El carisma y la burocracia.

 


El 18 de mayo confrontarán dos posiciones: el continuismo de las actuales políticas oficiales, expresado por Néstor Kirchner, y una alternativa que plantea un drástico cambio de rumbo, encarnada por Carlos Menem.
Max Weber caracterizaba a la historia política del siglo XX como el conflicto entre el carisma y la burocracia. Si bien estamos ya en pleno siglo XXI, aquella definición calza como anillo al dedo para ilustrar acerca de la índole de la contienda planteada entre Carlos Menem y Néstor Kirchner en torno a la segunda vuelta de la elección presidencial.

Desde el colapso del gobierno de la Alianza en diciembre del 2001, Menem creció políticamente al conjuro de su imagen de piloto de tormentas, de su reconocida capacidad para tomar decisiones, de su acreditada idoneidad para enfrentar y resolver situaciones de crisis. Kirchner, en cambio, debe su ascenso electoral a su condición de candidato prohijado por el aparato partidario del peronismo bonaerense, que es la burocracia política más poderosa de la Argentina.

El resultado de la primera vuelta responde acabadamente a esa dicotomía. Menem triunfó en la mayoría de las provincias, incluso en dos de las tres más importantes: Córdoba y Santa Fe. En cambio, más allá de su buena performance en la Patagonia, Kirchner debe la diferencia de votos con Ricardo López Murphy, que le otorgó el segundo puesto, a la ventaja obtenida en el conurbano bonaerense y en dos provincias como Jujuy y Formosa, en las que contó con el respaldo de los aparatos locales, tanto partidarios como gubernamentales.

La segunda vuelta no es una continuidad de la anterior. Es una elección nueva, con reglas distintas. A partir de sus respectivas fortalezas relativas, ambos candidatos afrontan ahora el ballotage en una situación en la que tendrán que cosechar adhesiones más amplias que las concitadas hasta ahora. Menem está obligado a hacer hincapie en sus propuestas programáticas y exhibir claramente una renovación en su elenco de colaboradores políticos y en sus equipos de gobierno. Kirchner, condicionado por su rol de candidato oficial, que le resta libertad de acción en materia de planes de gobierno, se verá forzado a profundizar su perfil "anti-menemista", con un estilo fuertemente emparentado con el empleado por la Alianza en 1999.

Lo cierto es que el 18 de mayo la Argentina no optará solamente entre dos candidatos presidenciales, sino entre dos "modelos" de país. Por un lado, está el continuismo de las actuales políticas oficiales, que bajo la paradójica denominación de "modelo productivo" han provocado una verdadera explosión de pobreza y de marginalidad social. Por el otro, se presenta la alternativa de un cambio de rumbo que permita recuperar la confianza, valor indispensable para salir de la crisis y recrear el círculo virtuoso de la inversión productiva y el consumo popular.

El ballotage lleva hasta el extremo la dimensión de la política concebida como un mundo de opciones. La única verdad es la realidad. Guste o no, en veinte días más habrá que elegir entre esos dos caminos. A no equivocarse.
Pascual Albanese , 29/04/2003

 

 

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