Salario e intención de voto .

 



La brutal reducción salarial derivada devaluación explica la abrumadora ventaja en materia de intención de voto que tiene Carlos Menem en los sectores de menores ingresos, que constituyen la base social del peronismo.

El INDEC acaba de confirmar oficialmente que durante el transcurso del año 2002 el salario real de los trabajadores descendió un 36,1%. Se trata del ajuste salarial más brutal que recuerda la Argentina contemporánea desde el estallido hiperinflacionario de 1989. El ingreso promedio de los asalariados es de 524 pesos. Ese promedio es inferior al costo total de la canasta básica de alimentos, que asciende actualmente a 720 pesos. Más de la mitad de los trabajadores tienen ingresos inferiores a los 400 pesos, una cifra que sólo alcanza a cubrir el 55% de esa canasta alimentaria.

Allí reside la causa estructural de otra rareza estadística de los últimos meses: el porcentaje de la población argentina que se encuentra en estado de indigencia es del 27,5%, un índice que está cuatro puntos y medio por encima de la tasa de desempleo del 23%. Esto implica que existen varios centenares de miles de trabajadores que, a pesar de estar empleados, viven en condiciones de indigencia, una situación que conlleva problemas de desnutrición.

La precarización laboral reflejada en la caída de los salarios se exhibe tambiénm en el incremento del trabajo en negro. Sólo en los meses que van desde mayo a octubre de 2002, el porcentaje de trabajadores en negro aumentó del 38,4% al 42,2%. Ernesto Kritz, uno de los mejores expertos argentinos en materia laboral, señala que, en el caso de los trabajadores del sector informal, el promedio de la reducción salarial en los últimos doce meses no fue del 36,1% sino del 48%. Este dato es particularmente relevante porque el trabajo informal es el predominante entre los sectores de menores ingresos.

En un reciente trabajo sobre el impacto social de la devaluación monetaria, Kritz afirma que "una estrategia de competitividad que no está basada en la mejora continua de la productividad sino en mantener un tipo de cambio extraordinariamente alto o, con igual lógica, una estrategia de superávit primario asentada en retenciones sobre un dólar elevado, produce una pobreza extrema más extendida todavía".

Lo cierto es que, al margen de la discusión sobre los beneficios de corto plazo que la maxidevaluación supone para ciertos sectores de la economía, en particular para el agro, el turismo y algunos sectores industriales favorecidos con una incipiente sustitución de importaciones, no cabe la menor duda de que el "modelo productivo" prohijado por el actual gobierno de transición tiene como principales perjudicados a los sectores de ingresos fijos, especialmente a los trabajadores y los jubilados, víctimas de una pulverización salarial que incide también en un abrupto achicamiento del mercado interno.

En ese contexto, no puede resultar extraño que, tras una visita al candidato oficialista Néstor Kirchner, uno de los máximos directivos de un importante grupo empresario argentino, que durante los últimos años cumplió un rol central en la configuración del "partido devaluacionista", haya declarado públicamente que "hubo coincidencia en mantener un tipo de cambio alto y flotante", un eufemismo piadoso que, en las condiciones concretas de la Argentina de hoy, encubre la profundización del empobrecimiento colectivo.

Tampoco puede entonces sorprender que, en la más amplia encuesta de opinión efectuada hasta ahora en relación a las elecciones del 27 de abril, encargada por dos importantes empresas transnacionales y realizada por una consultora especializada de reconocido prestigio, Carlos Menem no sólo lidere ampliamente la intención de voto, con un porcentaje situado en torno al 35% y con veinte puntos de diferencia en relación a su inmediato seguidor, sino que obtenga una ventaja abrumadora entre los sectores socialmente más desprotegidos, que constituyen la base social histórica del peronismo.
Jorge Castro , 23/02/2003

 

 

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