera responsabilidades, nada menos que en una guerra civil del teatro europeo, lo que implicaba una revisión implícita que había que tomar, en una decisión de la noche a la mañana, de la totalidad de las presunciones de la presencia norteamericana en el mundo, que excluía por definición hasta ese momento que los Estados Unidos tuviera intervención en los conflictos internos de los países europeos.

Esto fue lo que hizo Truman, es la "Doctrina Truman", es el comienzo de la Guerra Fría. De ahí va a surgir el Plan Marshall y la constitución de la OTAN. De ahí va a surgir la intervención decidida de los Estados Unidos en la reconstrucción europea y, al mismo tiempo, la creación del instrumento estratégico militar que va a desarrollarse como expresión fundamental de la doctrina de la contención, que en definitiva a lo largo de cuarenta años va a llevar una presión sostenida frente a cualquier intento de expansión soviético, en la presunción de que en algún momento el intento de sobreexigencia que tenía el régimen soviético para enfrentar este continua freno norteamericano a sus intentos de expansión iban a provocar un colapso del aparato interno político-económico soviético hasta provocar, probablemente, algún día, su crisis final, su desaparición.

Esto fue lo que sucedió entre 1989-91, cuarenta años después. Pero todo empezó con Grecia en 1947.

Las imágenes históricas tienen el inconveniente de ser demasiado opresivas a veces y, por lo tanto, pueden implicar demasiado con respecto al caso que está en análisis hoy. Pero si lo que ha ocurrido en las últimas dos semanas, luego de este proceso de deliberación interno del gobierno republicano en Washington, en contra de la opinión de los países europeos, porque la nueva ayuda del FMI contó con la resistencia de Francia, de Alemania y de Gran Bretaña. Fue sólo la decisión política de orden estratégico del gobierno republicano lo que le dio a la Argentina una alternativa frente al abismo. Y esta decisión se tomó teniendo en cuenta una visión distinta del sistema de poder mundial. Porque esto que ha ocurrido con la Argentina es la reformulación en el caso de un país emergente en relación al sistema financiero internacional y a su mediación con los organismos financieros internacionales, que es el caso del FMI y el Banco Mundial. No es otra cosa más que una expresión de una nueva relación que establece el gobierno republicano entre los Estados Unidos y el sistema de poder mundial.

Desde el 20 de enero de este año, en que los republicanos se hacen cargo del Poder Ejecutivo, en los Estados Unidos han derogado y anunciado la derogación de cinco tratados internacionales y están en revisión otros seis más, donde la posibilidad de su derogación es prácticamente un hecho. Entre esos tratados ya derogados, o cuya derogación ha sido anunciada, se encuentra, por ejemplo, el acuerdo sobre cambio climático de Kyoto, el régimen de armas livianas, el sistema de armas bacteriológicas y el sistema de antimisiles, el tratado ABM de 1972, considerado hasta este momento una de las bases fundamentales del sistema de seguridad internacional, firmado entonces con la Unión Soviética y, por lo tanto, esto implica su derogación frente a su heredera institucional actual que es Rusia.

Estas revisiones de fondo de los sistemas institucionales del poder mundial que está realizando los Estados Unidos están directamente vinculadas a lo que el nuevo consenso norteamericano que expresa el gobierno republicano, y del que participan la corriente que representa en el Partido Demócrata el ex presidente Bill Clinton, entiende que es la estructura básica del poder mundial. Porque lo que está en juego es una visión de parte de los Estados Unidos, donde el poder en el sistema mundial no está ya definido en términos de supremacía norteamericana, esto es, del mayor poder de los Estados Unidos frente a otros poderes, sino que la preocupación del nuevo gobierno republicano está centrada en determinar cúales son las reglas de juego, esto es, los códigos de funcionamiento de un sistema que, por su propia naturaleza, adquiere características de sociedad mundial.

Dicho de otra manera: el gobierno norteamericano del presidente George Bush rechaza toda suposición de que el poder esté en nuestra época fundado en el superior poderío de los Estados Unidos frente al poderío de otros países. Le preocupa exclusivamente establecer las reglas de juego de las distintas dimensiones del sistema mundial, en la presunción de que lo que está en marcha no es una situación en la que existe una serie de potencias encabezadas por una superpotencia, sino que en realidad lo que está en marcha es un sistema mundial con una serie de dimensiones donde el eje del poder es el código de funcionamiento de cada una de estas dimensiones.

Dentro de este sistema mundial, la apreciación de seguridad siempre debe ser tomada de una manera restringida, porque nunca el sistema mundial puede ser reducido exclusivamente a su condicionamiento de seguridad. Pero ciertamente esa apreciación de carácter restringido que tiene el análisis del sistema específico de seguridad es lo más revelador para ver cúal es la visión de conjunto que tiene un determinado poder o una cierta nación. ¿Cúal es la visión de seguridad de los Estados Unidos, tal como es formulada en su sistema de decisiones por el nuevo gobierno republicano?

Según revela la doctrina estratégica que tiene en elaboración el Departamento de Defensa, en el encargo que le ha realizado específicamente el presidente Bush para tenerlo completado este año a su Secretario Donald Rumfeld, de lo que ya se conoce es que una de sus manifestaciones es la creación de un sistema de misiles antimisiles que implica un cambio radical, drástico, en la percepción de seguridad norteamericana. Se podría formular de la siguiente manera: la nueva doctrina estratégica norteamericana no considera que exista dentro de los países que integran el sistema mundial ningún adversario, ni actual ni potencial. Lo único que acepta y designa como adversario son aquellos estados que por su no participación en el sistema mundial y su conducta irresponsable pueden ser considerados como países "parias", ajenos a la lógica de funcionamiento de una sociedad mundial. Por eso es que este nuevo sistema de seguridad que impulsa los Estados Unidos, a través de un sistema de misiles antimisiles, no tienen frente ya la aparición de un adversario actual o potencial entre ninguna de las grandes potencias de nuestra época. No lo es Rusia, no lo es China, no lo es ninguno de los veintitrés países que poseen armas misilísticas o armas nucleares, químicas o bateriológicas. Solamente están designados como adversarios, y la percepción de cuál es el enemigo es la principal lectura de las características de un sistema de seguridad, aquellos países que son considerados "parias", en el sentido de no pertenecer al sistema mundial y actuar con una conducta irresponsable. Irak, Irán, Afganistán, Corea del Norte, Sudán, alguno más. El resultado de esta visión estratégica, según la cual Estados Unidos no tiene frente a sí adversarios actuales ni potenciales y, por lo tanto, desarrolla una visión estratégica que no tiene más enemigo que estos estados "parias", lo lleva a desplazar el eje de su preocupación estratégica desde Europa hacia el Asia Pacífico. La razón fundamental por la que los Estados Unidos cambia el eje de su preocupación estratégica central de la balanza europea hacia el Asia Pacífico es porque en el Asia Pacífico no existe ningún sistema de seguridad capaz de ejercer algún tipo de autorregulación y, por lo tanto, lo que existe es exclusivamente un sistema de equilibrio de poder, en el cual la presencia norteamericana en la región es el instrumento fundamental.

Y allí lo que aparece es su vinculación con un país que tiene una doble característica. Este país es la República Popular China, con sus 1.260 millones de habitantes, el mayor superávit comercial del mundo con los Estados Unidos y que este año, por impulso y previo acuerdo con los Estados Unidos, ingresa, en noviembre, en el encuentro de Qatar, a la Organización Mundial del Comercio. La característica que tiene la República Popular China es que, aún sin haber ingresado a la OMC, ya está atrayendo la mayor masa de la inversión extranjera directa de tipo industrial que reciben el conjunto de los países emergentes y que, en los últimos cinco años, la Inversión Extranjera Directa que recibió la República Popular China supera, y en este momento es casi el doble, la suma de la inversión extranjera directa que recibe el resto de los países del Asia Pacífico, excluyendo a Japón.

Frente a China, la nueva visión estratégica norteamericana tiene, por un lado, la consideración de que China es uno de los socios comerciales más importantes de los Estados Unidos en términos de comercio internacional y de Inversión Extranjera Directa y, por eso, incentiva e impulsa primordialmente su ingreso a las reglas de juego del funcionamiento del capitalismo globalizado, a través del único sistema institucional que ha surgido en la etapa de la globalización del capitalismo, que es la Organización Mundial del Comercio. Pero, al mismo tiempo, considera a la República Popular China, así como es un socio estratégico fundamental en el campo de la globalización, en el terreno geopolítico lo considera como un adversario estratégico. Considerarlo un adversario estratégico no implica que sea un enemigo. Implica que el peso de China en el sistema internacional, sobre todo en el plano regional Asia Pacífico en donde no existe ningún sistema de seguridad de carácter autoregulatorio, es de una magnitud tal que su simple despliegue le presenta al equilibrio de poder de esta región crucial un desafío a todos sus componentes fundamentales, el más importante de los cuales son los Estados Unidos. Y, por lo tanto, lo que han decidido los Estados Unidos, al trasladar el eje de la balanza estratégica mundial de Europa al Asia Pacífico, es crear un sistema de seguridad estratégico militar en la región que le genere a la República Popular China un sistema de incentivos por el cual le resulte cada vez más favorable su ingreso y participación plena en el proceso de globalización del sistema capitalista y le resulte cada vez más costoso el despliegue de su ambición geopolítica con implicancias estratégicas, incluso de orden militar.

Por eso es que, como se lo ha planteado el presidente George Bush al canciller chino, el hecho de que China y los Estados Unidos, por lo menos ésta es la pretensión norteamericana de acuerdo a su nueva visión estratégica, sean socios comerciales de primera línea y, al mismo tiempo, contrincantes en el sentido del aspecto estratégico geopolítico no es un elemento que perjudique las relaciones entre los dos países sino que, en realidad, es el instrumento para que esas relaciones se profundicen cada vez más. Porque al considerar a China un aliado comercial fundamental y un adversario geopolítico de igual importancia crea un sistema de incentivos, que hace de este país - extraordinario protagonista fundamental del proceso de globalización, el otro ganador de la globalización junto con los Estados Unidos - tenga cada vez más incentivos para profundizar su participación responsable y activa en la globalización del sistema capitalista mundial y encuentre cada vez más dificultades y desincentivos para todo aquello que implique presencia y rivalidad en el terreno geopolítico y estratégico.

Si se pudiera formular con un título esta nueva visión estratégica, cosa que la cultura norteamericana no va a hacer nunca, pero si Raymond Aaron viviera es probable que dijera que lo que está ocurriendo es que Estados Unidos abandona, en el sentido de que deja atrás, la visión del mundo de la "república imperial" y asume crecientemente la actitud de una sociedad mundial que tiene estructura pero no tiene centro y que, por lo tanto, no considera a ninguna de las comunidades, países, regiones de esta sociedad mundial como un adversario, porque ningún imperio sin centro considera adversarios a aquéllos que participan de esta sociedad mundial, dentro de la cual lo económico, lo tecnológico, lo financiero esencialmente norteamericano es el piso estructural del conjunto.

Dentro de esta visión de seguridad, hay un paso de la "república imperial" al "imperio". En la "república imperial" de la década del 70, donde era el país que ejercía la condición de superpotencia mundial enfrentada en la Guerra Fría con la otra superpotencia mundial y, por lo tanto, tenía sentido considerar las nociones de supremacía y de hegemonía en lo que se refiriera a la visión del mundo. Las visiones, las categorías de hegemonía y de supremacía pierden relevancia en esta nueva visión estratégica norteamericana, en la medida que está desarrollando una visión que ya no es más la de la "república imperial" sino la del "imperio".

Dentro de esta nueva visión del poder mundial que está en marcha es que aparece la reformulación del mundo emergente con el sistema financiero internacional y con los organismos financieros internacionales de crédito, FMI, Banco Mundial. Sobre esto, lo que hay que advertir es, ante todo, una información: ninguna decisión de orden estratégico de largo plazo puede surgir y ejecutarse en los Estados Unidos fuera del marco del consenso. El sistema norteamericano no es un sistema destinado a actuar en la política mundial, sino al contrario. Es un sistema destinado a salvaguardar las libertades individuales y, para eso, crear un sistema de equilibrios y contraequilibrios que tornan prácticamente imposible una política mundial sostenida de largo plazo, salvo que surja de un profundo consenso interno.

El sistema político norteamericano es la única de las democracias avanzadas en donde no existe división de poderes. En otros países hay división de poderes. En Estados Unidos lo que hay son tres poderes o tres cuerpos políticos que luchan por el poder: el Ejecutivo, el Congreso, la Corte Suprema. Por lo tanto, no tienen ningún otro límite más que la del juego interno de equilibrio de fuerzas, que hace que la tendencia sea la de la impotencia en el terreno de acción, salvo consenso sobre la ubicación de los Estados Unidos en el mundo. Así fue la Primera y Segunda Guerra Mundial, así fue la Guerra Fría. Lo que está ocurriendo ahora, pasados diez años desde el fin de la Guerra Fría, es que probablemente está terminando o ha terminado la post Guerra Fría norteamericana y esto, a su vez, plantea el surgimiento de un nuevo consenso en donde está la corriente principal de los republicanos más la corriente demócrata del ex presidente Bill Clinton, que fue aquélla que entendió que las dos presidencias de Reagan en la década del 80 no eran simplemente gobiernos exitosos, sino que tenían un significado semejante, en términos históricos, a lo que habían sido los gobiernos de Franklin Delano Roosevelt de la década del 30 y de la Segunda Guerra Mundial, en el sentido de que iniciaban una nueva época histórica y donde la posibilidad que tenía el partido que en su momento fuera de oposición, los republicanos frente al "New Deal" de Franklin Delano Roosevelt o los demócratas después de la revolución reganeana, es que para triunfar se veían obligados a asumir como propio la premisa de la nueva época histórica que emergía, con Roosevelt primero y con Reagan después.

Por eso es que, en realidad, lo que hay detrás del pensamiento de Alan Meltzer y de Charles Calomiris es un debate de orden interno, en donde la discusión fundamental se da en relación a qué sucede con los países emergentes y el sistema financiero internacional en los últimos siete años a partir de la crisis provocada por la devaluación mexicana del 20 de diciembre de 1994. Lo que ha ocurrido desde entonces no es que hay una serie sucesiva de crisis de los países emergentes sino lo que parece estar ocurriendo es que hay una sola situación permanente de crisis de los países emergentes, desde México en adelante, que alcanza picos de profundidad en su manifestación crítica cada año y medio o dos años desde entonces. México en 1995, el Sudeste Asiático en julio-agosto de 1997, la moratoria bilateral o el "default" ruso de agosto de 1998, la devaluación forzada de Brasil de enero de 1999 y, desde el último trimestre del año 2000, plenamente en el año 2001, le toca el turno a la Argentina, a Turquía y ahora también a Brasil.

Lo que parece estar ocurriendo, según esta visión que en el fondo es la de un nuevo consenso, como se manifiesta en el hecho de que el Fondo Monetario Internacional ha sido intervenido por el gobierno del presidente Bush a través de la remoción del máximo funcionario de ese organismo, que es Stanley Fischer, y su sucesión por una de las integrantes que expresa el nuevo consenso, que es Ann Krueger, es la idea que los países emergentes tienen todos, sin excepción, una dificultad o dificultades de orden estructural para integrarse al proceso de globalización, sobre todo en la dimensión estratégica fundamental que es la globalización financiera. Y lo que aparece, además, es que esta serie sucesiva de crisis lo que muestra es, ante todo, crisis que se manifiestan como crisis de gobernabilidad en el terreno político, pero que surgen sistemáticamente una vez que se ha perdido el control de las variables fiscales o monetarias. Por eso es que se ha llegado a un consenso donde lo que aparece es que la ayuda dada por los organismos financieros internacionales a los países emergentes en los últimos seis años no ha impedido las crisis de carácter periódico, sino que, en realidad, ha sido un elemento que ha contribuido a que estas crisis se desataran o que, habiéndose desatado, se profundizaran.

En este sentido, lo que hay que prever es que esta nueva visión del sistema de poder mundial de los Estados Unidos va a intensificar los conflictos en todos aquellas dimensiones multilaterales del sistema de poder mundial. Por lo tanto, si esto que hemos visto o analizamos se aproxima a la realidad de los hechos, o no está demasiado alejado de ellos, lo que hay que prever es un próximo y gran conflicto entre los Estados Unidos y la Unión Europea en el terreno comercial, en el terreno de las reglas de juego de una sociedad mundial. Y, al mismo tiempo, como precisamente esto implica una crisis sostenida de los sistemas multilaterales de negociación, lo que hay que prever es una profundización de la regionalización en el terreno comercial y económico de parte de los Estados Unidos.

Esto es lo que lleva a que el gobierno republicano, después de una difícil discusión interna, haya tomado la decisión estratégica de ayudar a la Argentina, cuando el resto del sistema internacional, esto es, las grandes potencias europeas, habían decidido que la Argentina no ofrecía más posibilidades.

De ahí este programa que analizaron Raventos, Bolívar y Albanese, en el sentido de una triple dimensión para la Argentina, entendida como país testigo de una reformulación de la relación entre los países emergentes y el sistema financiero internacional. Esto surge, con respecto a la Argentina, en la medida que hay una decisión de carácter político-estratégico de una envergadura semejante a la que tomó Truman en 1947 con respecto a Grecia.

Y esto tiene tres componentes que son: la política del "déficit cero" como condición para una ayuda internacional y son los 5.000 millones de dólares. Lo segundo, lo nuevo que es una política no realizada por la Argentina, que no tiene credibilidad alguna para realizarlo frente al sistema financiero internacional, tendiente a tornar sostenible en el mediano y largo plazo las características y estructura de la deuda pública argentina. Esto último es responsabilidad directa de los Estados Unidos, tal como ha venido ocurriendo en las reuniones realizadas en Washington con los inversores institucionales de mayor importancia del mundo por el Departamento del Tesoro norteamericano, sin presencia de funcionarios argentinos. El tercero es la comprensión de que, en el mediano y largo plazo, la capacidad de pago de una deuda depende del plan de negocios y del crecimiento económico efectivo que un país determinado tenga. Por lo tanto, se le ofrece a la Argentina el inicio de negociaciones para realizar lo antes posible un acuerdo de libre comercio, ya no en el marco del ALCA de tipo multilateral, sino directamente con los Estados Unidos utilizando una fórmula ya existente que es el "cuatro más uno".

A partir de esta reformulación del sistema de poder mundial de parte de los Estados Unidos con respecto a la Argentina, el problema fundamental que se presenta para la Argentina, y también para los Estados Unidos, es la gobernabilidad que existe en el país. Esto es, cuánto poder político efectivo hay para tomar decisiones críticas y hacerlas cumplir por el sistema de decisiones argentino. A partir de esta decisión de orden estratégico de parte del gobierno norteamericano, la pregunta es cuánto poder político hay en la Argentina para estar a la altura de las responsabilidades que imponen las circunstancias.
Agenda Estratégica , 04/09/2001

 

 

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