¿ La Tablada dos ? .

 

Paralelismo entre ciertos aspectos políticos de aquel operativo guerrillero de enero de 1989 y algunas denuncias sobre el estallido una posible oleada de violencia política en las próximas semanas.
Hegel decía que la historia se repite dos veces, primero como farsa y después como tragedia. Salta a la vista que existen sectores del gobierno que, sintiéndose políticamente acorralados, por el inminente agravamiento de la crisis económica y social, están dispuestos a contribuir a la vigencia de ese axioma.

Las acusaciones lanzadas por funcionarios gubernamentales contra el ex embajador argentino en Estados Unidos, Diego Guelar, a quien le atribuyen la realización de gestiones secretas tendientes a entorpecer las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional, se parecen como una gota de agua a la otra a las diatribas contra Domingo Cavallo desparramadas a principios de 1989 desde el gobierno de Raúl Alfonsín, cuando el radicalismo le endilgaba haber intervenido personalmente para frustrar un acuerdo entre la Argentina y el FMI, con el objetivo de provocar el estallido hiperinflacionario y el caos social.

Esta imputación contra Guelar está absolutamente en línea con las insinuaciones acerca de que personas allegadas a Carlos Menem estarían detrás del ahora inminente fallo de la Corte Suprema de Justicia que declarará la inconstitucionalidad de la pesificación, una resolución judicial que, según afirmó el titular del Banco Central, Aldo Pignaneli, podría obligar a emitir una cifra cercana a los 80.000 millones de pesos, lo que equivale a decir hiperinflación instantánea.

En ambos casos, resulta obvio que el gobierno se encuentra en las vísperas del estallido de dos problemas virtualmente insolubles. Puesto frente a esa situación de extrema emergencia, al no tener soluciones, busca identificar culpables. Y, como se trata siempre unir la necesidad con la conveniencia política, el culpable es otra vez Menem, tal cual ocurriera durante la agonía del gobierno de Alfonsín.

Pero estas maniobras de distracción son apenas un juego de niños en comparación con la pretensión de dirigentes piqueteros como Jorge Castells, Luis D' Elía y Juan Carlos Alderete de responsabilizar a sectores del "menemismo" del conurbano bonaerense de estar impulsando sigilosamente una presunta ola de violencia que se desataría en las próximas semanas. Más aún cuando existen indicios incontrastables acerca de que esa oleada de disturbios, en parte financiada con fondos correspondiente a los programas sociales del gobierno nacional, puede efectivamente producirse y, peor aún, cuando median también presunciones serias de que hay sectores del oficialismo, con ramificaciones en algún organismo de inteligencia, inocultablemente interesados en promoverla.

También en este tema hay antecedentes cercanos. En enero de 1989, en plena campaña electoral y días antes del asalto al cuartel de La Tablada, Jorge Baños, un alto dirigente del Movimiento Todos por la Patria, que resultó muerto en los enfrentamientos registrados en esa jornada, habló en todos los canales de televisión, en aquel entonces administrados por el Estado, para denunciar la existencia de un pacto entre Menem y los militares "carapintada".

Conviene tener en cuenta que en esa oportunidad, al ingresar a la unidad militar, los militantes del MTP vestían uniformes del Ejército y arrojaron volantes en los decían responder a las órdenes del coronel Mohamed Alí Seinendín. Tampoco es ocioso recordar que, durante las varias horas de confusión que siguieron a la toma del cuartel, el vocero presidencial insistía ante los periodistas en caracterizar a los guerrilleros como oficiales "carapintada".

De haber resultado cierta esa caracterización gubernamental, con la previa denuncia pública de Baños mediante, es altamente probable que Menem hubiera quedado marginado de la carrera electoral del 89. Sucedió que el operativo fracasó : la intención originaría de los militantes del MTP había sido ocupar el cuartel disfrazados de "carapintadas" para luego abandonarlo. La rápida intervención de la policía bonaerense y de tropas del Ejército, cuyos efectivos cercaron el lugar, les cortó la retirada.

Hubo en definitiva "dos Tabladas" : por un lado, la que quiso ser y, por el otro, la que en definitiva fue. La segunda de ambas fue la única que se ventiló en el juicio contra Enrique Gorriarán Merlo y sus camaradas. La primera, que fue la verdaderamente pretendida, quedó sepultada hasta hoy en el misterio y en el olvido.

Cuando Castells, D' Elía y Alderete aparecen hoy en los medios de comunicación social cumpliendo un papel semejante al desempeñado por Baños en el 89, cuando acusaba a otros de estar por hacer lo que él mismo y sus compañeros estaban a punto de protagonizar, vale la pena desear que Hegel tenga razón y que esta repetición histórica termine en farsa y no desemboque en tragedia.

Pascual Albanese , 28/11/2002

 

 

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