PERONISMO, ESTADOS UNIDOS Y GOBERNABILIDAD.

 


Pascual Albanese examina la evolución de las relaciones entre la Argentina y los Estados Unidos y su correlación con la situación política nacional.
No puede existir demasiada discusión acerca de que la superación de la crisis y la consolidación de gobernabilidad democrática de la Argentina dependen de la resolución de una ecuación cuyos dos términos fundamentales son la reconstrucción de un fuerte poder político, un requisito que en las actuales circunstancias no puede sino basarse en la reunificación del peronismo, transitoriamente erigido en la única fuerza política con aptitud de gobierno, y en una rápida reinserción internacional del país, que demanda en primer término una sólida relación con los Estados Unidos, convertido virtualmente en país-eje del actual sistema de poder mundial.

Después de las declaraciones formuladas en Nueva York por el subsecretario de Asuntos Latinoamericanos del Departamento de Estado, Roger Noriega, tampoco parece requerir demasiado esfuerzo de análisis la afirmación de que las relaciones entre el gobierno argentino y la administración de Washington atraviesan actualmente por su peor momento desde la restauración democrática de 1983, o - más específicamente - desde la finalización de la guerra de Malvinas en junio de 1982.

A la hora de profundizar sobre las causas de esta situación, conviene empezar recordando que hace apenas cuatro meses, en septiembre del año pasado, el gobierno estadounidense desempeñó un rol decisivo en la probación del "acuerdo corto" establecido entre la Argentina y el Fondo Monetario Internacional. En esa ocasión, sin la activa presión política ejercida por Washington, ni el directorio ni el "staff" técnico del FMI hubieran homologado un convenio que evitó el default con los organismos multilaterales de crédito. De no haber mediado la aprobación de ese acuerdo, la Argentina hubiera profundizado hasta límites impensables su estado de aislamiento externo.

En aquella oportunidad, Estados Unidos privilegió la relación política con la Argentina, sobre la premisa de que la nueva administración requería todavía un tiempo de consolidación, también definido como de "construcción de poder", que coincidía con el abigarrado cronograma electoral en curso y que culminaba el pasado 10 de diciembre.

Mientras esto ocurría, el gobierno argentino asumió tres iniciativas que contradecían abiertamente a la estrategia de Washington en América Latina. La primera fue la visita a Cuba del canciller Rafael Bielsa y su negativa a recibir en la Habana a los familiares de los presos políticos del régimen de Fidel Castro. La segunda fue la suspensión de los ejercicios militares conjuntos Aguila 3, que iban a tener lugar en Mendoza. La tercera fue la publicitada reunión en Santa Cruz de la Sierra entre el presidente Néstor Kirchner y el líder cocalero boliviano Evo Morales, gestionada a través del dirigente piquetero Luis D' Elía.

Es probable que el gobierno argentino no haya tomado suficientemente en cuenta algunas advertencias diplomáticas que precedieron a la tajante admonición de Noriega. Hace un mes, en la entrevista que mantuvieron en Washington el Ministro de Defensa, José Pampuro, con su colega estadounidense, Donald Rumsfeld, el anfitrión recordó al funcionario argentino que los acuerdos económicos tenían que ir "de la mano" de los acuerdos políticos.

El actual corto circuito se produce en un momento particularmente delicado para la Argentina. Coincide con la aparición de nuevas desavenencias con el FMI y con un visible endurecimiento en el trámite de la renegociación de la deuda pública. En ambos casos, es importante lo que la Casa Blanca haga o deje de hacer.

Hay encima dos factores que exigirán apresurar ciertas definiciones. En primer lugar, la situación boliviana, que para Washington constituye la segunda prioridad regional en materia de seguridad, después de Colombia, presenta presenta síntomas de empeoramiento, lo que en algun momento no muy lejano exigirá definiciones de la Argentina. En segundo término, en abril volverá a debatirse el caso de Cuba en la Comisión de Derecho Humanos de las Naciones Unidas. En un año electoral en Estados Unidos, los republicanos consideran a la comunidad cubana de Miami como un elemento significativo para lograr la reelección de George W. Bush.

Es más que obvio que el interés nacional de la Argentina demanda encarar ya mismo una negociación política exitosa con Estados Unidos. Esa negociación es incompatible con la estrategia "transversal" de alianza política con los sectores de izquierda, cuya casi única razón de ser (a falta de cualquier otro proyecto alternativo) es el antinorteamericanismo militante. De allí que un acuerdo con Washington sólo podrá sustentarse en el tiempo mediante una modificación del sistema de alianzas políticas del gobierno, que sólo es viable a partir de una recomposición política en el seno del peronismo, que tendrá que poner nuevamente a prueba su clásico sentido de la "realpolitik" para transformar, otra vez, el desafío en oportunidad.
Pascual Albanese , 07/01/2004

 

 

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