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PERSPECTIVAS DE LA ARGENTINA EN EL NUEVO CONTEXTO MUNDIAL . |
Texto de la exposiciòn realizada por Pascual Albanese en la última reunión mensual del centro de reflexión para la acción política Segundo Centenario, que tuvo lugar en el Hotel Rochester el pasado martes 7 de octubre .
Viene de
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Un poco siguiendo el hilo de lo que planteaba Jorge Raventos, si hubiera que caracterizar lo que denominamos el nuevo contexto mundial a los efectos que nos preocupan hoy, habría que hablar de un proceso de integración del planeta y de que ese proceso de integración planetaria se desarrolla simultánea y paralelamente en una doble dimensión. la integración económica y la integración política, esta última disparada a partir de los atentados terroristas del 11 de septiembre, en tanto y en cuanto esa dimensión política tiene como punto de partida la discusión sobre la conformación de un sistema de seguridad global .
El eje, entonces, del nuevo contexto mundial es este proceso de integración acelerada en esta doble dimensión económico-política, de la integración económica, por un lado, del despliegue de la seguridad global, por el otro. Esto es lo que marca la conexión y la desconexión de cada uno de los países de la Tierra con este proceso de carácter global.
La Argentina en la década del 90 desarrolló un fuerte proceso de vinculación con el mundo, precisamente en estas dos dimensiones a las que estamos refiriéndonos, tanto en el tema económico como en el tema de la vinculación estratégica con los Estados Unidos. De alguna forma se puede decir que esa década marcó una instancia privilegiada de reconexión entre la Argentina y un sistema mundial que se estaba reconfigurando aceleradamente a partir de estos fenómenos que citaba antes Raventos.
Ese proceso de vinculación con el mundo tiene un corte traumático y abrupto en diciembre del 2001, que va en línea con el colapso del gobierno de la Alianza, con la estampida bancaria , con el default de la deuda pública y, por último, con la devaluación monetaria. Todo esto, producido en apenas 30 días, marca el cierre de esa etapa y el comienzo de un nuevo período que hoy estamos transitando y que está signado por lo contrario a la integración y la conexión, que es la desconexión entre la Argentina y ese sistema mundial.
En las últimas semanas, hubo por fin un acuerdo entre la Argentina y el FMI. Cuando en enero del 2002, se completa este trípode que conformaron la estampida bancaria, el default y la devaluación monetaria, con lo cual se cierra el ciclo de desvinculación entre la Argentina y el sistema mundial, la opinión generalizada del contexto internacional, particularmente el llamada “Grupo de los 7”, era que la Argentina para poder encarar su reinserción internacional requería un paso fundamental que era un acuerdo con el FMI. De alguna forma podemos decir que la historia de las sucesivas negociaciones acercamientos y alejamientos entre la Argentina y el Fondo a partir de esa presunción de enero de 2002 marca el contexto general de cómo es la vinculación entre la Argentina y el sistema mundial en los últimos 20 meses. Esto pasó durante todo el año 2002, desde un país que buscaba afanosamente un acuerdo con el Fondo, hasta un microacuerdo concertado en enero de este año con el gobierno de transición que encabezaba Eduardo Duhalde, que vencía precisamente en septiembre pasado y forzaba esta renovación que acaba de producirse.
La particularidad que tiene empero este acuerdo es que, como en enero del año pasado, tampoco resuelve el fondo de la cuestión, que es la forma de revinculación entre la Argentina y el sistema económico internacional. Este acuerdo tuvo la característica de tropezar con la reticencia del “staff” técnico del Fondo, con la marcada oposición de varios países del “Grupo de los 7” , especialmente europeos, y solamente fue posible a partir de un muy fuerte respaldo político del gobierno de los Estados Unidos, cuya voluntad política ayudó a torcer la resistencia de los técnicos del Fondo y en el Directorio del FMI.
En esta fuerte voluntad política del gobierno norteamericano, inciden varios factores, pero uno de ellos, que excede a la Argentina, es la opinión de la corriente neoconservadora hegemónica dentro del Partido Republicano y en el gobierno de George W. Bush acerca de que los acreedores internacionales de los países emergentes tienen que hacerse cargo de la parte de responsabilidad que les hubiere correspondido en la crisis de la deuda del país correspondiente. Esta visión ha jugado un papel importantísimo en la decisión del gobierno norteamericano de forzar el acuerdo entre la Argentina y el FMI, que es un acuerdo corto, un acuerdo de doce meses de alguna manera disfrazado, en términos externos, de un acuerdo de tres años.
En esos escasos de doce meses hay una lista de compromisos por cumplir , pero en realidad lo que se puede decir es que el acuerdo firmado es mucho más importante por lo que evita, que por lo que consigue . Es decir que la Argentina evita caer en default con los organismos multilaterales de crédito, lo que hubiera sido una dramática profundización de su desvinculación con el sistema mundial, pero no avanza sensiblemente en el sentido de su revinculación con el sistema financiero mundial.
Cuál es el punto que queda pendiente ? Nada más y nada menos que la renegociación de la deuda pública argentina. Porque la diferencia entre una prórroga de doce meses y un acuerdo de tres años, como fue el que se empezó de negociar , y se dejó de negociar por considerarse políticamente imposible, era que un acuerdo de tres años otorgaba un horizonte de mayor previsibilidad para la economía argentina, que actuaba como un incentivo para una mejor renegociación de la deuda pública. En cambio, este acuerdo de doce meses en realidad es virtualmente lo contrario, es un “impasse” de doce meses que lleva a una negociación nuevamente con el FMI a mediados del año que viene, “ad referéndum” de que para entonces la Argentina haya logrado encarar exitosamente la renegociación del default.
Mientras tanto, en el corto plazo, esto es lo que resta de este año y el año que viene, la economía argentina sigue funcionando con “un rebote técnico”, como dicen los economistas, que comenzó con el llamado “veranito económico” a mediados del año pasado. Sin ninguna duda, este proceso está basado en el comienzo de un leve incremento de las exportaciones, producido mucho más por el aumento del valor de las exportaciones que por el volumen de las mismas, y en un incipiente proceso de sustitución de importaciones, que determina que la Argentina este año crezca un 6%, algunos llegan a decir un 7%, y que haya una previsión para el año que viene que algunos llegan a decir del 4% de crecimimiento, quepara otros puede ser del 5%.
Para ubicar esto en perspectiva, habría que indicar que la Argentina acaba de caer en su producto bruto interno en el año 2002 en un 4,5 % , en un 4% en el 2001, 0,5% en el año 2000 y en otro 4% en 1999. Esto quiere decir que este 6-7% del año 2002, y la previsión del crecimiento del 4-5% para el año 2003, se da contra una caída del producto bruto interno de aproximadamente el 20% en los últimos cuatro años. Es importante señalar que si uno midiera esta recuperación económica en términos internacionales, y la comparara con las recuperaciones económicas que han tenido del año 1997 para acá los países que han tenido grandes crisis, empezando con los países del Sudeste Asiático, como el caso de Indonesia, Tailandia , Corea del Sur, etc., cabe decir que la recuperación de la economía argentina es la más leve de las que se han producido en los países con grandes crisis en los últimos cinco años. Tomando un promedio de los países que han tenido estas situaciones, esta recuperación equivaldría al 90% de lo que había sido la caída del producto. En el caso de la Argentina, a cifras de septiembre de este año, alcanza al 38% de la caída del producto que se había producido entre el 98 y el 2002.
De todas maneras, esto permite “ir tirando”, con una característica, que es la de un proceso de reactivación importante que se produce virtualmente sin inversión productiva. La inversión en la Argentina este año es del 12 al 13 % del producto bruto interno. El año pasado fue del 11% del producto bruto interno. Para entender lo que esto significa, hay que tener en cuenta que en la Argentina para mantener el stock de capital es necesario que la inversión bruta no baje del 15% del producto bruto interno. Por debajo de ese porcentaje, no hay inversión reproductiva, sino que hay desinversión neta, que es lo que viene ocurriendo en la Argentina desde el año pasado y continúa sucediendo en la actualidad.
Esto implica que este proceso de reactivación económica de está siendo desarrollado por la utilización intensiva de la capacidad ociosa del aparato productivo, capacidad ociosa posible gracias precisamente al proceso de inversiones en el proceso productivo desarrollado en la década del 90. De alguna forma se puede decir que este proceso de reactivación económica que estamos presenciando a partir de mediados del año 2002 puede ser el resultado de la correcta utilización de la “joyas de la abuela”, en el sentido de ese proceso de inversión productiva desarrollado en el período previo a la caída. Esta brecha que los economistas llaman “output gap”, que vendría a ser la diferencia entre el producto bruto real y el producto bruto potencial, hasta donde se puede llegar con este stock de capital , es lo que permite que la Argentina tenga todavía una cierta chance de reactivación económica en los próximos doce o catorce meses, partir de lo cual si no hay inversión reproductiva habrá nuevamente recesión.
En este contexto es que la Argentina tiene por delante el tema de la reestructuración de la deuda, que son unos meses críticos que han empezado con la reunión de Dubai , donde el ministro Roberto Lavagna ha planteado esta propuesta que contempla la quita del 75% del capital, aunque no haya sido ajustada en sus detalles.
Esta iniciativa se da en un contexto en que el presidente Néstor Kirchner tuvo que suspender un viaje oficial a Italia y Alemania para evitar la posibilidad del embargo judicial del avión “Tango 01”, acentuado por la visita, la semana pasada, del ministro Lavagna a Nueva York, para conversar con los estudios jurídicos encargados de la defensa judicial de la Argentina contra las múltiples demandas que se están tramitando en los Tribunales de Nueva York. Esto es, estamos en el peor momento de la política de reestructuración de la deuda externa en la Argentina. Por lo menos en sus primeras semanas, es más una política de defensa judicial que de negociación con los acreedores, que por otra parte han empezado ha formular contrapropuestas que son virtualmente incompatibles con el diseño de la propuesta argentina. Por qué son incompatibles ? Porque la propuesta del gobierno argentino es la que permitiría contentarse con un superávit fiscal del 4,5% en el año 2004 y 2005, en el caso de que fuera aceptada y se pudiera pagar. Cualquier otra cosa implicaría superávit fiscales mucho más elevados que los que actualmente el gobierno argentino está dispuesto a aceptar en una negociación, y mucho más elevados que el 3% que es lo que está pactado con el FMI para los próximos doce meses.
Desde este punto de vista, la ubicación de la Argentina en el contexto mundial en el terreno específico del proceso de integración económica es que ésta tiene que pasar necesariamente por la culminación exitosa de esa reestructuración de la deuda, que todavía hoy está en pañales Hay una segunda dimensión que tiene también que ver con este proceso de integración mundial y que ha adquirido en los últimos años mucha importancia , que es el tema de la integración política fundada en la cuestión de la seguridad.
Y en este punto hay que poner la atención en la anunciada suspensión de los ejercicios militares conjuntos de los países del MERCOSUR, más Chile , más Estados Unidos, que tendrían que haber tenido lugar a fines de este mes de octubre en Mendoza. Porque esta decisión, que en realidad es producto de un fracaso político del gobierno argentino, que empezó planteando ante el Congreso la inmunidad legal para las tropas norteamericanas, tal cual lo planteaba el gobierno de los Estados Unidos, para ir atrás a partir de un reclamo formulado públicamente en la Casa de Gobierno por la señora Hebe de Bonafini, genera como consecuencia que la Argentina ha dado un paso atrás importante en su mecanismo de cooperación militar con los Estados Unidos.
Conviene señalar que Estados Unidos ya suspendió la ayuda militar a 35 países del mundo que no aceptaron otorgar esta inmunidad a las tropas norteamericanas y que la Argentina está expresamente exceptuada de esa suspensión de ayuda, dado que la Argentina es aliado extra OTAN de los Estados Unidos, consagrada como tal en el año 1997, durante el gobierno de Carlos Menem.
Hago mención a esto dado que, así como la Argentina tiene chance de reconversión de su economía en los próximos doce meses gracias a la inversiones realizadas en la década del 90, en términos de la vinculación con los Estados Unidos en lo que hace al tema de seguridad global, la Argentina tiene todavía chances gracias a su condición de aliada extra OTAN, como quedó consagrado en la década pasada.
Pero hay un elemento más en esta cuestión que tiene que ver la integración de la Argentina en el sistema de seguridad global y es que toda la problemática que está planteada actualmente en relación a la reapertura de los juicios contra militares por la violación a los derechos humanos perpetrada en el período 1976-1983 funciona inequívocamente como un elemento de tensión que repercute negativamente en el funcionamiento de la organización argentina y su sistema de defensa, con el agravante de que esto está unido al intento de reformulación de una política de defensa nacional centrada en presupuestos anacrónicos, propios más de la década del 40 que del siglo XXI, que centran toda la defensa de la Argentina en el tema territorial, en el sentido clásico del término, y de alguna forma excluyen la participación activa y el protagonismo internacional de la Argentina en la lucha contra el terrorismo transnacional y el narcotráfico, tal cual está planteada en la agenda de la seguridad global de hoy.
Estas son las luces y las sombras de la ubicación actual de la Argentina en el nuevo contexto mundial. Es un proceso en marcha, lanzadamente acelerado, que va a tener definiciones inequívocas en los próximos meses y con seguridad en el próximo año. No hay que ser adivino para pensar que estamos ante un proceso que nos va a llevar, en un plazo no demasiado largo, a un viraje estratégico o a un nuevo golpe contra al pared.
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Pascual Albanese , 21/10/2003 |
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