Eduardo Duhalde se apresta a descuartizar la fuerza política más numerosa de la Argentina. Ese imperfecto crimen, pese a la voluntad de su autor ideológico, probablemente no llegue a consumarse por la resistencia de la víctima. |
Eduardo Duhalde se apresta a descuartizar la fuerza política más numerosa de la Argentina. El peronismo, a partir de las indicaciones que el Presidente de la Nación ha dictado a su guardia bonaerense, debe presentarse dividido a las elecciones generales del 27 de abril. En rigor, la esencia de la instrucción reside en que el Partido Justicialista no debe postular candidato propio si ello implica que ese candidato surja de una elección interna en la que voten los afiliados y los independientes. De hecho, Néstor Kirchner, el patagónico caballo del comisario digitado por Duhalde (tanto, que ya lo presentó al presidente de Brasil como "el próximo presidente argentino" y hasta le dictó la eventual agenda, asegurando que su primer viaje sería a Brasilia), el, en fin, abanderado del continuismo duhaldista ha asegurado que presentará su candidatura "por afuera" del peronismo. Es que sabe que su padrino político se propone dinamitar "el adentro".
¿Cuál es el móvil de semejante crimen -o, si se quiere, suicidio- político? No hay un argentino que no esté anoticiado del motivo: Duhalde ha convertido en su máximo objetivo impedir que Carlos Menem pruebe su liderazgo en la competencia democrática del justicialismo, pues sospecha que el ex presidente triunfaría en esa justa y consolidaría así sus posibilidades de retornar a la Casa Rosada. Así, para derrotar a Menem, Duhalde no vacila en partir en piezas el justicialismo: está convocando a un congreso partidario para que anule la convocatoria a elecciones internas que otro congreso partidario formuló apenas cuarenta días atrás, cambie la constitución estatutaria del PJ y establezca el sistema de neolemas, es decir, que todos los candidatos peronistas participen a través de terceras estructuras políticas.
Las coartadas esgrimidas por el Presidente son frágiles y contradictorias. Afirma que "no se puede hacer la interna con padrones truchos". En rigor, se trata de los padrones que proporciona la Justicia Electoral, los mismos que se emplearán en la interna bonaerense que acaba de convocar el gobernador Felipe Solá y que -esta sí- fue aplaudida por el Presidente. Es cierto que Solá advirtió que en el caso de la elección bonaerense el árbitro será la Justicia Electoral, porque se trata de elecciones internas abiertas y simultáneas para todos los partidos. Lo que el gobernador (también a la sombra del ala presidencial) omite recordar es que fue por iniciativa del Presidente que fueron anuladas ("por única vez") las internas abiertas y simultáneas que dictaminaba la Ley de Reforma Política las que, de no haber sido suprimidas por la alianza duhaldista-alfonsinista en el Congreso de la Nación, se hubieran realizado ya bajo la supervisión de los jueces electorales.
En verdad, si el tema estuviera sometido al escrutinio de una justicia objetiva, las coartadas presidenciales no resistirían el análisis. De hecho, la Constitución Nacional, en su artículo 38, donde establece el carácter fundamental de los partidos políticos como pilares del sistema institucional, se dictamina que el Estado debe garantizar que en ellos rija la competencia transparente y democrática en la postulación a cargos electivos.
Pero el tema, más que judicial, es político. Lo que está por verse es si el peronismo, la única gran fuerza política subsistente (vista la crisis aguda que sufre la Unión Cívica Radical) se deja "suicidar" sin resistencia. Pretender decidir la suerte de un gran movimiento histórico, que transformó dos veces el país, en cónclaves de dirigentes (aunque ellos se refugien en la histórica quinta de San Vicente que perteneció a Juan Perón) es como querer levantar una olla por la tapa: lo más probable es que la olla se quede en su lugar.
El Presidente está comprobando en estos días la verdad del viejo consejo de El Principito que tan bien conocía Perón: hay que dar órdenes que vayan a ser cumplidas. La insistencia presidencial en imponer la candidatura de Néstor Kirchner sigue padeciendo la sorda (pero no tan muda) resistencia de las propias filas duhaldistas. La tenida de San Vicente en la que el santacruceño fue presentado en sociedad fue llamativa menos por las presencias que consiguió que por las ausencias que se observaron. Exagerando, podría citarse aquella frase de Macedonio Fernández: "Estaba tan vacío, que si faltaba alguien más, no cabía"
Por supuesto, constituiría una arbitrariedad decir que la reunión no fue significativa: Duhalde consiguió que se congregaran en San Vicente la mayor parte de su aparato bonaerense, varios gobernadores (de provincias Tesoro Nacional dependientes), algunos legisladores extraídos de provincias menemistas (el salteño Urtubey, el riojano Yoma) y hasta un funcionario que saltó a la celebridad merced a Carlos Menem como Daniel Scioli, que apunta a ser copiloto de la nave que conducirá Kirchner con la mirada fija en algún punto del horizonte. Pero no es menos llamativa la enumeración de ausencias: Alberto Mércuri (presidente de la Cámara Baja bonaerense y vieja espada del duhaldismo), Luis Barrionuevo (candidato a la gobernación de Catamarca y mosquetero presidencial con juego propio, que acompañó a Duhalde en la búsqueda de la candidatura de Reutemann y hasta en la postulación de José Manuel De la Sota, pero que ha tomado notoria distancia de la candidatura de Kirchner), Carlos Reutemann (envió dos observadores que se empeñaron en subrayar que su asistencia era meramente protocolar), Ramón Puerta (orientador del Frente Federal peronista), José Manuel De la Sota (ni siquiera lo invitaron, sabiendo cuál sería su reacción). Los cronistas ni siquiera registraron el presente de la senadora bonaerense Mabel Müller, siempre considerada una duhaldista de comunión diaria, igual que su esposo, el número 2 de la SIDE.
Duhalde está sufriendo la resistencia de muchos de los suyos, que desconfían de Kirchner y su atmósfera frepasista-aliancista. No comprenden que la estrategia de Duhalde reside, justamente, en reconstruir una alianza antimenemista con una porción del peronismo adentro.
La otra resistencia es la de los sectores del peronismo que no quieren acompañar una estragia antimenemista que, para consumarse, no vacila en dividir al justicialismo. Ese imperfecto crimen, pese a la voluntad de su autor ideológico, probablemente no llegue a consumarse por la resistencia de la víctima. |
Jorge Raventos , 20/01/2003 |
|
|