Colombia en la agenda política Argentina .

 

El pedido formulado por el presidente colombiano para que la fuerza internacional que se apresta a intervenir militarmente en Irak se traslade luego a las costas de su país para establecer un cerco que permita asestar un golpe a las redes del narcotráfico marca un punto de inflexión en la agenda política regional .
La situación de Colombia acaba de ingresar en la agenda política regional. La Argentina está hoy ausente en el escenario mundial. Sin embargo, en esta era de la globalización, el protagonismo internacional es condición para la existencia misma de la Nación.

La apelación realizada por el presidente de Colombia, Alvaro Uribe, para que la fuerzas militar multilateral, encabezada por Estados Unidos, que se apresta a intervenir en Irak se traslade luego a las costas de su país, a fin de establecer un cerco naval y aéreo que permita asestar un golpe decisivo a las redes del narcotráfico, marca un punto de inflexión en la evolución de la agenda política regional.

Es la primera vez en la historia que un gobierno constitucional de una nación sudamericana solicita formalmente la intervención militar internacional para restablecer la autoridad del Estado dentro de sus propias fronteras. Ese solo hecho, de carácter absolutamente inédito, alcanzaría para señalar que estamos en vísperas de episodios que habrán de signar durante muchos años la configuración del sistema de poder en el Cono Sur de América.

La iniciativa de Uribe revela hasta qué punto, más allá incluso de las vastas consecuencias derivadas de los atentados de Nueva York y Manhattan y de la guerra contra el terrorismo transnacional declarada por el gobierno de George W. Bush, la cuestión de la seguridad global y regional, que involucra la acción conjunta de la comunidad internacional para enfrentar mancomunadamente a las nuevas amenazas derivadas del delito transnacional, en particular del terrorismo y del narcotráfico, exigirá cada vez más perentorias definiciones políticas por parte de todos los países del mundo, incluyendo naturalmente a la Argentina y por supuesto también a Brasil, nuestro principal socio y aliado en el MERCOSUR.

Lo primero que hay que decir es que la lucha que libra el gobierno constitucional de Colombia contra la coalición de hecho formada entre el narcotráfico y los grupos guerrilleros que ocupan militarmente una crecida proporción de su territorio nacional es absolutamente justa. Como sucedía en la ex Yugoeslavia antes de la intervención de la OTAN en Kosovo, estamos frente a un conflicto intraestatal, que responde a otras causas pero alcanza aún mayores dimensiones, porque provoca decenas de miles de víctimas inocentes y violaciones masivas a los derechos humanos de las poblaciones civiles afectadas. Existe ya una variada jurisprudencia, avalada por las Naciones Unidas, en el sentido de que en estos casos se justifica la intervención de la comunidad internacional, más aún en una situación en que dicha presencia es requerida por el propio gobierno constitucional del país afectado.

En segundo lugar, resulta fundamental comprender que lo que ocurre en Colombia no se trata de un problema ajeno para la Argentina. El triunfo de las fuerzas legales en la guerra civil colombiana constituye una necesidad estratégica para todo el continente americano. Colombia es el principal productor y exportador mundial de cocaína. Salta a la vista que la expansión de las redes colombianas de la droga tiene una relación directa con el peligroso auge de la criminalidad que se registra actualmente en los grandes centros urbanos de Brasil y la Argentina, desde Río de Janeiro y San Pablo hasta Buenos Aires.

Es tan cierto como obvio que la Argentina no limita con Colombia, como sí sucede en cambio con Brasil, Ecuador, Perú, Venezuela y Panamá, cuyas fronteras están directamente amenazadas por la posible propagación del conflicto. Pero sería totalmente ingenuo y miope desconocer otra circunstancia incontrastable: una parte importante del éxito en la acción necesaria para restaurar el imperio de la ley y la seguridad pública en el conurbano bonaerense, algo que representa un objetivo urgente y prioritario en la Argentina de hoy, se juega dentro de las fronteras colombianas.

La remanida idea de que una participación activa de la Argentina y de los demás países sudamericanos en la resolución del conflicto de Colombia supone un gesto de obsecuencia hacia la diplomacia norteamericana ignora el hecho de que es el mismo presidente constitucional colombiano quien promueve esa intervención internacional y la evidencia de que Estados Unidos, principal consumidor de la droga colombiana, habrá de tomar inevitablemente cartas en el asunto.

Lo que se trata de decidir, en definitiva, ya no es si habrá o no una intervención internacional en Colombia. La verdadera opción estratégica que enfrentamos es si la preservación de la seguridad regional será asumida como una tarea propia e indelegable por parte de las naciones sudamericanas, en primer término de los aliados del MERCOSUR, o si por el contrario, por aquello de que la Naturaleza aborrece el vacío, esa misión será delegada en los hechos en Estados Unidos, mientras que nuestros países sólo se reservarían el deslucido derecho de limitarse a protestar retóricamente contra lo que otros hagan en nuestro lugar.

La Argentina está hoy virtualmente excluída del escenario regional y mundial. Su injustificable ausencia en el flamante grupo de países amigos de Venezuela, conformado por iniciativa de Brasil e integrado también por Estados Unidos, Chile, México, España y Portugal, es un muy serio llamado de atención. En la nueva era histórica de la globalización, el protagonismo internacional es condición para la existencia misma de la Nación. El futuro gobierno constitucional tendrá que asumir de entrada esa responsabilidad. Y la definición estratégica sobre la cuestión colombiana puede ser el "leading case".
Jorge Castro , 20/01/2003

 

 

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