Lula toma el toro por las astas .

 



Con el envío de tropas del Ejército para restablecer el orden público en Río de Janeiro, Lula acaba de adoptar una decisión estratégica que habrá de impulsar un replanteo de la posición de Brasil en relación al conflicto de Colombia.
Con el envío de tropas del Ejército para restablecer el orden público en Río de Janiero, Lula acaba de adoptar una decisión estratégica que, en un tiempo no demasiado lejano, impulsará un replanteo en la posición de Brasil en relación a la situación en Colombia.

La decisión del gobierno de Lula de enviar tropas del Ejército para contribuir al restablecimiento del orden público en Río de Janeiro, profundamente alterado por la acción de las redes del narcotráfico que desde hace ya varios años ejercen el poder real en la mayoría de las "favelas" cariocas, convertidas en verdaderas "zonas liberadas", caracterizadas por la abdicación de la autoridad del Estado y por la consiguiente ausencia de sus fuerzas de seguridad, constituye una de aquellas determinaciones estratégicas que, más allá inclusive de la intencionalidad política de sus actores, marcan históricamente un punto de no retorno.

Para comprender las enormes implicancias de la determinación adoptada por Lula, alcanza con tener en cuenta un dato revelador: Luis Fernando da Costa, alias Fernandinho Beira Mar, considerado el mayor traficante de drogas de Brasil, actualmente detenido en una cárcel de alta seguridad, fue apresado por las Fuerzas Armadas colombianas en abril del año 2001 cuando se encontraba refugiado en una zona controlada por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Desde su lugar de detención, Fernando da Costa dirige las actividades del denominado "Comando Vermelho", una poderosa estructura militar de autodefensa creada por el narcotráfico carioca, que en las últimas semanas realizó varias formidables demostraciones de fuerza que generaron un auténtico clima de terror colectivo en las calles de Río.

Las estrechas vinculaciones existentes entre los narcotraficantes brasileños con los barones colombianos de la droga y con las guerrillas de la FARC indican que la iniciativa de Lula está llamada necesariamente a provocar, en un tiempo no demasiado largo, un replanteo en la posición tradicional de Brasil en relación a la situación de Colombia.

Conviene recordar que, hace escasas semanas, el presidente Alvaro Uribe hizo un llamamiento a la comunidad internacional orientado a lograr que, una vez removido el régimen de Sadam Hussein, la misma coalición militar liderada por Estados Unidos que se apresta a intervenir en Irak establezca un cerco aéreo y naval alrededor de las costas colombianas para impedir el transporte de drogas, que es a la vez la principal fuente de financiación de los grupos guerrilleros de su país.

Nada de esto puede resultar ajeno a la Argentina. La audaz decisión de Lula de emplear la fuerza militar para tareas de seguridad interior constituye un dato mayor para inclinar la balanza en el debate generado acerca de la posibilidad de utilizar eventualmente a las Fuerzas Armadas en la lucha contra el delito. Está sobradamente demostrado que en algunas villas de emergencia del conurbano bonaerense existen ya "zonas liberadas" similares a las "favelas" de Río.

Por otra parte, también en la Argentina, como sucede en Brasil, la inquietante problemática de la seguridad pública está cada vez más asociada al incremento del tráfico de drogas originado en Colombia. De allí que, en términos de mediano y largo plazo, el éxito o el fracaso en la batalla contra el auge de delito en los grandes centros urbanos del Cono Sur, en particular en Río, San Pablo y el Gran Buenos Aires, se juega en el conflicto colombiano.

En el mundo globalizado, hay distinciones tradicionales que han perdido su razón de ser. Así como ocurre con la defensa y la seguridad, la política exterior y la política interna no sólo no pueden concebirse como dos compartimentos estancos, sino que constituyen sendas caras de una misma moneda.
Jorge Castro , 03/03/2003

 

 

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