El Mercosur ante una encrucijada Estratégica .

 


El acuerdo bilateral entre Chile y Estados Unidos constituye un hecho mayor en el proceso de integración continental. El MERCOSUR se encuentra en vísperas de una definición estratégica fundamental.
El tratado bilateral de libre comercio entre Chile y Estados Unidos, suscripto el viernes 6 de junio en Miami, constituye un hecho mayor en el proceso de integración del continente americano. Para comprender su dimensión y sus implicancias conviene recordar que, a nivel mundial, se trata del quinto acuerdo de ese tipo que establecido por Estados Unidos. Los anteriores fueron los convenios concertados con México, Canadá (en ambos casos para la conformación del NAFTA), Israel y Jordania. Es, por lo tanto, el segundo tratado bilateral suscripto con un país latinoamericano y el primero con un país de América del Sur, que tiene además fuertes vínculos económicos con la Argentina y está asociado al MERCOSUR.

Desde el punto de vista estrictamente económico, el acuerdo supone la liberalización inmediata del 87% del comercio bilateral entre ambos países. A partir del cuarto año, esa liberalización alcanzará al 94%. En el caso de las exportaciones agrícolas, habrá un proceso de reducción progresiva de las barreras arancelarias hasta llegar a un arancel cero en un plazo de doce años. Este último dato es extremadamente significativo porque implica una flexibilización de la posición norteamericana en una cuestión absolutamente central en las negociaciones entre Estados Unidos y el MERCOSUR.

Las estimaciones de las autoridades trasandinas indican que el incremento de las exportaciones al mercado estadounidense supondrá de inmediato un aumento de cerca de dos puntos del producto bruto interno de Chile. Para ello, bastará con que dichas exportaciones, que actualmente rondan el 0,3% del total de las importaciones estadounidenses, aumentan al 0,4%.

En el aspecto político, corresponde subrayar el hecho de que este acuerdo es una iniciativa impulsada por un presidente socialista como Ricardo Lagos, con la activa participación de la canciller democristiana Soledad Alvear, quien viajó a Miami para firmarlo con el máximo representante comercial estadounidense, Robert Zoelick, y cuenta también con el decidido respaldo de la oposición conservadora liderada por el alcalde de Santiago, Joaquín Lavin.

También importa destacar que la firma de este tratado bilateral con Estados Unidos no supone para Chile una limitación de su política comercial. Chile ya tiene un acuerdo de características semejantes con la Unión Europea, Canadá, México y Corea del Sur, mientras avanza en negociaciones similares con China, Singapur y Nueva Zelanda.

Otro elemento fundamental a tener en cuenta es el súbito cambio observado en la postura de Estados Unidos. Semanas atrás, la administración norteamericana había emitido señales públicas orientadas a un posible congelamiento de las negociaciones con Chile, en represalia por la posición chilena en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas acerca de la intervención estadounidense en Irak.

Esta modificación en la actitud de Washington seguramente responde a dos episodios ocurridos con posterioridad a aquella advertencia oficial norteamericana. El primer episodio fue la aprobación de la resolución 1483 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, respaldada por la totalidad de sus miembros, incluído naturalmente Chile, que en los hechos constituye el reconocimiento legal de la ocupación norteamericana en Irak.

El segundo de esos hechos nuevos parece haber sido una gestión personal encarada por el presidente uruguayo, Jorge Battle, quien en una reciente entrevista con George W. Bush le señaló al mandatario estadounidense los serios perjuicios que una postergación de la firma del acuerdo con Chile podría acarrear en el ritmo de la marcha hacia la integración económica del hemisferio americano.

En este sentido, cabe recordar que ya están en avanzado grado de desarrollo las negociaciones tendientes a un acuerdo de libre comercio entre Estados Unidos y los países que forman parte del Mercado Común Centroamericano y que, en la estartegia comercial norteamericana está planteada la rápida negociación de tratados similares primero con Colombia y después con Perú, alternativa que cuenta con la aprobación de sus respectivos presidentes, Alvaro Uribe Vélez y Alejandro Toledo.

Nada de todo esto puede pasar desapercibido para la Argentina. En primer lugar, porque Chile es un socio fundamental para el MERCOSUR. Constituye la vía de acceso obligada para las exportaciones de nuestros países a China y a todos los gigantescos mercados consumidores del Asia Pacífico, que junto con la economía norteamericana conforman hoy la otra gran locomotora de la economía mundial y son los principales responsables del incremento de la demanda internacional de alimentos.

En segundo término, porque aparece en el horizonte una tendencia hacia la aceleración en el ritmo de configuración del ALCA. El encuentro que mantendrán en Washington el 20 de junio próximo Bush y el presidente brasileño Luis Ignacio Da Silva (Lula), quienes comparten actualmente la copresidencia del foro multilateral encargado de las negociaciones para articular ese bloque comercial, está objetivamente inscripto dentro de esa tendencia.

Lo cierto es que el MERCOSUR se encuentra en vísperas de una decisión estratégica fundamental. Tiene que reivindicar el hecho de que, desde el momento de su nacimiento en 1991, el bloque regional estuvo fundado en la concepción de un "regionalismo abierto". Su creación constituyó una respuesta apropiada a los desafíos planteados por la globalización de la economía mundial. No fue concebido como una muralla proteccionista, sino como el intento de forjar una plataforma conjunta de lanzamiento, destinada a mejorar las condiciones de inserción de cada uno de nuestros países en una economía mundial cada vez más profundamente integrada.

La Argentina no puede permanecer ausente en esta definición fundamental. Está obligada a tener voz y voto en la resolución de esta encrucijada estratégica para el bloque regional.
Jorge Castro , 09/06/2003

 

 

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