BOLIVIA: CUANDO LAS BARBAS DE TU VECINO....

 


Pascual Albanese explica por qué lo ocurrido en Bolivia habrá de incidir muy directamente sobre la Argentina.
Más allá de las simplificaciones ideológicas que pretenden interpretar la caída de Gonzalo Sánchez de Lozada con categorías de análisis tan genéricas que podrían haberse aplicado con igual propiedad hace 220 años para explicar las causas de la sublevación de Tupac Amaru, lo ocurrido en Bolivia está llamado a tener una incidencia directa en el Cono Sur en general y, en particular, en la política argentina.

Porque la novedad, en este caso específico, no reside en las consecuencias políticas del incremento de la marginalidad, en la exclusión de las grandes mayorías indígenas, en la extensión y la belicosidad alcanzadas por las protestas sociales ni en la virulencia del nacionalismo antichileno que se remonta a la guerra del Pacífico de 1879, datos históricos permanentes de la realidad boliviana, aunque algunos parecen ahora haberlos descubierto como si fueran una noticia de último momento.

Bolivia tiene una historia extraordinariamente rica en rebeliones triunfantes. En 1946, el presidente Gualberto Villarroel, un mayor del Ejército de origen nacionalista, sospechado de mantener vínculos con Perón y aliado al Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) de Víctor Paz Estenssoro, fue destituído y colgado de un farol frente a la sede gubernamental por una sublevación cívico-militar, en la que confluyeron estudiantes izquierdistas con la vieja oligarquía del estaño, estigmatizada como la “Rosca”. En 1952, vino la revancha: un levantamiento minero y campesino, encabezado por el MNR, derrotó al Ejército y entronizó en la presidencia a Paz Estenssoro, quien terminó con el poder de los barones del estaño, implementó una amplia reforma agraria y decretó la nacionalización de los yacimientos minerales. Paradójicamente, también fueron el MNR y Paz Estenssoro quienes en 1985, de regreso de su antiguo estatismo, volvieron a privatizar la minería boliviana. El Ministro de Economía de ese tercer mandato de Paz Estenssoro fue precisamente “Goni” Sánchez de Lozada, un multimillonario educado en Estados Unidos que luego desempeñó la primera magistratura entre 1993 y 1997.

Lo verdaderamente nuevo de lo sucedido en Bolivia no es entonces el estallido de violencia social que dio por tierra con un gobierno casi recién instalado, sino el hecho cierto de que en esta oportunidad la profunda crisis de gobernabilidad amenaza con colocar al país del Altiplano en la crecientemente extensa y preocupante lista de los “estados fallidos”, cuyas falencias provocan riesgos de seguridad tanto dentro como fuera de sus fronteras.

Es altamente improbable que Carlos Mesa, un periodista independiente que secundara a Sánchez de Lozada en la fórmula presidencial, esté en condiciones de ejercer efectivamente y de manera continuada el poder político democrático. La fragmentación de Bolivia no es sólo política y social. Es también étnica y geográfica. Los acontecimientos de estos días pusieron de relieve todas esas disparidades. Ni siquiera los “cocaleros “, mayoritariamente de orígen guaraní, liderados por Evo Morales, máximo dirigente del Movimiento Al Socialismo (MAS), pudieron articular una propuesta programática común con el movimiento indigenista aymará, acaudillado por Felipe Quispe, con quien compartía las movilizaciones contra Sánchez de Lozada.

Mientras tanto, Santa Cruz de la Sierra, un islote de prosperidad en un país pauperizado, permanecía absolutamente al margen de los sucesos, cada vez más cerca de Brasil que del resto de sus compatriotas. Crecen entonces aceleradamente las tendencias hacia la desintegración del poder político. Y el Estado Boliviano ya no controla el territorio nacional.

No hace falta demasiada perspicacia para entrever que detrás de las comprensibles reivindicaciones de los “cocaleros” que lidera Morales está la mano de las redes del narcotráfico, que encuentran ahora una oportunidad inédita para consolidar su poder territorial en una nueva “zona liberada”, de modo de crear una segunda Colombia en un país con una amplísima superficie consagrada al cultivo de la coca, que carece de salida al mar pero que sí tiene fronteras con cinco países sudamericanos: Chile, Perú, Brasil, Paraguay y la Argentina.

Este explosivo “cocktail” constituido por la convergencia política entre distintos sectores de la ultraizquierda boliviana (una parte de ella tradicionalmente vinculada con Sendero Luminoso en Perú y con grupos similares de la Argentina, impulsores de las actuales organizaciones piqueteras), el movimiento indigenista y los "cocaleros" coloca otra vez a Bolivia en una etapa de ingobernabilidad. Sería ingenuo ignorar el potencial efecto expansivo que, a muy corto plazo, presenta esta situación sobre el norte argentino, en especial en Salta y Jujuy. En este punto de inflexión, conviene recordar aquello de que es mejor prevenir que curar.
Pascual Albanese , 21/10/2003

 

 

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