Jorge Raventos analiza la evolución de la situacIón polítca argentina. |
Mientras volaba desde Santiago de Chile a Buenos Aires acompañando a Colin Powell en el avión del Secretario de Estado norteamericano, el ministro Rafael Bielsa recibió las primeras impresiones de lo que unas horas más tarde el alto funcionario norteamericano transmitiría en la Casa Rosada a Néstor Kirchner.
En Washington observan con cierta perplejidad y algunas expectativas al gobierno argentino. Las expectativas surgen de un motivo obvio: el de Kirchner, más allá del magro caudal electoral que le dio origen, no es un gobierno de índole transitoria como el que encarnaba Eduardo Duhalde; sus títulos legales están fuera de discusión y puede (debe), por lo tanto, afrontar los problemas de fondo que aquél emparchó, produjo o pateó hacia delante. La solución a esos temas dependerá, por cierto, de un diagnóstico adecuado de la realidad y de la capacidad política que demuestre la administración Kirchner.
La perplejidad no responde a motivos menos evidentes. Las primeras definiciones y gestos del nuevo gobierno en relación con su inserción internacional no parecieron reflejar una noción ponderada del mundo en el que deberá moverse. El protagonismo otorgado en los actos de asunción del nuevo mandatario argentino al veterano comandante Fidel Castro y al venezolano Hugo Chávez parecieron surgidos de un arcón ideológico con olor a naftalina antes que de una visión actualizada.
Las propias primeras declaraciones sobre el tema del canciller Bielsa reflejaron esa desubicación. En Santiago de Chile, en la reunión de la Organización de Estados Americanos donde en principio se encontró con Powell, Bielsa pudo descubrir que en el continente hay una renovada intención de reclamar la democratización y el respeto de los derechos humanos en Cuba y se encargó pronto de tomar nota. En la misma semana se comunicó con un columnista de El Heraldo de Miami para retocar aquellas opiniones en las que dijo "no estar seguro" de que Castro violara los derechos políticos de los cubanos y para insinuar que el gobierno de Kirchner modificará en el futuro sus definiciones sobre el régimen de la isla. Felipe González, el orientador del socialismo español, ya le había adelantado al presidente argentino palabras que más tarde repetiría en público: "Fidel se parece cada día más al viejo Franco".
El propio González había tocado con Kirchner un asunto que Bielsa trató con Powell: el eventual envío de gendarmes argentinos a Irak. "Es conveniente para la Argentina que los manden", había aconsejado el andaluz. Powell, en Buenos Aires, después de conversar con el Presidente, evocó el eficaz papel cumplido por los militares y gendarmes argentinos en sus misiones en el exterior y recordó afectuosamente que la Argentina ha sido aliada de Estados Unidos en 1991, cuando contribuyó con fuerzas a rechazar la invasión del régimen de Saddam Hussein a Kuwait.
Tanto en el caso Cuba como en el de la solicitud de envío de gendarmes a Irak el gobierno de Kirchner enfrenta la misma dificultad política: en la construcción de su base de apoyo, particularmente desde el 25 de mayo, el patagónico ha dado prioridad a corrientes no peronistas, sedicentemente progresistas, de centro-izquierda y de izquierda, y no le resulta sencillo, parado sobre esa plataforma, tomar las decisiones que le aconsejó Felipe González.
En el caso del envío de gendarmes a Irak trata de ganar tiempo, escudado en un argumento que no resiste: alega que colaborar con las autoridades estadounidenses y británicas que administran Irak sería convalidar una guerra que tanto el propio Kirchner como su entonces protector, Eduardo Duhalde, rechazaron ácidamente. En rigor, si ello es así, se han anticipado a hacerlo Francia, Alemania, Rusia y China, potencias que son miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y que en su momento se diferenciaron marcadamente de la postura liderada por Washington, Londres y Madrid. Como miembros del Consejo de Seguridad, esas naciones votaron, sin embargo, dos semanas atrás la Resolución 1483 (aprobada sin oposición) que le reconoce a la coalición americano-británica la condición de autoridad legítima de Irak y solicita a todos los miembros de la ONU que contribuyan a restablecer la paz y la seguridad en territorio irakí. Puesto que la solicitud de Estados Unidos al gobierno argentino sobre el envío de gendarmes está avalada por esa decisión de Naciones Unidas, el argumento alzado por la Cancillería para demorar una decisión tiene poca consistencia lógica.
En los 35 minutos que Colin Powell compartió con Néstor Kirchner en la Casa Rosada esta cuestión no demandó demasiado. El Secretario de Estado de George W. Bush destacó otros temas: mencionó que su gobierno había tomado nota del diferendo entre el Poder Ejecutivo y la Corte Suprema de Justicia y ofreció el respaldo de Washington para que las autoridades argentinas adopten las reformas estructurales y el programa consistente que le permitan superar la situación económica y pagar sus deudas.
Con un período previsto de cuatro años por delante, se espera que el gobierno de Kirchner no reitere la plomería de emergencia que Roberto Lavagna practicó con Duhalde, sino que asuma reformas a fondo. De allí que las autoridades del Fondo Monetario Internacional hayan adelantado que no cabe abrir expectativas sobre un nuevo programa de coto plazo cuando venza, en septiembre, el que está en vigencia. Así, si las líneas y los compromisos de ese plan sustentable no están cerradas antes, lo previsible es que en agosto el gobierno debe afrontar con fondos propios los vencimientos por 3.000 millones de dólares con organismos internacionales de crédito.
Un acuerdo largo con el Fondo y la apertura de negociaciones serias con los acreedores son las llaves para empezar a recuperar la confianza en Argentina y, con ella, reestructurar las posibilidades de crédito e inversión. El país, acaba de afirmar Ricardo López Murphy, "enfrenta circunstancias enormemente favorables" para avanzar en su proceso de recuperación económica, y agregó que si el gobierno de Néstor Kirchner "no comete errores, deberíamos recuperarnos a toda velocidad".
Pero para poder adoptar las medidas necesarias y encontrar la dirección que permita aprovechar esos buenos vientos internacionales es probable que el gobierno se vea exigido a revisar la base de sustentación que ha elegido y algunos de los frentes de combate que ha preferido abrir. |
Jorge Raventos , 18/06/2003 |
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