El modelo de Lula .

 


En una nueva demostración de su acabado realismo político, Lula apuesta al fortalecimiento y la expansión del sector agroalimentario como palanca para el crecimiento de Brasil y su inserción en la economía mundial.
Una política no se construye con discursos sino con hechos. El gobierno de Luis Ignacio Da Silva (Lula) acaba de definir una apuesta estratégica sobre el futuro de la economía brasileña. El instrumento escogido fue el anuncio de aumentar en un 24% el monto destinado a incrementar la productividad del sector agrícola. El objetivo es alcanzar el año próximo una cosecha de 120 millones de toneladas. El desembolso implica dos mil millones de dólares más que el autorizado para este año por su predecesor, Fernando Henrique Cardoso. " El agronegocio representa el 29% del producto bruto interno brasileño, el 41% de las exportaciones y el 37% de los empleos generados en el país. En lo que dependa del gobierno, esos porcentajes serán mayores en los próximos años", señaló Lula.

El anuncio de Lula es extremadamente significativo, no sólo por su contenido sino por la oportunidad política escogida para su formulación. La prensa brasileña refleja cotidianamente las críticas provenientes de los sectores empresarios agrupados en la poderosa Federación Industrial de San Pablo (FIESP), quienes cuestionan la política monetaria "ortodoxa" impulsada por el actual gobierno, que personalizan en la figura de Henrique Meirelles, el titular del Banco Central, y plantean la necesidad de un cambio de rumbo económico y de la adopción de una estrategia alternativa de tipo "desarrollista".

En términos políticos, estos cuestionamientos del empresariado paulista, que cuentan con el sonoro respaldo del vicepresidente José Alencar, dirigente del Partido Liberal, uno de los principales empresarios de la industria textil brasileña y defensor a ultranza de un modelo de "capitalismo nacional", convergen sugestivamente con las quejas del ala izquierda del Partido de los Trabajadores (PT), que acusa a Lula de traicionar el programa partidario.

En cambio, Lula cuenta con el activo apoyo del sector agroalimentario brasileño. Esa alianza quedó explicitada desde un principio en la conformación de su gabinete. El Ministro de Desarrollo Industrial, Luiz Fernando Furlan, es el dueño de SADIA, una de las empresas agroalimentarias más importantes de Brasil y uno de los pocos empresarios paulistas que se pronunció a favor de la integración en el ALCA. El Ministro de Agricultura, Roberto Rodrigues, fue presidente de la Sociedad Rural de Brasil y viene de desempeñarse como titular de la Asociación Brasileña de Agronegocios.

"Yo no he cambiado, lo que cambió fue la realidad", suele contestar Lula a sus oponentes. Habría que decir que estamos ante un segundo gran cambio protagonizado por el líder brasileño. El primero fue hace diez años, cuando el PT abandonó la opción ideológica por el socialismo para abrazar una visión de raigambre socialdemócrata, pero conservando una plataforma económicamente proteccionista, propia de una etapa centrada en la sustitución de importaciones. La segunda mutación ocurre ahora, con el acceso al poder, cuando resuelve jugar sus cartas de acuerdo con las reglas de juego de la era de la globalización de la economía mundial.

En este segundo viraje, Lula empeña su capital político en el cumplimiento de las obligaciones internacionales de Brasil, prioriza la búsqueda de un fuerte superávit fiscal y encara una de las principales reformas estructurales pendientes: la modificación del sistema previsional, una iniciativa fuertemente resistida por los sindicatos estatales y dentro de su propio partido.

En este marco, la opción estratégica de Lula por el fortalecimiento de la cadena agroalimentaria como herramienta para el crecimiento económico de Brasil refleja la comprensión del hecho de que, en las condiciones que plantea una economía mundial cada vez más globalizada y abierta, sólo pueden prosperar aquellas actividades que sean inmediatamente competitivas a nivel internacional. Ya no es posible "inventar" ventajas competitivas que no estén basadas en nítidas ventajas comparativas . Es necesario desarrollar las ventajas competitivas en las actividades económicas en que existen fuertes ventajas comparativas capaz de sustentarlas.

El sector agroalimentario brasileño, como sucede también con el argentino, constituye la principal herramienta para la inserción de Brasil en la economía mundial. Más aún, en un escenario signado por el constante incremento de la demanda internacional de alimentos, originado por el explosivo crecimiento económico de los países del Asia Pacífico, encabezados por China. Con su formidable realismo político, Lula lo ha comprendido a la perfección. Es de desear que su ejemplo sea imitado por sus epígonos argentinos, que por ahora parecen prestar más atención a los discursos que a los hechos.
Jorge Castro , 18/06/2003

 

 

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