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La vigencia del pensamiento estratégico de Perón . |
Texto de la exposición de Pascual Albanese en la reunión del centro de reflexión política Segundo Centenario de mes de Julio de 2003, llevada a cabo el día 1° de Julio de 2003, en el Hotel Rochester .
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A pesar de que hoy es 1° de julio, la idea básica de esta exposición no es la de una efemérides. El propósito que nos anima es sacar a Perón del bronce para situarlo en el aquí y ahora de la Argentina y del mundo. Rastrear en el pensamiento de Perón ciertas claves fundamentales que nos ayuden a entender la nueva época histórica que nos toca vivir.
Uno de los problemas principales que afronta hoy el debate público es el divorcio existente entre el pensamiento político y la realidad histórica. El pensamiento político, en sus distintas vertientes, ha quedado atrás en la dinámica de esta realidad. Por eso, en esta realidad de cambios vertiginosos que señalan el surgimiento , por primera vez en la historia del hombre , de una verdadera sociedad mundial, su tarea reside en elaborar las categorías de análisis capaces de dar cuenta de lo que sucede hoy a escala planetaria.
El fin de la Guerra Fría y la desintegración de la Unión Soviética , acompañados por la universalización de la economía de mercado y la globalización del sistema productivo mundial, marcaron el colapso definitivo del marxismo como ideología predominante de la época.
Ni el liberalismo ni el neoliberalismo constituyen, en un sentido estricto, un pensamiento político. Ambos son una ética individual y una crítica a la política fundada en la defensa de las libertades del individuo, pero sin una teoría y una práctica de la construcción del poder, que es tema ajeno a sus preocupaciones . La izquierda busca todavía otra brújula que le permita navegar en estas nuevas aguas. Los esfuerzos intelectuales de los teóricos de la "tercera vía " son más valiosos como constatación de la caducidad de la visión tradicional de la socialdemocracia europea que como una efectiva recreación de la misma. La propia Iglesia Católica ensaya todavía un replanteo de su doctrina social para ponerse a tono con los nuevos tiempos.
Dentro de este panorama, hay empero una excepción verdaderamente extraordinaria. En la Argentina, hace más de cincuenta años, surgió un pensamiento político cuyas categorías fundamentales sirven para esclarecer e interpretar el actual momento histórico. La visión estratégica de Perón tiene hoy más vigencia que nunca. Es más: puede decirse que recién ahora es posible comprenderla en toda su gigantesca dimensión.
Resulta extremadamente curioso que ese enorme capital político no haya sido asumido todavía en plenitud por el propio peronismo.. Su adecuación a la época, materializada a través del viraje estratégico impuesto por Carlos Menem a partir de julio de 1989, ha sido hasta ahora más empírica que conceptual. Tal vez se encuentre allí una de las razones fundamentales que explica el resultado de las elecciones presidenciales del 27 de abril. Porque el peronismo en su conjunto, al no haber internalizado en todo su alcance el pensamiento de su fundador, aún no ha sido capaz de encarar políticamente los resultados de su propia obra.
Queda entonces un debate político pendiente, dentro y fuera del peronismo, sobre el sentido de las transformaciones producidas en la Argentina y en el mundo en los últimos años . Y ese debate exige una relectura del pensamiento de Perón, despojada de toda impronta coyuntural e incluso de todo tinte partidario.
Existen muchas razones que explican esta falencia . La principal es altamente paradójica. Fue tan extraordinaria la obra histórica de Perón que su magnitud relegó a un segundo plano la profundidad de su pensamiento político. En sus treinta años de vida pública, Perón no se cansó nunca de hacer y de explicar. Siempre entendió a la política como persuasión . Sin embargo, una vez producida su desaparición física, Perón es muchísimo más recordado por lo que hizo que por lo que dijo.
Es altamente probable que si Perón no hubiera sido el líder político más relevante de la historia argentina de los últimos cien años, artífice de una revolución social de envergadura mundial y fundador de un movimiento popular trascendente, si solo hubiera sido el autor de una decena de libros memorables, hoy sería recordado como el pensador político argentino más significativo del siglo XX.
Hay también una segunda razón de enorme importancia para comprender este vacío relacionado con los últimos treinta años de historia argentina. La década del 70 impuso una ruptura en la cultura política argentina, que se manifestó dentro y fuera del peronismo.
Hasta entonces, la tradición política argentina indicaba que el país había experimentado, primero con el yrigoyenismo y más tarde con el peronismo, intensas experiencias del movilización política y de incorporación de vastos sectores que habían mostrado que el cambio pacífico, a través de la acción política, era una realidad posible.
En la década del 70, el estado de ilegitimidad política instaurado a partir de 1955 con el derrocamiento y la proscripción del peronismo, generó el ambiente propicio para el predominio de una visión ideologista y voluntarista, que prescindía de las condiciones históricas y afirmaba que solo la voluntad y la acción armada eran las herramientas eficaces para la transformación política y social.
Dicha visión concitó la fervorosa participación de la mayoría de la juventud, de muchos adultos de la clase media y de la casi totalidad el mundo intelectual. La apelación a la lucha armada sustituyó entonces a la acción política concebida , según Perón , como " la lucha por la idea".
La contrapartida de esos años terribles fue la posterior condena social a la violencia , que había conducido a una tragedia histórica , y la consiguiente creación de un nuevo consenso político en torno a los principios de tolerancia y respeto a los derechos humanos, que en las elecciones presidenciales de 1983 fue capitalizado políticamente por Raúl Alfonsín, quien en ese momento supo canalizar electoralmente el cambio cultural registrado en la sociedad argentina.
El peronismo afrontó entonces el difícil desafío de adaptarse a una nueva época histórica. La renovación constituyó un enorme esfuerzo de adecuación a una situación en la que, agotada la era de los regímenes militares, la democracia había dejado de ser una consigna política al servicio de grupos sociales minoritarios, como ocurrió en los años posteriores a 1955, para convertirse en el nuevo marco de legitimidad aceptado por todos los argentinos.
Pero esa adaptación exitosa a las reglas del juego del sistema democrático, influida ideológicamente por la socialdemocracia europea, tuvo como reverso la ruptura con una gran parte de la cultura política del peronismo. La idea de "partido" predominó sobre la de "movimiento". Y, en ese sentido, el pensamiento de Perón también quedó relegado dentro del peronismo.
El surgimiento del liderazgo político de Menem que recreó en los hechos ese espíritu "movimientista", su llegada al gobierno y su firme decisión de adecuar a la Argentina al momento histórico mundial no estuvieron acompañados por un debate ideológico, político y doctrinario que permitiera discernir en sentido profundo de los que estaba ocurriendo.
En la década del 90, el estado de emergencia que caracterizó a la Argentina de la ingobernabilidad y de la hiperinflación impuso un estilo político en el que las exigencia de la decisión prevalecían sobre los requerimientos de la persuasión. Tal vez nunca como entonces alcanzó tanta vigencia el axioma de Perón de que " mejor que decir es hacer y mejor que prometer realizar".
La discusión central del siglo XXI gira en torno a la definición de los valores y el sistema de poder de la nueva sociedad mundial. Todos los países tienen el derecho y la obligación de hacer oír su voz en ese debate crucial de la época. Las ventajas comparativas no son una categoría únicamente económica. Existen en cualquier dimensión en la que está en juego el poder.
Desde el punto de vista político, la Argentina tiene aquí una ventaja comparativa enormemente importante , que constituye también una formidable oportunidad histórica. Cuenta con un pensamiento político propio y original , cuyas categorías permiten discernir el sentido de lo que está ocurriendo hoy a escala planetaria y abren un camino para la construcción de los valores compartidos y las reglas de poder del sistema mundial en esta nueva era.
Perón jamás consideró a la doctrina justicialista como algo inmutable, como una obra acabada y completa. Todo lo contrario. Durante un discurso pronunciado en la inauguración de un curso de adoctrinamiento, en abril de 1974, señalaba: "No pensamos que las doctrinas sean permanentes, porque lo único permanente es la evolución y las doctrinas no son sino una montura que creamos para cabalgar esa evolución, sin caernos" . Para Perón, la actualización doctrinaria fue siempre una de las funciones básicas y permanentes de la conducción política.
En el pensamiento estratégico de Perón, que iluminó inalterablemente su acción durante sus treinta años de presencia determinante en la vida política argentina, existen tres categorías fundamentales: la evolución histórica, la conducción política y la justicia concebida como un valor referencial permanente. La convergencia de estas tres categorías fundamentales de pensamiento permite entender cabalmente el sentido de lo que sucede en el mundo actual.
Para Perón, la característica central de la evolución histórica es la tendencia del hombre a agruparse en unidades geográficas y sociales cada vez mayores. En reiteradas oportunidades explicó que "desde que el hombre comenzó a tener sentido como habitante de la Tierra, todas las evoluciones se han hecho hacia integraciones mayores: la primera fue la familia, a continuación vino el clan, la unión de varias familias, después vino la tribu, reunión mayor; más tarde la ciudad; después vino el estado feudal; luego vino la nacionalidad, las naciones; ahora vienen los continentes integrados, el continentalismo; y es muy probable que, siguiendo esa escala de evoluciones, lleguemos pronto al universalismo, es decir a la integración total de los habitantes de la Tierra".
Ese concepto de evolución histórica está cargado de una fuerte dosis de determinismo. En abril de 1974, Perón señalaba : " El mundo viene evolucionando y los hombres creen que son ellos los que lo hacen evolucionar. Son unos angelitos. Ellos son el producto de la evolución pero no la causa. El mundo evoluciona por factores de determinismo y fatalismo histórico".
Se trata de un determinismo de raíz tecnológica. En un mensaje pronunciado en 1973, afirmaba: "Indudablemente, la evolución de la humanidad se acelera cada vez más. El medioevo, en la época de la carreta, duró cinco siglos. La etapa del demoliberalismo, de las nacionalidades, va durando dos siglos, pero ya es la época del automóvil. El continentalismo quién sabe si durará 25 o 30 años, en la época del jet, en la que se anda a mil kilómetros por hora y en que se va a llegar a superar la velocidad del sonido. Porque la evolución marcha con la velocidad de los medios que la impulsan". Esta visión le permite vaticinar, ya en 1973, con una clarividencia asombrosa, que "antes del año 2000 se va a tener que producir - indefectiblemente - la integración universal".
Sin forzar ni alterar siquiera minimamente esa línea de pensamiento, puede señalarse que en los inicios del siglo XXI, la revolución tecnológica de las comunicaciones, evidenciada en el vertiginoso despliegue del fenómeno de Internet, con la irrupción de la noción de "tiempo real", así como la consiguiente compresión del espacio geográfico, es la que marca la aparición de esta nueva sociedad mundial, que la formidable intuición estratégica de Perón anticipara hace treinta años cuando se refería al concepto de universalismo.
En contraposición con esta noción de la evolución histórica como resultado de un determinismo tecnológico, fuertemente fatalista y en lo esencial ajeno a la voluntad del hombre, la idea de Perón acerca de la conducción política constituye, en cambio, una plena reivindicación de la esfera de la libertad humana. Por eso, la conducción política es un arte y su ejercicio es, ante todo, un acto de creación. En ese contexto, la misión de la conducción política consiste en "crear sistemas que nos permitan vivir en las distintas etapas de la evolución". En otras palabras, "fabricar la montura propia para cabalgar la evolución".
La idea de la conducción política como herramienta para "cabalgar" la evolución histórica está indisolublemente ligada a la tercera de las categorías fundamentales del pensamiento estratégico de Perón: la noción de justicia como valor referencial permanente. En esta visión, el concepto de justicia no es sinónimo de igualdad, y menos aún de igualitarismo. Para su definición, Perón retoma la tradición de los filósofos griegos. En ese sentido, justicia significa equilibrio y armonía : "todo en su medida y armoniosamente".
En la visión de Perón, la justicia no es tampoco un puerto de arribo, un punto de llegada, sino más bien un rumbo permanente, una brújula que guía la acción política. Porque la lucha por la justicia implica la tarea de corregir en cada caso concreto, siempre en la medida de lo posible, los principales desequilibrios y desigualdades sociales existentes en una época histórica determinada. Así como la evolución histórica es la ruta que es ineludible recorrer, y la conducción política consiste en la construcción de los vehículos adecuados que permiten transitarla, la justicia social constituye el rumbo permanente, indica la dirección hacia adonde encaminar la acción.
La encarnación política de estas tres categorías básicas del pensamiento de Perón explica por qué el peronismo fue capaz de adecuarse constantemente a los sucesivos cambios en las circunstancias históricas y protagonizar así las dos grandes transformaciones de la Argentina moderna: primero la gigantesca revolución social realizada por Perón y Eva Perón entre 1945 y 1955 y, luego, la recuperación de la gobernabilidad del país y de la inserción internacional de la Argentina, logradas con el liderazgo de Menem en la década del 90, en una transformación estructural todavía inconclusa, ya que quedó aproximadamente a mitad de camino, y que todavía es necesario retomar, con la nueva impronta que impone el escenario del siglo XXI.
En este sentido, el recorrido histórico del peronismo reconoce un asombroso paralelismo con la experiencia del Partido Comunista Chino, una fuerza política que, sin perder su identidad y sus raíces populares, protagonizó sucesivamente dos extraordinarias transformaciones en el país más poblado del planeta: la revolución social liderada por Mao Tse Tung a partir de 1949 y, más tarde, la modernización económica y la reinserción internacional del país iniciada en 1979 por Deng Xiao Ping, quien respondía a sus críticos "ortodoxos", que le reprochaban agriamente el vuelco hacia la economía de mercado, con una frase que Menem citó varias veces y que Perón hubiera hecho suya con mucho gusto: "no importa que el gato sea blanco o negro, sino que sepa cazar ratones ".
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Agenda Estratégica , 17/07/2003 |
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