Victor Lapegna

 

Texto de la exposicion de Víctor Lapegna en la reunión del centro de reflexión para la acción política Segundo Centenario, llevada a cabo el día 5 de Noviembre de 2002, en el Hotel Rochester, Esmeralda 546
Quiero agradecer esta oportunidad que nos brindan los compañeros y amigos de este centro de reflexión y acción política que es Segundo Centenario; a Jorge Castro, Pascual Albanese , Enrique N´haux, Jorge Raventos, Mario Baizán y también a Luis Jalfen, autor del último libro que se presentó en este ámbito.

Cada tanto se escriben obituarios dedicados a la muerte del peronismo a los que la realidad se encarga de desmentir sistemáticamente, desde 1955 hasta hoy mismo. En estos días aparecieron varios trabajos, que reiteran este paradójico obituario inútil acerca de un sujeto que, gracias a Dios, conserva tan potentes signos de vitalidad que hoy todos admiten que, si se deja votar al pueblo, el próximo presidente de los argentinos va a surgir del Movimiento Nacional Justicialista. No obstante , como decía mi compañero y amigo Enrique N´haux, ciertos sectores ideologizados de la dirigencia argentina reiteran cada tanto la crónica de una muerte anunciada del peronismo, en la que hacen consideraciones acerca de un hecho que nunca sucedió. Siendo la muerte un dejar de ser lo que se es para adoptar otro modo del ser, con su anuncio prematuro de la muerte del peronismo, esos frustrados profetas las más de las veces expresan su deseo siempre irrealizado de que el peronismo deje de ser lo que es, para convertirse en lo que ellos quisieran que sea.

Esos ideócratas no terminan de aceptar que el general Juan Domingo Perón, en 1974 y en toda su vida política, se negara a ser José Antonio Primo de Rivera o Ernesto Guevara, Benito Mussolini o Lenin, que es lo que ellos habían imaginado.

Contrariando a quienes querían hacer de él un instrumento maleable al servicio de cosmovisiones que no eran la suya y convertir al Movimiento Nacional Justicialista en una filial local del socialismo o del fascismo, Perón se empecinó en no ser otra cosa que él mismo y frustró a quienes pretendían sustraerle la conducción del Movimiento por él creado, para que fuera lo que no es.

Desde 1974 y en un comportamiento teñido de inmadurez adolescente, hay quienes no cesan de culpar a Perón y al peronismo por que se negaron a morir, esto es, a resignar su ser para asumir otro ser, conforme al deseo de quienes así lo pretendían. Esto sucedió hace ya casi 30 años, el peronismo sigue vivo y aquella experiencia que el peronismo vivió en la década del setenta tiende a reiterarse, aunque adecuada a las circunstancias propias de estos inicios del siglo XXI.

Así como en los setenta había quienes decían que Perón los había traicionado por negarse a ser el líder socialista que ellos querían que fuera, hoy hay quienes dicen que la conducción política que Carlos Menem ejerció en el Justicialismo desde 1988 y la gestión presidencial que ejerció en la Nación desde 1989, por no haber hecho lo que ellos querían que se hiciera y no ser lo que ellos pretendían que fuera, contrarió los principios del peronismo.

Uno de los objetivos que nos llevó a Calviño y a mí a publicar este libro y a titularlo "La Inevitable Vigencia del Incorregible Peronismo" fue refutar esa falacia y mostrar la coherencia absoluta que une al mas ortodoxo peronismo con el menemismo. Esa coherencia se expresa en la defensa de las tres banderas históricas del Justicialismo que, según enseñó Perón, constituyen el corpus ideológico esencial de nuestro Movimiento.

La Justicia Social, la primera de las tres banderas históricas del peronismo, tiene un pilar fundamental en el salario y podría decirse que existen las condiciones esenciales de la justicia social cuando una familia trabajadora puede comprar la comida que hace a la dignidad e identidad de los argentinos, es decir que incluya pan y carne, con menos del 50 por ciento del valor del salario básico. Eso sucedió en los gobiernos que presidieron Perón y Menem.

La Libertad Económica, que es la segunda bandera histórica del peronismo, se refleja en un crecimiento sustentable de la economía, condición necesaria para que haya justicia social, que es lo que se verificó en la Argentina durante las presidencias de Perón y de Menem. Hay quienes, a sabiendas o no, adulteran los principios del Justicialismo y reemplazan la Libertad Económica por la Independencia Económica, con lo que convierten al instrumento en un objetivo. El objetivo del Justicialismo es hacer una Argentina económicamente libre. En 1947 la independencia económica que Perón proclamó en Tucumán era un instrumento adecuado y funcional para construir una economía libre, en las condiciones propias de ese momento histórico. Convertir a la independencia económica en una bandera del Justicialismo es deformar nuestra ideología. Nadie ha de haber gritado nunca en ningún acto peronista por una "Patria, Justa, Independiente y Soberana". La consigna fue y es hacer una "Patria Justa, Libre y Soberana", dado que el peronismo no confunde los instrumentos los objetivos. El objetivo es construir una Argentina económicamente libre, apelando a los instrumentos adecuados a cada momento de la evolución y eso es lo que hicieron Perón y Menem.

La Soberanía Política, tercer bandera histórica del Justicialismo, no debe confundirse con la Soberanía Nacional, principio del derecho internacional público que se modifica con la evolución. La Soberanía Política se vincula con la primera de las 20 Verdades del Justicialismo que afirma que "Un gobierno democrático es aquel que hace lo que el pueblo quiere y defiende un sólo interés, que es el del pueblo" y dado que hasta ahora no se ha inventado un mecanismo mejor para saber lo que el pueblo quiere que permitir al pueblo expresar su decisión en elecciones libres, posibilitar y respetar esa expresión de la voluntad popular es el pilar esencial de la Soberanía Política, que traduce la insobornable vocación democrática del Justicialismo. El 17 de Octubre de 1945 nada ni nadie podía impedir al entonces Coronel Perón separar al Presidente Farell y hacerse cargo del gobierno revolucionario que había asumido en 1943. Sin embargo, cuando Farell convoca al coronel Perón a la Casa de Gobierno el mismo 17 de octubre y le pregunta que hay que hacer, Perón le responde que hay que llamar a elecciones. Pese a que, sin ningún riesgo, podía tomar el poder de facto en ese momento, Perón decide asumir el enorme riesgo de marchar a las elecciones del 24 de febrero de 1946. En ese comicio tuvo que competir con la Unión Democrática, en la que se reunían los principales partidos de entonces como la UCR, la democracia progresista, los socialistas, los comunistas y que tenía el apoyo de parte de los conservadores y del embajador de Estados unidos, Spruille Braden. Perón fue a las elecciones sin tener tras de sí un verdadero partido político, con escasos recursos, sin punteros, sin fiscales. Perón obró de ese modo porque tenía la plena convicción de que el único poder político verdaderamente fuerte es el que se basa en el apoyo popular, expresado en elecciones libres. Ese es el principio democrático de la Soberanía Política que Perón y Menem respetaron escrupulosamente.

Un principio que, en primer término, se aplica para establecer el liderazgo al interior del Movimiento Nacional Justicialista. El propio liderazgo de Perón fue puesto en tela de juicio en 1965, cuando algunos sectores internos del Movimiento postulaban que "para estar con Perón hay que estar contra Perón". El General no respondió a quienes pusieron en cuestión su conducción con medidas administrativas o recursos leguleyos. Los enfrentó en el plano político recurriendo al voto popular y convirtiendo a las elecciones legislativas generales de aquel año de 1965 una elección interna implícita, en la que se enfrentaron quienes estaban "de pie junto a Perón" y quienes lo cuestionaban. Ganó Perón y quienes lo enfrentaron se sometieron al mandato popular y aceptaron la conducción del General. Después de su muerte física, como lo dijo él mismo, la herencia política de Perón quedó en manos del pueblo múltiple y anónimo y ese pueblo, en las elecciones internas de 1988, decidió otorgar la administración de aquella herencia a Carlos Menem.

Esas elecciones internas fueron un ejemplo de renovación política democrática que consagraron algo aún más importante que el candidato presidencial del Partido Justicialista, designaron al legítimo heredero de Perón en la conducción del Movimiento Nacional Justicialista y al igual que en 1965, quienes quedaron en minoría se sometieron a la voluntad mayoritaria del pueblo.

Como puede constatarse, Perón y Menem cumplieron con las tres banderas históricas del Justicialismo. Hoy, en cambio, no hay Justicia Social porque, devaluación mediante, un trabajador que percibe el salario básico debe destinar casi el 80 por ciento de sus ingresos para comprar la comida de su familia y en lo que va del año la pobreza y la indigencia crecieron a niveles catastróficos.

Hoy no hay Libertad Económica, porque este año la economía no hizo más que decrecer y nuestro país permanece aislado de un mundo que mira el camino recorrido por la Argentina de diciembre de 1999 hasta hoy con una mezcla de asombro, compasión y enojo, viendo cómo en ese breve lapso se estableció una brutal negación de los más elementales derechos económicos - comenzando por el de propiedad - que llevó a que desaparecieran la inversión y el crédito e ingresáramos en una crisis de dimensión inusitada.

Hoy no está vigente la Soberanía Política, dado que Eduardo Duhalde lleva ya casi un año ocupando la Presidencia de la Nación sin haber sido elegido para ello por el voto del pueblo, a diferencia de otras Presidencias de signo justicialista que, por no haber surgido del voto popular, asumieron por un breve período como que no excedía de un trimestre (tales los casos de Raúl Lastiri o Adolfo Rodriguez Sáa) y que esa ilegitimidad de origen se agrava por las impúdicas maniobras de Duhalde dirigidas a impedir que el pueblo ejerza la soberanía política, postergando la realización de las elecciones internas del Justicialismo y de las elecciones generales.

Porque no hay Justicia Social, Libertad Económica ni Soberanía Política, podemos decir que el gobierno de Duhalde, a diferencia de los de Perón y los de Menem, está demostrando que ni es peronista ni es democrático.

Para terminar , quiero recordarles un antiguo chiste gorila según el cual ninguna persona es, a la vez, peronista, intelectual y honesta. Si es peronista e intelectual no es honesta, si es peronista y honesta no es intelectual y si es intelectual y honesta no es peronista.

Si Uds. me perdonan la pizca de soberbia que esta afirmación puede contener, estoy convencido que los cuatro autores de los libros que se presentan hoy, los compañeros de Segundo Centenario y muchos entre Uds., como tantos otros argentinos que han sido y serán, probamos con nuestra vida que se puede ser peronista, intelectual y honesto.
Victor Lapegna , 28/11/2002

 

 

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