Discurso del Dr. CARLOS SAÚL MENEM en la cena de la Fundación Apertura.

 


En un discurso pronunciado pasado martes 25 de marzo, en la comida organizada por la Fundación Apertura, Carlos Menem incluyó importantes definiciones políticas sobre la nueva situación internacional
Quiero que no haya más espacio para la duda ni para la infame campaña de mentiras y de calumnias, orquestada desde el seno mismo del actual gobierno, que pretende hacernos aparecer como sosteniendo una postura irresponsable, supuestamente belicista, que nada tiene que ver con mi posición personal ni con la filosofía del justicialismo.

Esa campaña de calumnias finge ignorar, por ejemplo, el contenido de las cartas que enviara recientemente a Su Santidad Juan Pablo II, al EX presidente George Bush y al príncipe Faisal de Arabia Saudita para sumar mi humilde esfuerzo personal en procura de preservar la paz y de evitar una confrontación sangrienta.

Hace ya más de treinta años, en su libro "La Hora de los Pueblos", el general Perón, quien fuera mi maestro en el arte de la política, decía : "La política puramente nacional es una cosa casi de provincias. Hoy, todo es política internacional, que se juega adentro y afuera de los países". Esa afirmación tiene hoy más vigencia que nunca. Por eso esta noche quiero hablar de la gran política, que es la política internacional.

El mundo atraviesa horas muy difíciles, inciertas y extremadamente dolorosas. La convivencia civilizada está basada en la resolución pacífica de las controversias. La guerra es siempre una tremenda tragedia . Su estallido implica el fracaso de la diplomacia. Ninguna persona de bien puede estar a favor de la guerra, ni muchos menos aún alegrarse por ella. La paz ha sido y es en todos los tiempos el anhelo supremo de todos los pueblos del mundo.

Por eso, en estas circunstancias especialmente dramáticas para la Humanidad, unimos nuestras plegarias a las de Su Santidad Juan Pablo II. Rezamos con fervor para que el presente conflicto sea lo más breve posible y termine con el menor costo humano para los contendientes, en particular para el noble pueblo iraquí, que no merece en absoluto el sufrimiento que actualmente está padeciendo.

Sabemos también que en el plano estrictamente militar la suerte está echada. La desigualdad de fuerzas es tan abismal que no arroja duda alguna sobre un resultado totalmente previsible. El sangriento régimen de Sadam Hussein tiene las horas contadas.

Más importante que juzgar el acierto o el error de la iniciativa asumida por los Estados Unidos y sus aliados, resulta entonces analizar ahora lo que va pasar en la etapa de postguerra, no sólo en Irak sino en todo Medio Oriente y en el mundo entero.

Porque estamos en los comienzos del cambio más importante en las relaciones internacionales desde la finalización de la segunda guerra mundial. Este cambio va a determinar la forma y el modo en que la comunidad internacional va a afrontar la amenaza central a la seguridad en el siglo XXI. Va a definir también el futuro de las Naciones Unidas, las relaciones entre Europa y Estados Unidos, las relaciones internas de la Unión Europea y el vínculo que Estados Unidos habrá de establecer con el resto del mundo. En definitiva, este cambio va a fijar las pautas y la estructura de la política internacional para la próxima generación.

Las amenazas que enfrentamos en el mundo de hoy son muy distintas a las de las décadas pasadas. Los grandes países ya no van a la guerra unos contra otros. Los destrozos causados por las ideologías totalitarias en el siglo XX son parte del pasado. La guerra fría es historia. El escenario mundial del siglo XXI es radicalmente distinto del anterior.

Pero existen nuevas acechanzas. El mundo está cada vez más integrado e interdependiente, empujado por la revolución tecnológica y la globalización. Las economías y los mercados crecen y caen en conjunto. La clave del crecimiento económico es la confianza. Pero también la desconfianza y la inseguridad se contagian con la rapidez y la fuerza de una epidemia.

En el mundo de hoy, todo depende de la estabilidad y el orden. Las principales amenazas son el caos, el desorden y la inseguridad. Y los dos grandes agentes de la inseguridad y el caos en nuestra época son los regímenes tiránicos provistos de armas de destrucción masiva y los grupos terroristas que profesan una versión falsa y perversa del Islam.

Por todo ello, esta etapa de postguerra será necesariamente una etapa prolongada. No va a durar algunos meses, sino probablemente varios años. Nada va a ser igual en el mundo. Habrá nuevos alineamientos de fuerzas, nuevas alianzas y también disolución de antiguas alianzas. Esto implica cambios en el posicionamiento internacional de todos los países del mundo, que inevitablemente repercutirán también en la República Argentina.

Lo que sucede hoy en Irak ratifica que es absolutamente necesario y urgente encarar una profunda transformación del sistema de instituciones mundiales, para que en el futuro sea toda la comunidad internacional, y no solo una parte de ella, la que asuma en plenitud la responsabilidad de preservar la paz y la seguridad globales frente a las nuevas amenazas desatadas por el terrorismo transnacional y los Estados irresponsables, que fabrican armas de destrucción masiva.

Deseamos y trabajamos por un sistema internacional que asegure la paz y la seguridad para todas las personas y pueblos del mundo, que garantice la libertad y el respeto a los derechos humanos, que todos tenemos por nuestra condición de criaturas de Dios, y que establezca la vigencia efectiva del principio de autodeterminación de los pueblos, que sólo es posible en el marco del sistema democrático, que es el único que fundamenta la legitimidad del poder político, basada en el libre ejercicio de la soberanía popular.

Importa recordar que la dictadura de Sadam Hussein ha desoído sistemáticamente durante doce años los sucesivos llamamientos y resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Insistió hasta el final en negarse a eliminar la totalidad de su arsenal de armas químicas y bacteriológicas, que en el pasado reciente llegó a utilizar contra sus países vecinos y aún para reprimir la rebelión de su propio pueblo.

Se podrá coincidir o no con la forma y con la oportunidad de la intervención militar puesta en marcha por los Estados Unidos y sus aliados. Pero existe algo que está fuera de toda discusión : la sola existencia de dicho arsenal de armas de destrucción masiva, en manos de un régimen tiránico que mantiene estrechos vínculos con los grupos terroristas transnacionales, constituye en sí misma una gravísima amenaza contra la paz mundial.

En esta situación, tiene que quedar bien en claro que el terrorismo transnacional y aquellos Estados que le otorgan ayuda y protección no son solamente el enemigo mortal de los Estados Unidos. Son también el principal enemigo de toda la comunidad internacional, que tiene el derecho y la obligación de asumir su legítima defensa frente a ese desafío.

En el caso específico de la Argentina, las docenas de víctimas de los atentados perpetrados contra la embajada de Israel y la sede de la AMIA nos recuerdan constantemente hasta qué punto esas organizaciones terroristas son, sin lugar a dudas, una amenaza directa contra la paz y la seguridad de nuestro pueblo.

La eliminación de las redes terroristas y de sus gobiernos cómplices constituye un objetivo común de todos los pueblos del mundo. En esa lucha, que es de todos, pueden existir naturalmente diferencias de criterio en cuanto a la forma de encararla. Lo que de ninguna manera puede haber son países neutrales.

Empieza una nueva época histórica de grandes turbulencias. La Argentina no puede permanecer ajena a esta gigantesca mutación histórica: o la protagonizamos o la padecemos. No hay nada más imprudente que la inacción. O nos preparamos para intervenir de una manera activa y decidida en los acontecimientos mundiales o, en caso contrario, los acontecimientos se desarrollarán igual, pero sin nosotros, es decir al margen de la Argentina e incluso contra sus intereses nacionales.

Para avanzar en esta dirección, es necesario, hoy más que nunca, una clara visión estratégica y un fuerte liderazgo político, que es el requisito de la gobernabilidad. Porque en la era histórica del universalismo, el protagonismo internacional no es un capricho. Es la condición indispensable para la existencia misma de la Nación.

La Argentina está hoy absolutamente marginada de todas las decisiones internacionales. El aislamiento externo en el que fuimos colocados por los distintos gobiernos que se sucedieron en el poder a partir de diciembre de 1999 nos condena a una total irrelevancia política y económica. Esto hay que revertirlo. Y lo habremos de revertir a partir del 25 de mayo, cuando el voto popular nos haya conferido nuevamente la responsabilidad de ocupar la Presidencia de la Nación para rescatarla nuevamente del colapso producido por gobiernos ineptos e irresponsables.

Tenemos que volver a ser actores de la política mundial, como lo fuimos en la década del 90, cuando supimos forjar un país internacionalmente prestigioso y respetado.

En esos diez años de gobierno exitoso, forjamos una alianza con Brasil que permitió la construcción del MERCOSUR, que constituyó el mayor éxito de la política exterior argentina del siglo XX.

Resolvimos los veinticuatro diferendos limítrofes que manteníamos con Chile desde hacía más de un siglo, y que pocos años atrás hasta nos habían puesto al borde de una guerra entre hermanos.

Reanudamos las relaciones diplomáticas y el diálogo político con Gran Bretaña, para cicatrizar las heridas dejadas por la guerra y lograr por la vía pacífica el reconocimiento de nuestros derechos soberanos sobre las islas Malvinas.

Establecimos una relación especial con Estados Unidos, que nos permitió convertirnos en el único país de América Latina que alcanzó la condición de aliado extra-OTAN.

Y participamos también muy activamente en todas las misiones de paz encaradas por las Naciones Unidas, desempeñando un rol protagónico en el cumplimiento de las obligaciones que nos corresponden como miembros de la comunidad internacional.

En aquellos años de grandes realizaciones, la Argentina tuvo protagonismo e iniciativa en los temas más importantes de la política mundial. Fue una propuesta de la Argentina la que determinó la creación en 1998, en el marco de la Organización de Estados Americanos, del Comité Interamericano contra el Terrorismo, que fue la primera, y hasta ahora la única, institución internacional constituida en el mundo entero específicamente para coordinar esfuerzos en la lucha contra la amenaza que representa ese enemigo común de todas las sociedades civilizadas.

Pero antes de ello, en 1994, la Argentina consiguió también que la Asamblea General de las Naciones Unidas institucionalizara dentro de la estructura de su organización a los Cascos Blancos, como un cuerpo internacional consagrado a intervenir en las situaciones de catástrofes humanitarias, como la que se plantea actualmente en Irak. En este sentido, podemos anunciar que una de las primeras iniciativas internacionales de nuestro gobierno será la de propiciar la participación de los Cascos Blancos para mitigar los padecimientos del pueblo iraquí y participar en la tarea de reconstrucción nacional de Irak.

En los años que vendrán, resulta absolutamente prioritario reinsertar a la Argentina en la comunidad internacional, como condición indispensable para avanzar en la reconstrucción económica y social del país.

Vamos a fortalecer y profundizar la relación con Brasil, intensificando la asociación económica y asumiendo responsabilidades conjuntas en materia de seguridad regional.

Vamos a impulsar la reformulación del MERCOSUR, desde la concepción de un regionalismo abierto.

Vamos a avanzar decididamente en el camino para la conformación del ALCA, concebido como un gran espacio de integración económica continental desde el Artico al Antártico.

Vamos a profundizar la asociación con Chile, que es la ruta obligada para la apertura de los grandes mercados consumidores de los países del Asia Pacífico, en especial China, que son los países en los que crece más aceleradamente la demanda de alimentos.

Vamos a retomar las negociaciones con Gran Bretaña para recuperar el ejercicio de la soberanía nacional en las islas Malvinas. Vamos a recrear una sólida alianza estratégica con los Estados Unidos, que beneficie la inserción de la Argentina en el nuevo escenario internacional.

Y vamos también a estrechar vínculos económicos y comerciales con los países de la Unión Europea.

Hay que restablecer la confianza nacional e internacional en el presente y el futuro de la Argentina. Sabemos perfectamente qué hacer y como hacerlo. En 1989 rescatamos a la Argentina del ostracismo y la volvimos a proyectar en el concierto mundial de las naciones. A partir del 25 de mayo, con el apoyo de todos, volveremos a conseguirlo. Porque si, como nos enseñó Perón, "hoy todo es política internacional, que se juega adentro o afuera de los países", la inserción de la Argentina en el mundo es lo más importante que se juega en las elecciones del 27 de abril.

Tengan ustedes la más absoluta seguridad de que vamos a lograrlo.

Carlos Saúl Menem , 29/03/2003

 

 

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