Vaticinios y realidades .

 


La sociedad está inclinándose por fortalecer el poder político que se centrifugó en los últimos años, en busca de una gobernabilidad que permita corregir las cifras de pobreza, indigencia, caída del producto, caída del salario y aumento de la economía precaria que desnudan las cifras del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC).

En las últimas semanas, apoyándose sobre encuestas que periódicamente publica la prensa porteña, algunos analistas esbozaron la idea de que el sistema político argentino se estaba bolivianizando, en el sentido de que el cuadro bipartidista clásico (peronismo vs radicalismo o peronismo vs. Alianza) parecía ceder su lugar a un precario modelo multipolar, de cuatro o cinco fuerzas y candidaturas de dimensiones parecidas (y relativamente minúsculas). La operación montada desde el oficialismo, que culminó en la anulación de la interna del PJ, en la inédita situación de que el partido mayoritario no presente candidatos propios a los próximos comicios y que, en la existencia de tres postulaciones diferenciadas que a primera vista parecerían dividir por tres el caudal electoral peronista estimuló aquellas interpretaciones.

Sin embargo, hay motivo para poner en duda tanto el punto de vista como los datos en que se apoya. En principio, conviene recordar que las consultoras de opinión pública (tanto las locales como las de otros países) distan mucho de ser infalibles. Para tomar algunos casos nativos baste recordar, por caso, aquel prolijo encuestador que una década atrás acompañaba a Mariano Grondona en el programa Hora Clave y que se alejó de la pantalla chica después de que el escrutinio de la elección de renovación parlamentaria de 1993 demostró el rotundo error de su pronóstico: él había afirmado durante dos meses (los de la campaña electoral) que la lista radical bonaerense encabezada por Federico Storani derrotaría a la del PJ que lideraba Alberto Pierre. Pasó exactamente lo contrario.

En 1995, comicios de renovación presidencial, afamadas encuestadoras como IBOPE (el licenciado Zuleta Puceiro), Mansilla, Delich & Asociados, Mora y Araujo o Graciela Rommer sostuvieron durante toda la campaña electoral y hasta las vísperas del comicio que había que esperar una segunda vuelta. El ballotage era considerado sea porque no se asignaba a Carlos Saúl Ménem la cantidad de votos suficientes para eludirlo, sea porque se estimaba que la diferencia entre Ménem y su desafiante - José Octavio Bordón, en esos tiempos socio de Carlos Chacho Alvarez en el Frepaso- sería inferior a los diez puntos. El 14 de mayo de ese año, las urnas indicaron que Ménem había obtenido más del 51 por ciento de los sufragios y que la diferencia con Bordón superaba los 20 puntos.

En rigor, nadie ignora esa falibilidad de los pronósticos de las consultoras y no hace falta apelar para explicar los errores el razonamiento malpensado que vincula los desvíos a alguna intención maligna o a la circunstancia de que varias de ellas presten servicios a distitnso departamentos del gobierno, lo que es absolutamente normal. Lo que, pese a todo, induce a las interpretaciones equivocadas es, quizás, que muchas de las encuestas que se difunden -aunque difieran en la ubicación que asignan a cada candidato- parecen coincidir en que las diferencias entre todos ellos son poco menos que insignificantes y todos están parejos.

Sin embargo, ese coro casi unánime ha venido a romperse en las dos últimas semanas y por esa brecha se han filtrado datos de otros estudios, claramente divergentes.

Diez días atrás, por ejemplo, Eduardo Duhalde recibió los resultados de una encuesta nacional que, según el diario La Nación, habría sido confeccionada a pedido de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE). El estudio provocó preocupación en los despachos de la Casa Rosada ya que allí se verificaba que, al día de hoy, Carlos Saúl Menem se impone en la primera vuelta electoral, prevista para el 27 de abril) y el candidato continuista se encuentra (lejos) en la tercera colocación. El trabajo proyecta a Menem a entre 36 y 37 por ciento de la intención de voto, con 20 puntos de ventaja sobre su más cercano competidor, Adolfo Rodríguez Saa, quien lidera un pelotón de cuatro perseguidores con irrelevante diferencia entre unos y otros.

El candidato oficialista puso el grito en el cielo cuando algunos de estos datos se filtraron por algún medio (varios, pese a tener el dato, prefirieron no darlo a conocer) e imaginó (¡nada menos!) una conspiración menemista en el seno del gobierno de Duhalde. Consiguió, inclusive, forzar la renuncia del número 2 del ministerio de Interior.

A medidados de la última semana, sin embargo, trascendieron algunos datos fragmentarios de una encuesta solicitada por una importante empresa transnacional que confirmarían la tendencia detectada por el estudio de la SIDE (polo menemista superando los 35 puntos y dispersión pareja de los votos de los otros cuatro candidatos más competitivos, con alrededor de veinte puntos entre el puntero y el pelotón de atrás) y agregarían algunos detalles significativos: Menem estaría superando los 50 puntos en el segmento de desocupados y también en el segmento erario de entre 20 y 30 años.

Si estos datos se confirman, estarían desmintiendo los análisis que afirman la bolivianización política del país y también los cálculos rápidos que suponen que de la existencia de tres candidaturas de origen justicialista debe deducirse necesariamente la partición en porciones iguales del caudal de votos del peronismo. Si bien se mira, no es eso lo que indican los antecedentes. En ocasiones anteriores en que el justicialismo presentó más de una candidatura, la masa de los sufragios se volcó hacia una sola de ellas, y las restantes sólo cosecharon las migas de ese banquete.

Si las corrientes profundas del electorado están, realmente, fluyendo en el sentido que estarían detectando estos estudios, lo que se revelaría es que la sociedad está inclinándose por fortalecer el poder político que se centrifugó en los últimos años, en busca de una gobernabilidad que permita corregir los desequilibrios que se han generado y que se manifiestan dramáticamente en las cifras de pobreza, indigencia, caída del producto, caída del salario y aumento de la economía precaria que desnudan las cifras del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC).

Faltan apenas dos meses para que las cifras de la realidad electoral puedan compararse con los distintos vaticinios de consultores y analistas.
Jorge Raventos , 23/02/2003

 

 

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