Gustos caros .

 


Jorge Raventos analiza la evolución de la situación política en vísperas del encuentro en la Casa Blanca entre el presidente Néstor Kirchner y el mandatario norteamericano George W. Bush.
Hasta haber cruzado el río, no insultes a los cocodrilos
Proverbio africano (registrado por Adolfo Bioy Casares en Descanso de Caminantes )


El presidente Kirchner y su esposa retornaron de Europa satisfechos por lo que allá habían dicho y hecho, pero perplejos y algo inquietos por la convocatoria del titular de Casa Blanca, que los obliga a volar a Washington esta semana.

El entorno íntimo del santacruceño insistió en pintar la anticipada visita a Estados Unidos como “un corolario de la exitosa gira europea”. Experimentados diplomáticos coincidieron sólo parcialmente con ese juicio: según ellos, la tournée de los Kirchhner por el viejo continente es un motor principal de la precipitación del próximo encuentro con George W.. Bush, pero no en virtud de ningún presunto éxito, sino más bien de ciertos zafarranchos inquietantes. “Así no se invita a un jefe de Estado -juzgó por su parte el senador radical y aliancista Rodolfo Terragno-. Es como mandarle una cédula de citación”. Un hombre de la Cancillería resumía el sábado a La Nación: “Es como una citación bajo apercibimiento, una reacción directa a la gira de Kirchner por Europa”.

Los éxitos que vio la prensa

Si se juzga por la mayoría de las crónicas de los periodistas invitados que el Presidente trasladó en el Tango 01, la versión oficial parece atinada: Kirchner atravesó Inglaterra, Bélgica, Alemania, Francia y España cosechando apoyos de todos los gobiernos y hasta consiguió una mueca simpática de Tony Blair (Clarín: “Blair sonrió”) cuando aludió a la soberanía argentina sobre Malvinas.

En rigor, Kirchner inició su gira participando en la Cumbre de gobernantes adictos a la llamada tercera vía, un intento impulsado por Blair (y en su momento por Bill Clinton) para dotar a las corrientes progresistas del hemisferio norte de una concepción superadora del viejo reformismo estatista de la socialdemocracia, capaz de hacerse cargo del fenómeno estructural de la globalización y de asumir las responsabilidades y los cambios determinados por una era nueva de integración mundial. El comunicado final del Foro plantea la necesidad de “estimular mercados abiertos y competitivos” y desarrollar “el rigor en el gasto público y las políticas monetarias sensatas” así como “una escalada” en la “acción efectiva” en defensa de la seguridad mundial frente al terrorismo y las nuevas amenazas, constituidas por redes ilegales y actores no estatales.

“Tendrán que bancársela”

Aunque esos asuntos se encuentran en una sintonía lejana a sus aficiones habituales, Kirchner aparentemente suscribió el documento. A partir de allí se dedicó a presentar los números que más le apasionan. En cada una de las escalas de su gira se dedicó a predicar contra “las culpas” del Fondo Monetario Internacional, la principal de las cuales habría sido “pasear triunfalmente” a Carlos Menem y mostrar la economía de los años 90 como un modelo. No es improbable que, más allá del tono, el contenido mismo de esas denuncias haya sorprendido a muchos. ¿No había sido ese Menem demonizado por el presidente argentino un ex presidente del mismo país, legítimamente electo en dos oportunidades con el 45 y el 51 por ciento de los votos? ¿Desde cuándo los gobernantes de una nación se dedican en el exterior a denostar a sus antecesores democráticos -para colmo ni siquiera antecesores inmediatos-, y a atacar con ese argumento a los organismos multiterales de crédito? Una situación bizarra, por cierto.

Como para subrayar que está dispuesto a cobrar esa curiosa deuda a todos aquellos a los que considera cómplices poderosos de la década del 90, Kirchner dejó plantada en París a la plana mayor del empresariado francés y maltrató en Madrid a los líderes de las mayores compañías españolas.

“Néstor Kirchner reprochó a los empresarios españoles haberse beneficiado de la política económica de Carlos Menem”, sintetizó el diario El País, y agregó en su crónica que “más o menos estupefactos” aquéllos le escucharon decir que “como en las décadas anteriores apoyaron ese sistema, ahora tienen que bancarse [aguantarse] las consecuencias”. El santacruceño se dio inclusive el gusto de cuestionar retrospectivamente la decisión de las empresas españolas de invertir en la Argentina, poniéndose personalmente como modelo inverso: “¿Quién los asesoró a ustedes? -preguntó- Porque cuando Repsol compró Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), ese dinero, 600 millones de dólares, yo, como gobernador de la provincia de Santa Cruz, lo saqué fuera del país”.

Siempre según la narración de El País, “uno de los participantes describió la intervención del presidente como la del argentino típico que todos conocemos. Otro comentó: Lo peor es que hemos salido con una gran tensión y sin perspectivas ni compromisos concretos". Kirchner, quien también se dio el gusto de pedir a sus interlocutores que no fueran hipócritas, remató afirmando que “la Argentina tiene un futuro con o sin su ayuda”. Unos días antes de la visita a Madrid del presidente argentino, el pensador francés Alain Touraine, un hombre de izquierda por otra parte, había advertido en una columna de opinión del diario El País: “Hay que desconfiar, en todos los países y en especial en la Argentina, de la vuelta de las ideologías que se creen revolucionarias y no hacen sino ocultar la impotencia para convertirse en actores de su propia Historia”.

Una propuesta imposible de rehusar

Fue en España, un día después de su entretenida reunión con los empresarios locales, que Kirchner se enteró de que tenía una cita en Washington el próximo miércoles.

Antes de eso, el secretario del Tesoro de Estados Unidos y el vocero del Fondo Monetario Internacional opinaron públicamente que Argentina podría estar en condiciones de alcanzar el necesario acuerdo con el FMI en septiembre. Buen indicio: hay disposición para la ayuda necesaria. Lógicamente, se necesitan dos para bailar el tango. Las señales desde Washington están dando un mensaje: todo depende de Argentina. Es decir, del gobierno de Néstor Kirchner.

El beneficio del acuerdo y la capacidad del gobierno de Estados Unidos de cooperar para su concreción es un tema implícito en las próximas conversaciones de los dos presidentes. Hay temas que estarán explícitamente en la agenda. Por ejemplo, ¿mantiene Argentina su condición de amistoso aliado de Estados Unidos o está jugando otro juego? ¿Asumirá Buenos Aires responsabilidades regionales y globales en la lucha contra el terrorismo y las “nuevas amenazas” mentadas en el Foro de Londres? ¿Tiene o n o interés Argentina en la construcción y puesta en marcha del ALCA? ¿ Cree el gobierno de Kirchner en los mercados abiertos y las reglas de funcionamiento del capitalismo? ¿Está dispuesto a garantizar la seguridad jurídica de inversores y acreedores? ¿Está dispuesto a encarar las reformas económicas pendientes?

Las respuestas a esas preguntas son meditadas ahora en la Casa Rosada. Es probable que un análisis realista del viaje a Europa contribuya a calcular el precio de ciertos gustos ideológicos y a mejorar la puntería, en beneficio del país.

Un ataque similar al ensayado por el santacruceño en Europa contra las reformas y las políticas de la década del 90 puede conducir a choques más sonoros que los ocurridos en Madrid, destinados quizás a obtener titulares cordiales de los medios amigos, pero desencaminados del objetivo que la Argentina requiere.

Por caso, el Comité Bicameral del Congreso de Estados Unidos viene de publicar un extenso estudio sobre la crisis argentina en el que se sostiene que “entre las explicaciones de la crisis que han alcanzado alguna popularidad, están aquéllas que culpan a la corrupción, la falla de las políticas orientadas al mercado, la convertibilidad, la sobrevaluación del peso, el debilitamiento de la disciplina presupuestaria a nivel nacional y provincial. Todas esas argumentaciones centran la responsabilidad de la crisis en las políticas originadas a mediados de los 90 o antes. Todas fallan al tratar de explicar los hechos clave”. En ese trabajo se señala que no puede haber una política consistente hacia delante si es equivocado el diagnóstico de la crisis. Precisamente es una política consistente lo que tanto el Fondo como las autoridades económicas estadounidenses vienen formulando como requisito para que Argentina ayude a que la ayuden.

¿Y por casa?

No todas las tribulaciones derivan del exterior, algunas son locales. El viaje de la semana última coincidió con tironéos tempranos en el gabinete, provocados por uno de los efectos del decreto de aumento de salarios y jubilaciones. El índice de variación salarial, ahora abruptamente elevado, rige para indexar las deudas hipotecarias. Así, esas obligaciones escalarían a lo largo del año y se produciría un efecto similar al de la mal recordada circular 1050. Una línea del gobierno propuso suspender la aplicación del índice, otra preservar la norma y respetar la seguridad jurídica. La solución final quedó -como es de estilo- en manos de Kirchner.

El otro frente se insinuó en el seno del peronismo, que a través de la Comisión de Acción Política que preside el jujeño Eduardo Fellner y del mismísimo benefactor electoral de Néstor Kirchner, Eduardo Duhalde, da pruebas de resistir la política presidencial de acumular fuerza propia fuera del justicialismo. Duhalde viajó a Misiones para respaldar la candidatura peronista de Ramón Puerta, enfrentada a la del actual gobernador, Carlos Rovira, que cuenta con el apoyo explícito de la Casa Rosada. Puerta -imputado de menemismo por Kirchner y Rovira- lleva el sello del PJ y el gobernador corre con un agrupamiento propio que fracasó en conseguir una alianza con el radicalismo misionero y que piensa afrontar las internas simultáneas y obligatorias del próximo domingo con una urna simbólica, porque teme que una magra movilización electoral en su favor sea comparada con la masiva concurre ncia que Puerta seguramente conseguirá. Ni Puerta, ni la CAP ni Duhalde quieren presentar el caso como un choque con Kirchner, esgrimen un lenguaje diplomático y se declaran amigos y aliados del Presidente. Pero el idioma de los hechos los pone en lugares distintos: el peronismo no quiere rifar su fuerza orgánica en la lotería de cartones del progresismo que impulsa el santacruceño.

Otro dolor de cabeza, que por ahora Kirchner trata reprocesar en silencio. Su ministro de Defensa, el duhaldista Pampero, le ha informado que la atmósfera en las fuerzas armadas está muy cargada. El jefe de la Armada, contralmirante Jorge Godoy, tuvo que aplicar sanciones a marinos retirados que discuten la declinación oficial del principio de territorialidad judicial, que derivaría en eventuales extradiciones de oficiales de las Fuerzas Armadas. Godoy también tuvo que viajar a Puerto Belgrano a explicar la situación a un inquieto grupo de oficiales.

Por su parte, el jefe del Ejército también tuvo que aplicar una sanción, pero la preocupación que atraviesa el arma no se tradujo en diálogos como los que Godoy está en condiciones de mantener en la suya.

Kirchner, a través del canciller Rafael Bielsa, ha prometido “novedades” sobre el tema de las extradiciones pero, en rigor, ha puesto el tema por el momento en el freezer.

Muchos gustos quedan ahora postergados, al menos hasta después de la cita en la Casa Blanca.
Jorge Raventos , 23/07/2003

 

 

Inicio Arriba