La soledad y los perros .

 

El Presidente no consigue parar un candidato propio que convenza siquiera a sus propias huestes. - Apoyar a Kirchner es como sacar a pasear a un perro muerto - dicen que dijo Luis Barrionuevo en suelo catamarqueño .
El protector de Chacarita Juniors y recién consagrado candidato a gobernador de Catamarca, Luis Barrionuevo, es célebre por sus frases epigramáticas. Esta semana se le atribuyeron dos nuevas ocurrencias, ambas referidas al candidato presidencial elegido por Eduardo Duhalde. "Apoyar a Kirchner es como sacar a pasear a un perro muerto", dicen que dijo en suelo catamarqueño. Por Radio 10, se sabe, confirmó: "Yo a Kirchner no lo banco".

Las expresiones de Barrionuevo, más allá de su colorido, son significativas porque el esposo de la ministro de Trabajo de Duhalde dice en voz alta lo que una legión de duhaldistas del riñón del aparato bonaerense sólo se atreve a confesar en privado. La peligrosidad que el Presidente le asigna a esas opiniones reside en que le soliviantan la tropa propia y le desbaratan la trabajosa arquitectura continuista que quiere erigir antes de efectivizar su renuncia. Tanta es la preocupación por esa acción corrosiva, que las oficinas de prensa de la Casa Rosada se desvivieron hasta lograr que las declaraciones de Barrionuevo quedaran asordinadas, no fueran transmitidas por las principales agencias de noticias ni aparecieran en los matutinos de mayor tirada. Eso fue apenas un alivio, porque la tormenta arreciaba sobre los planes de Duhalde en distintos frentes.

El más expuesto era, paradójicamente, el más íntimo: la mismísima primera dama le había adelantado el lunes 3, telefónicamente, que no pensaba compartir la fórmula duhaldista de la provincia de Buenos Aires con el gobernador Felipe Solá (otro candidato que no logra seducir al aparato bonaerense). Las fuentes aseguran que la Señora dedicó en esa conversación frases lapidarias al gobernador. La situación tuvo al Presidente irritado todo el lunes, y eso se notó en una conferencia de prensa que ofreció cerca de Bahía Blanca, en Coronel Rosales, donde respondió destempladamente la inquisitoria de los periodistas locales, calificó de "estúpida" una pregunta sobre el aumento de tarifas y de "desubicada" otra sobre el acuerdo con el FMI.

El martes, Solá se enteró por boca de la señora de Duhalde de lo que el Presidente ya sabía: no tenía compañera de fórmula, estaba en soledad. Para colmo, esa calurosa tarde debía presentarse en el miniestadio de Lanús a mostrar en sociedad el binomio bonaerense flanqueando al candidato presidencial duhaldista, Néstor Kirchner. El acto fue un bochorno para el gobernador, menos por la temperatura que por la mala onda que le llegaba desde la escueta concurrencia, que comenzó a flaquear más después de la exposición del veterano intendente de Lanús, y anfitrión, Manuel Quindimil. Cuando le tocó hablar al gobernador de Santa Cruz la mitad del público ya se había ido del lugar.

Fue con ese paisaje de fondo que estallaron los epigramas de Barrionuevo. Esas frases, más el acto fallido de Lanús y la renuencia de Chiche Duhalde dieron pábulo a una ola de versiones sobre recompoisición de las fórmulas duhaldistas a la gobernación y a la elección presidencial. La presencia reiterada de Ramón Puerta en Chapadmalal, donde el presidente buscó refugio, contribuyó a alimentar las versiones, que se acentuaron tras las confusas expresiones de Kirchner sobre la "recuperación para el Estado" de los ferrocarriles y la actividad petrolera, generadoras de alarma entre los inversores y rápidamente enmendadas (no por el candidato, sino por funcionarios del gobierno nacional).

A menos de ochenta días de las elecciones nacionales (ratificada por la Justicia la fecha del 27 de abril), Duhalde no consigue tener orden en sus propias filas, si bien puede envanecerse de que ha conseguido muchos de sus objetivos de obstrucción a la candidatura de Carlos Menem. En efecto, el Presidente quería evitar que hubiera una elección interna en el justicialismo y que el riojano surgiera vigorizado por un previsible triunfo en ella. Y lo logró: seguramente en la semana que se inicia la jueza María Servini de Cubría dictaminará que, después de tantas dilaciones, ya no hay tiempo para que el peronismo realice su comicio interno en el marco del cronograma previsto para las elecciones generales.

Duhalde quería que el peronismo llegara fragmentado en varias candidaturas al comicio de abril, de modo de procurar por esa vía restarle fuerza a la postulación de Menem. También parece seguro que cumplirá aquél deseo, aunque se verá si la dispersión impide al riojano acumular fuerza suficiente para garantizarse la victoria.

Lo que el Presidente, sin embargo, no consigue es parar un candidato propio que convenza siquiera a sus propias huestes. Los jeques del aparato del Gran Buenos Aires, como algunos duhaldistas del interior y personajes de la envergadura de Barrionuevo le siguen reclamando a Duhalde que sea él mismo, y no un intermediario inventado, el que asuma la batalla contra Menem. Pero el Presidente no parece dispuesto a que el apellido Duhalde (en su persona o en la de su mujer) corra el riesgo de una derrota ante Carlos Menem. El máximo riesgo que parece dispuesto a tomar para su apellido es la lucha por la provincia de Buenos Aires, pero allí es Chiche la que se resiste a jugar (al menos, como número 2 de Solá). En rigor, los comicios bonaerenses sólo ocurrirán en el mes de septiembre, una eternidad después de la decisiva elección de abril. ¿Puede especular Duhalde con un triunfo en Buenos Aires si previamente es derrotado por Menem en la presidencial? En definitiva, la frase de Barrionuevo alerta sobre la extrema vulnerabilidad de la estrategia duhaldista; si las urnas confirman que el candidato elegido por el presidente es, en verdad, "un perro muerto", las esperanzas presidenciales de mantener alambrada la provincia de Buenos Aires se desvanecen como un sueño, el destino se presenta, más bien, como cien años de soledad. Por eso, cabe esperar que las presiones del aparato bonaerense sobre el Presidente no cesen y que se intente aún, hasta la fecha de inscripción de candidaturas partidarias ante la Justicia, disolver la resistencia de Eduardo Duhalde a enfrentar a Carlos Menem en las urnas y ponerlo al frente de una batalla que él preferiría conducir desde la retaguardia.
Jorge Raventos , 09/02/2003

 

 

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