Seis meses de soledad .

 

Sorpresivamente, esta semana el duhaldismo abrió una puertita a la negociación con su mayor adversario. ¿Cuáles pueden haber sido los motivos?
Hasta siete días atrás, el gobierno de Eduardo Duhalde parecía interpretar un argumento excluyente: eludir de cualquier manera la elección interna del partido Justicialista en la que -le indican todas las encuestas, como el espejo a la madrastra de Blancanieves - se impondría Carlos Menem. Sin embargo, sorpresivamente, esta semana el duhaldismo abrió una puertita a la negociación con su mayor adversario. ¿Cuáles pueden haber sido los motivos?

En algún sentido, el duhaldismo se pialó en su propio lazo. El congreso partidario que promovió a mediados de noviembre anuló -por unanimidad y con el respaldo forzado de los delegados del interior- la fecha preestablecida para la interna (15 de diciembre) pero, para hacerlo, tuvo que establecer otra fecha: el 19 de enero de 2003. Ahora, cuando comenzó a moverse para conseguir una nueva postergación o, eventualmente, la anulación lisa y llana de esos comicios, el gobierno se topó con la sorda resistencia de gobernadores a los que contabilizaba como aliados.

Varios de ellos han hecho saber a los operadores de la Casa Rosada que las internas deben realizarse y que, para cambiar la fecha, es preciso un nuevo congreso en el que participen todos los actores principales o, como mínimo, un consenso firme de esas mismas características. El peronismo del interior empieza a manifestar así su voluntad de no ser llevado de las narices por el aparato bonaerense.

Rápido de reflejos, el menemismo anunció que, en caso de convocarse a un congreso sus delegados concurrirán. Entretanto, reclama que se cumpla la resolución preexistente: que la interna se produzca el 19 de enero.

Así, la legalidad partidaria y la nueva atmósfera política que vive el PJ parecen poner al duhaldismo ante una opción de hierro: concretar la elección dentro de 42 días o buscar un nuevo consenso (que de alguna manera incluya al menemismo) para fijar una nueva fecha, que de todos modos no podría ser posterior al 23 de febrero. Toda una epopeya para ganar un mes de tiempo.

El verdadero problema político del duhaldismo es que sigue careciendo de un candidato competitivo para enfrentar a Menem, de ahí la insistente presión de sus operadores (principalmente Luis Barrionuevo) por empujar al ruedo a Carlos Reutemann, haciendo oídos sordos a la recurrente negativa del santafesino.

El gobierno trata de evitar lo inevitable: cada día que transcurre el 25 de mayo está más cerca y el poder del presidente transitorio (que nunca fue grande) se vuelve más débil. La obediencia debida de las provincias sujetas a la dependencia de los giros de la administración central se va evaporando y las propias filas empiezan a desmoralizarse y a investigar nuevos horizontes.

Para colmo, ese paulatino aislamiento interno se refuerza con la desconexión internacional. El canciller Carlos Ruckauf, como antes hiciera el ministro de Economía, Roberto Lavagna, traduce la impotencia ante el fracaso de los acuerdos con el FMI bajo la forma de un discurso irritado, amenazante e inconducente. La Argentina del primer centenario, décima economía del planeta, responsable por la mitad del PBI de toda América del Sur y por un 7 por ciento de la economía mundial tenía fuerza para permitirse ese tipo de arrestos. Pero esta Argentina enclaustrada, con sueños de veranito, este año verá caer su producción en un 12 por ciento (y estará así un 15 por ciento por debajo del promedio de crecimiento de América Latina), representa apenas una décima parte de la economía continental y sólo participa en algo más de un 0,3 por ciento del comercio mundial.

El presidente Duhalde terminará 2002 siendo uno de los únicos tres presidentes de América del Sur (los otros dos: el paraguayo Luis González Macchi y el venezolano Hugo Chávez) que no fueron invitados a reunirse con el presidente de los Estados Unidos.

El titular del Fondo Monetario Internacional, Horst Kohler, visitó esta semana Brasilia y Santiago de Chile, pero no consideró necesario pasar por Buenos Aires. Argentina se desliza hacia la declaración del default con el FMI en el mes de enero.

Así, la soledad del presidente transitorio tiende a ensancharse con el paso del tiempo. Y con ella, la capacidad relativa para incidir sobre los acontecimientos, para construir una retirada en orden hacia el distrito bonaerense (donde Felipe Solá exhibe algunas muestras de independencia que afiebran al duhaldismo puro y duro). Quizás hay que buscar en esos datos de la realidad los motivos por los cuales un sector del oficialismo decidió esta semana ensayar una sensata táctica negociadora: es un intento por usar el poder restante antes de que el tiempo culmine su implacable tarea de desgaste. Antes de que la soledad lo ensombrezca todo.
Jorge Raventos , 09/12/2002

 

 

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