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Argentina, punto límite . |
Texto de la exposición de Pascual Albanese en la reunión mensual del centro de reflexión política Segundo Centenario, llevada a cabo el día 5 de Agosto de 2003, en el Hotel Rochester.
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"Argentina, punto límite", obviamente remite a determinada noción o especificación sobre la naturaleza de los límites. Y no digo que esa noción sea arbitraria , pero en alguna medida tiene bastante elasticidad. En particular, trataríamos de referirnos a la noción de límite interpretada como la conexión entre la Argentina y el sistema mundial, que como todos sabemos fue fuertemente golpeada por el colapso del gobierno de la Alianza y la crisis financiera , el default y la devaluación, que nos ubicaron en una situación de la cual la Argentina no ha salido y a la cual evidentemente este gobierno está obligado a la respuesta.
Días pasados, leí en la portada del diario La Nación la preocupación que tenía la Cancillería argentina, y las febriles gestiones realizadas frente al Ministerio de Economía, para lograr que el país se pusiera al día con la abultada deuda que tiene con la Organización de las Naciones Unidas, hasta el punto que estuviera en peligro el ejercicio de los derechos de la Argentina como miembro pleno de la ONU. Cito esto como un ejemplo extremo y por supuesto a resolver en muy pocos días, habida cuenta de que el Presiente Kirchner tiene que hablar ante la Asamblea General de la ONU el mes que viene en New York. Pero marca, tal vez por el absurdo, cuál es la gravedad de la desvinculación existente entre la Argentina y el sistema mundial desde el colapso del gobierno de la Alianza hasta hoy.
Es en este contexto que vuelve a ocupar un lugar privilegiado en la agenda pública la discusión entre el gobierno argentino y el FMI, con una fecha tope, que es la del 9 de septiembre, debido a los abultados e inminentes vencimientos que la Argentina tiene que afrontar ante el Fondo Monetario Internacional y ante los demás organismos multilaterales de crédito. Esta recurrencia en la agenda pública de la negociación con el FMI es un tema que este año no fue probablemente demasiado meneado, pero que si fue la historia cotidiana de la discusión pública de la Argentina durante los dos años del gobierno de la Alianza y buena parte del gobierno de transición de Eduardo Duhalde.
Esta recurrencia tiene que ver con algo que uno puede llamar la expresión económico- política de la ley de gravedad. Es la ley de gravedad la que establece que un objeto lanzado al aire en algún momento tiene que aterrizar. Y en realidad, desde el colapso del gobierno de la Alianza, la crisis financiera, el default y la devaluación de enero de 2002, puede decirse que la Argentina arrojó su economía al aire y ahora estamos viendo como esa economía vuelve a aterrizar, en términos metafóricos y, por qué no, también en términos reales, porque está asociada a esta idea de "veranito" primero, despegue y reactivación después, con el que estuvo rodeado todo este proceso de los últimos meses.
La economía argentina, entonces,. en el marco de esta negociación con el FMI, está obligada a aterrizar. Por lo tanto, está obligada a ajustar sus cinturones de seguridad, para poder materializar un aterrizaje que va a ser difícil y muy arduo. Ya había antecedentes de que este aterrizaje era inexorable y, por supuesto, cada vez más próximo. Ya todos conocemos las diferentes interpretaciones "post veranito" sobre el denominado amesetamiento de la actividad económica, sobre la tendencia declinante de esa incipiente sustitución de importaciones que acompañó la devaluación y que permitió determinados niveles de actividad de lo largo de la segunda mitad del año pasado y de lo que va de este año. Y a todo esto, que se ha llamado también un "rebote técnico", que hace que el producto bruto interno de este año vaya a ser probablemente un 5% superior al del año pasado que, es bueno aclararlo, fue de un 11% inferior al del año 2001, que fue a su vez 4 % inferior al año 2000, que fue a su vez 0,4% inferior al de 1999, que había sido un 4 % inferior al de 1998....
Quiere decir que estamos ante una recuperación , si aquí vale el término, que medida en ingreso per cápita nos lleva a muchos años atrás. Este proceso de amesetamiento de lo que fue el "veranito", que se basó en la sustitución de importaciones y en la utilización de la capacidad instalada de la economía argentina, esto es, en las inversiones de la década del 90, por que no hubo inversiones posteriores (apenas un poquito durante el primer trimestre del año 2000 , casi nada en el segundo año de la Alianza e inversión negativa en términos reales en los que va del año pasado a lo que va de este año) .
Este contexto que es la economía argentina después de estos veinte meses de desvinculación internacional , a partir nuevamente de un nuevo ensayo de negociación con el FMI , nos permite también ubicarnos, desde el punto de vista del contexto de la relación Argentina-mundo, en una situación paradójicamente parecida a la de los tres primeros meses del gobierno de transición encabezado por Eduardo Duhalde, cuando el consenso internacional expresado a través del Grupo de los 7 le indicaba al gobierno argentino que el paso hacia la normalización del sistema financiero argentino con el sistema financiero mundial requería una negociación directa de la Argentina con el FMI .
Pasados veinte meses, y después de la gira que el Presidente Kirchner realizara por Europa y los Estados Unidos , se puede decir que el mensaje recogido, más allá de las formas , es exactamente el mismo que recogió Duhalde en los primeros meses de su gobierno. Y, hoy por hoy , queda abierta esta instancia bilateral con el FMI que, en función de un consenso internacional expresado básicamente en el Grupo de los 7, es la condición de posibilidad de revinculación de la Argentina con el sistema financiero internacional.
Por eso es que en esta historia circular nos encontramos con "deberes" pendientes del gobierno de transición, que estaban planteados en el año 2002 y que han sido postergados sistemáticamente a la espera de un cambio de gobierno, con la particularidad de que es el mismo Ministro de Economía, Roberto Lavagna, quien postergó aquello que ahora tiene que afrontar.
Básicamente, son tres puntos absolutamente insoslayables , y bastante caros en términos económicos y financieros. En primer lugar, el tema de la denominada pesificación asimétrica y la compensación por ese esquema al sistema financiero depende todavía de un demoradísimo un fallo de la Corte Suprema de Justicia sobre la dolarización de los depósitos bancarios, para poder tener una idea precisa de la magnitud y el impacto fiscal de esa compensación.
En segundo lugar, la cuestión muy llevada y traída esta semana, sobre todo después de la visita del Ministro de Energía de Francia, sobre la cuestión de las tarifas de los servicios públicos , tema sobre el cual hay juicios ya iniciados, ante el Tribunal Arbitral que depende del Banco Mundial, por parte de importante concesionarias de servicios públicos, por un valor que ya asciende a U$S17.000 millones.
Y en tercer lugar, y este tema es el más serio por su volumen, la cuestión de la deuda pública pendiente en default, tema que ha generado también juicios en diferentes partes, pero que en realidad no tiene que ver tanto con una cuestión de litigio judicial , sino con una cuestión de que ésta es la posibilidad de que la Argentina pueda volver otra vez al circuito financiero internacional, convertirse en sujeto de crédito y estar nuevamente habilitada para desarrollar una estrategia de crecimiento.
Estos tres puntos centrales, que eran previos al cambio de gobierno y que ahora se instalan nuevamente con mucha mayor intensidad, no son requerimientos del FMI. Son las condiciones en las que la economía argentina está plantada a la hora de comenzar una negociación con el FMI. Por lo tanto, sean o no un requerimiento del FMI, es una necesidad que demanda una respuesta política y económica concreta por parte de las autoridades argentinas.
Porque el FMI, en realidad, cuando se refiere a estos tres temas, con ese léxico maravilloso de los organismos internacionales y de la diplomacia internacional , habla más que todo de la seguridad jurídica, del respeto a los contratos, de la "santidad" de los contratos y, dicho así , algunos pueden pensar que se refiere a nada que tenga valor pecuniario concreto. Pero precisamente la noción de seguridad jurídica y de respeto a los contratos está específicamente incluida en la referencia al tema de la pesificación asimétrica, al tema del congelamiento de las tarifas de los servicios públicos y naturalmente al tema del default de la deuda pública argentina.
Es decir que únicamente con decir seguridad jurídica en el comienzo de la negociación entre la Argentina y el FMI está planteada esta triple cuestión que la economía argentina arrastra como problema desde enero de 2002. Inmediatamente después cae esta cuestión que, hoy por hoy, es dominante en los títulos periodísticos , que es el superávit fiscal y que obviamente también tiene una enorme importancia, en tanto y en cuanto, ese superávit fiscal y su monto tengan que ver con la posibilidad de cumplir de alguna forma con los acreedores de la deuda pública argentina. La discusión de si el superávit fiscal argentino es del 2,5%, como planteó al principio el gobierno, o si el superávit fiscal argentino tiene que ser del 4,5% como está haciendo Lula en Brasil.
Después de la cuestión de la seguridad jurídica, después de la discusión sobre el porcentaje del superávit fiscal primario, viene todo lo que ya hemos leído sobre la reforma del sistema tributario, el sistema de coparticipación federal y, muy especialmente, la reforma tendiente a la normalización del sistema financiero argentino, con especial énfasis en la reforma de la banca pública, condición también indispensable para que la economía argentina vuelva a crecer, si se tiene en cuenta que un país sin crédito es imposible que crezca.
Este contexto en el cual está planteada esta negociación que recién comienza, pero que al mismo tiempo tiene plazos absolutamente perentorios, casi dramáticos entre el gobierno argentino y el FMI, inevitablemente nos remite a lo que dijo antes nuestro amigo Raventos sobre en qué contexto político está inscripta esta negociación que desarrolla el gobierno de Néstor Kirchner.
Porque la estrategia de alianza con los denominados sectores "progresistas" y de izquierda, articulada con una política sistemática de confrontación con diferentes sectores de la sociedad, es virtualmente lo contrario de la necesidad de restablecimiento de la confianza en el presente y en el futuro de la Argentina que demanda cualquier negociación internacional orientada hacia la vinculación de la Argentina con el sistema mundial.
Solamente una estrategia volcada hacia la búsqueda de la unidad nacional , a la integración de la Argentina hacia adentro, a la pacificación del país, puede generar esas condiciones de confianza, tanto internas como externas, que faciliten el desarrollo de una negociación exitosa entre la Argentina y el FMI, entre la Argentina y los acreedores externos y, en términos más generales, entre la Argentina y el sistema mundial.
Por eso que acá nos encontramos con otro límite y es que hay una contradicción. Este gobierno va a tener que afrontar y va a tener que resolver entre una necesidad objetiva de avanzar hacia la reinserción del país en el sistema económico mundial, por un lado, y esta estrategia de confrontación política que, llevado a su paroxismo, implica la demonización sistemática de la década del 90 y con ella de las reformas estructurales pendientes que tiene que implementar para avanzar en esa vinculación con el sistema mundial. Y esa contradicción entre esta necesidad de vinculación internacional de la Argentina y esta estrategia de confrontación política desarrollada hasta ahora por el gobierno de Néstor Kirchner es lo que va a tener que dilucidarse, para bien o para mal, en los próximos sesenta días .
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Pascual Albanese , 25/08/2003 |
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