En los últimos días, a medida que se aproxima la encrucijada decisiva del cuarto oscuro y que algunas de las empresas encuestadoras comienzan a corregir sus pronósticos, los nervios de ciertos candidatos o de sus padrinos y madrinas comienzan a flaquear, a alterarse. |
En los últimos días, a medida que se aproxima la encrucijada decisiva del cuarto oscuro y que algunas de las empresas encuestadoras comienzan a corregir sus pronósticos, los nervios de ciertos candidatos o de sus padrinos y madrinas comienzan a flaquear, a alterarse.
No puede interpretarse de otro modo que la señora Elisa Carrió haya lanzado un insulto brutal y anticipado a los ciudadanos que votarán a Carlos Menem o que Néstor Kirchner y la primera dama hayan introducido entre sus argumentos de campaña comentarios de pésimo gusto sobre la familia de un competidor o la virilidad de otro. Aunque en tiempos de campaña la competencia se agudiza, la sociedad espera oir argumentos y propuestas, no improperios o chismorreos de feria.
La alteración alcanza inclusive al mundo imaginariamente más tranquilo de la intelectualidad. El sábado, en Página 12, José Pablo Feinmann representa el viejo cuento psicoanalítico que remataba con - dos más dos son cuatro pero no puedo soportarlo - . Inicia su artículo de cuatro columnas con la frase: - Es posible que Carlos Menem llegue por tercera vez a la presidencia de la Argentina - y dedica el resto a vengarse literariamente de los únicos que pueden volver realidad ese vaticinio: los ciudadanos. Una perla de ese extenso collar de exabruptos: - El votante menemista se encierra, se masturba y luego silencio y culpa - , dispara en una tonalidad próxima a la de Carrió. Otra: - Menem forma parte del imaginario inconfesable de los argentinos -
Si bien unos pocos especialistas en opinión pública se empeñan en mantener viva la esperanza del candidato oficialista, prometiéndole el primer o, cuando menos, el segundo puesto en el comicio, ya hay otros que empiezan a prever que Kirchner termine aterrizando más abajo: tercero o quizás cuarto , si la arremetida de Ricardo López Murphy consigue reagrupar el voto radical- cuarto. Todos coinciden en que nadie le disputa a la señora Carrió la quinta colocación.
Los analistas demoscópicos siguen desafiando, unánimemente, el pronóstico de Carlos Menem de que su victoria hará innecesario el ballotage. Algunos de ellos, sin embargo, admiten razonabilidad al planteo del ex presidente. Eduardo Fidanza, de Catterberg y Asociados, por ejemplo, afirma que hay un - riesgo de subrepresentación- del voto menemista ya que la mayoría de las encuestas no llegan a requerir la opinión en pueblos de menos de 10.000 habitantes, donde la ventaja del riojano es abrumadora. Nada menos que un 12 por ciento de la población habita en poblaciones de ese tamaño, lo que estaría restando del caudal atribuido a Menem entre 5 y 7 puntos porcentuales. Otro tanto ocurre en las zonas más humildes y concentradas de los cinturones más pobres de las grandes ciudades. A eso se agrega el fenómeno del llamado voto oculto .
Lo que también revelan los sondeos públicos y los más confidenciales es que los candidatos de origen justicialista se quedarán con la parte del león del sufragio ciudadano. El derrumbe de la candidatura de Carrió deja principalmente en manos de Ricardo López Murphy el rol de representar al votante no peronista. El ex ministro de Fernando De la Rúa ha hecho una campaña esforzada y dio un giro en su etapa final para atraer hacia sí ese segmento de voto, principalmente el de origen radical. Acentuando ese rasgo es que López Murphy ha conseguido trepar en los sondeos hasta acercarse a la posibilidad de un tercer puesto, si bien paralelamente ha estado perdiendo una porción de intenciones de voto de centro derecha en beneficio de Carlos Menem.
La decisión final de Eduardo Duhalde que impuso la abstención de Argentina en la sesión de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU no sólo reflejó el desprecio del gobierno por el pensamiento estratégico; antes que otra cosa, representó un intento postrero por conseguirle al candidato oficialista votos del electorado de izquierda. La necesidad tiene cara de hereje y el Presidente está dispuesto a raspar la olla inclusive en el despoblado mundo del progresismo (más ruidoso que numeroso) con tal de aportarle a Kirchner algunos votos más. Así para hacerlo deba desafiar no sólo la cuestión en debate (la defensa de los derechos humanos en Cuba), sino la postura de las democracias avanzadas y la de la mayoría de los países latinoamericanos, que votaron la censura al régimen de Castro.
Las palabras altisonantes, las decisiones desviadas son signos de la preocupación oficial a una semana de la hora de la verdad. Ahora Duhalde tiene dos preocupaciones a falta de una: que Menem no triunfe y que su pollo, Néstor Kirchner, arañe al menos el segundo escalón del podio. Cruel incertidumbre.
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Jorge Raventos , 21/04/2003 |
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