|
El idioma de la realidad . |
-Sorprenderemos al mundo con la relación con Estados Unidos-, aseveró, exultante, el presidente de Brasil, Luiz Inacio Da Silva, Lula, después de dialogar cordialmente durante más de una hora con George W. Bush ene el Salón Oval de la Casa Blanca, Washington DC. |
Es probable que uno de los rincones más sorprendidos del mundo esté ubicado en Balcarce 50, Buenos Aires. Es que el gobierno de Néstor Kirchner, en nombre de su cruzada contra la década del 90, se apresuró a abrazarse a Lula, a abujurar de los vínculos estrechos con Estados Un idos y a proclamar el liderazgo regional de Brasil, encandilado quizás con antiguos discursos del líder del PT, sin reparar en que el presidente brasilero ha dejado atrás aquellos discursos y ha asumido la responsabilidad de gobernar su país sin anacrónicas anteojeras ideológicas. -No cambié yo; cambió la realidad-, explicó Lula.
-Los Estados Unidos y Brasil resuelven crear una relación más cercana y cualitativamente más fuerte entre ambos países-, suscribieron Da Silva y Bush en una declaración conjunta en que se comprometen cooperación en temas como el comercio libre, la seguridad y la lucha contra el terrorismo.
Para el presidente de Estados Unidos, la relación con Brasil es -vital, importante y creciente-. Al renunciar precipitadamente a un vínculo semejante por temor a caer en pecado de menemismo, el gobierno argentino ha entregado a Lula (que no parece afecto a idénticos exorcismos) el virtual monopolio de la interlocución regional con la primera potencia del mundo.
Otra ironía: Horst Köhler, el titular del Fondo Monetario Internacional, como aperitivo de su próxima visita a Buenos Aires, aconsejó al gobierno de Kirchner: -Deberían seguir el modelo de Lula-. Un modelo que el ex presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso considera -demasiado ortodoxo- y que la izquierda de ese país, incluido u n sector del oficialista PT, considera volcado al neoliberalismo. Sencillamente, Lula ha apostado sus fichas a que Brasil no caiga en default como la Argentina, a recuperar confiabilidad interna e internacional y poner en acción el círculo virtuoso de la inversión externa y la productividad interna, a impulsar reformas largamente postergadas como la del sistema provisional.
El gobierno brasilero parece haber comprendido que, en la era de la globalización y de la creciente integración y competencia mundial, hay cosas que se deben hacer y cosas que no se pueden hacer. Y que los ideologismos deben dejarse en la puerta de la Casa de gobierno.
El manual del realismo político tiene otros capítulos interesantes. Véase, por ejemplo, el caso de Alemania. El primer día de junio de este año, el 90 por ciento de los 520 delegados al Congreso del gobernante Partido Socialdemócrata Alemán, aprobaron el programa bautizado Agenda 2010 por el primer ministro Gerard Schroeder. Esa plataforma supone, en los hechos, el desmantelamiento del llamado Estado de Bienestar con el que Alemania se reedificó en la posguerra a partir de la ayuda del Plan Marshall y que permitió décadas de crecimiento y bienestar a su sociedad. Ese modelo que los estudiosos llamaron capitalismo renano, y que implicaba elementos importantes de regulación estatal al mercado es observado ahora como un obstáculo al crecimiento sino como una garantía de estancamiento y decadencia por la coalición de izquierda gobernante. Schroeder propone, en primera instancia, recortar pagos por concepto de seguridad social, reducir el seguro de desempleo, flexibilizar las regulaciones del mercado laboral y limitar la cobertura de la sanidad pública. La reforma propuesta tiene como telón de fondo un dramático achicamiento de la economía alemana, la crisis fiscal y la sobrevaluación del euro . Las ventas al exterior de Alemania han caído en picada. Volkswagen perdió durante el primer trimestre de este año 68 por ciento de ganancias.
Para poder llevar adelante esa política, la socialdemocracia necesitaba el apoyo de su socio en el goebierno, el Partido Verde, de izquierda, nacido en las movilizaciones estudiantiles y pacifistas y antiglobalizadoras de la década del 90. Una semana atrás, la abrumadora mayoría del Congreso de los Verdes, reunido con 830 delegados en Cottbus (Alemania del Este), aceptó la moción de su líder, el ministro de Relaciones Exteriores Joakim Jocksha Fischer (un hombre que en la década del setenta militó en la extre ma izquierda europea), y respaldó el programa del gobierno. Fischer ya había conseguido, en un congreso del año 2002, que el pacifismo fuera eliminado como punto programático de la plataforma partidaria.señalando que el - uso de la fuerza no puede ser descartada como última instancia para combatir el genocidio y el terrorismo-. Como parte del gobierno alemán, los verdes deben asumir las responsabilidades que una gran nación afronta en las aguas tempestuosas de la globalización y soportar que la izquierda los cuestiones por neoliberales.
Los ejemplos de Lula y su Partido de los Trabajadores, la socialdemocracia y los verdes alemanes y, antes de ellos, el socialismo español de Felipe González y el laborismo de Tony Blair, están mostrando que los modelos político-económicos en condiciones de ser aplicados en esta era histórica con capacidad para insertar vigorosamente alos países en elproceso de integración mundial no dependen de las preferencias ideológicas, sino que es la realidad la que pone los límites, señalando las posibilidades y las imposibilidades.
La realidad, como decía un general y pensador que el oficialismo argentino tiende a recordar poco, es la única verdad.
|
Jorge Raventos , 24/06/2003 |
|
|