(Texto de la exposicion de Enrique N¨Haux en la reunión del centro de reflexión para la acción política Segundo Centenario, llevada a cabo el día 5 de Noviembre de 2002, en el Hotel Rochester, Esmeralda 546 |
Buenas Noches. En primer lugar, quería decir que este libro es un producto de estos cinco años de ininterrumpidos intercambios de ideas en las reuniones de Segundo Centenario que me permitieron profundizar la temática que ya había empezado en forma explorativa en mi primer libro "Menem-Cavallo: el Poder Mediterráneo" (1993), en un ensayo de 1994 sobre Bartolomé Mitre y últimamente el trabajo sobre Saúl Taborda que presenté en un Congreso de Ciencias políticas llevado a cabo en Córdoba.
Ahora bien, el título del libro que hoy se presenta, a saber, "Harvard o Barranca Yaco. Capitalismo de Cavallo, federalismo de Menem y anarquismo de Saùl Taborda" hace referencia a las fuerzas sociales y el tipo de poder que se construyó en la década de 1990 en la Argentina. Obviamente "Harvard" y "Barranca Yaco" son dos metáforas cuyas referencias el lector puede darse cuenta enseguida que son Domingo Cavallo y Carlos Menem La primera porque el economista cordobés es egresado de esa universidad donde se formó en la teoría económica neoliberal norteamericana en auge académico en los '70 y que luego incidió directamente en las transformaciones de Margaret Thatcher y Ronald Reagan antes de ser aplicada exitosamente en la Argentina, mientras que Barranca Yaco es el símbolo por excelencia de Facundo Quiroga, el paraje cordobés donde fue asesinado, pero también, como una muestra del poder del pasado sobre el presente, el lugar que sirve de invocación esotérica al espíritu del muerto por parte de Sarmiento en el comienzo de su Facundo que publica a los diez años de eso, en 1845, y mucho más tarde, 140 años después del libro del ilustre sanjuanino el mismo lugar es utilizado para una advocación mítico religiosa también en un aniversario de ese crimen político, el 16 de febrero de 1984, cuando Carlos Menem entonces gobernador de la provincia de La Rioja produce un espectáculo político (llega en una caravana de 60 jinetes emponchados con los símbolos rojos federales) de gran significación futura, a saber, su proclamación a la precandidatura presidencial dentro del peronismo, utilizando como evocación del ilustre caudillo, no solo el lugar, sino también parafraseando varias veces su discurso (el principal "siganme que no los voy a defraudar") y su ideario federalista anticentralista.
En cuanto a la mención de Sàul Taborda, es un autor típicamente cordobés que murió en 1944 y que como Sarmiento fue seducido por la figura del gran caudillo riojano tomando el nombre de Facundo para una revista política doctrinaria cuyo primer número salió también en un día aniversario del suceso de Barranca Yaco, pero en el año 1935 cuando se cumplía el centenario de ese hecho, reactualizando la densidad simbólica del mito. Taborda escribió mucho durante las décadas de 1920 y 1930 y se convirtió en un crítico muy fuerte de la modernización capitalista conservadora de la generación de 1837 y la de 1880. Lo más significativo de este autor cordobés consiste en que en ese primer numero de su revista Facundo, el día que se cumplía 100 años, escribe la columna editorial bajo el título de "Meditaciones de Barranca Yaco" (vean ustedes otra vez el fantástico potencial de sentido de este lugar-símbolo) y allí dice dos cosas sorprendentes vistas desde la perspectiva de hoy y del cambio de los noventa, pronuncia en ese escrito lo que yo denomino dos "cuasi profecías".
La primera es que la organización de la sociedad basada en la centralización estatal -el modelo francés- terminaría fracasando en la Argentina porque se estaba queriendo imitar algo que no respondía a la esencia comunalista de los orígenes sociales del país y, en segundo lugar, también profetizó que en el futuro en la historia argentina aparecerían otros lideres con la impronta popular como la de Facundo Quiroga porque éste había sido la quintaesencia de la relación líder-pueblo. Obviamente la manera en que Carlos Menem, en las décadas de los setenta y los ochenta del siglo pasado reactivó el imaginario facundista, en todo sentido, es decir, no sólo discursivamente sino también gestualmente, en la forma de vestirse, la insistente repetición del ritual, etc y, luego, la manera en que su gobierno de la década de 1990 desarticula el excesivo centralismo estatal que había caracterizado hasta ese momento la organización social argentina, es lo que me ha parecido un dato digno de registrarse en la interpretación histórica de los noventa.
En el libro hay una recreación muy fuerte de ese diálogo que Sarmiento lleva a cabo con la cultura mediterránea que había dado origen al liderazgo de Facundo. Justamente, uno de los elementos que destaco en mi análisis es el gran rol que la imaginación histórica jugó como factor de motivación de militancias -lo que llamo el "entusiasmo instituyente" (si ustedes quieren "mística")- que se puede observar en la construcción de poder y liderazgo, tanto de Carlos Menem como también de Domingo Cavallo y la Fundación Mediterránea; ambos movimientos finalmente convergieron, uno con su liderazgo social, otro con su pensamiento económico y sus consensos empresarios, para hacer la transformación de los noventa.
Se da allí, por ejemplo, que mientras Cavallo se forma políticamente admirando a Sarmiento, Menem lo hace admirando a Quiroga, y ambos a Alberdi. Pero todavía hubo más imaginación histórica que ejerció como dije un rol de motivación para militancias políticas. En el caso de los empresarios cordobeses una de las motivaciones esenciales, además de la lucha por sus intereses inmediatos, fue la liga de gobernadores que encumbró a Julio A.Roca y que fue organizada desde Córdoba, por Juárez Celman.
En la década de 1970 el líder de este operativo fue Pedro Astori, un piamontés que venía del norte de Italia (y por lo tanto ya traía una vocación anticentralista federalista de su país de nacimiento, piensen ustedes que esta región del norte es fuertemente separatista respecto al poder en Roma, el centralismo porteño italiano). El autor del discurso federalista que Astori tomaba era José Castro Garayzabal, en ese entonces funcionario de la Renault, pero en ese entonces joven abogado muy destacado del foro cordobés con antecedentes familiares muy fuertes en la zona norte de Córdoba y por lo tanto, en la tradición cordobesa, cuyo padre había sido secretario de Aguirre Cámara, un demócrata conservador, un gran dirigente muy recordado todavía hoy en Córdoba.
Éste Castro, no Jorge, sino José, era junto con Astori uno de los principales dirigentes de ADIC, hoy la UIC y es el que llevó a cabo la tarea persuasiva dentro de la UIA de ese entonces y entre las organizaciones industriales de las provincias, primero del centro y norte mediterráneo; y lo hacía exhortando a formar "una nueva Liga de Gobernadores", para derrotar al "centralismo porteño", pero esta vez la liga seria de entidades empresarias que influían sobre sus respectivos gobernadores. También tuvo un rol significativo Fulvio Pagani, el otro socio fundador; este empresario que operaba en la rama agroindustrial, fue uno de los primeros en alertar el carácter distorsivo del exceso de protecciones industriales de los proveedores de equipos e insumos a la agroindustria que aumentaba mucho sus costos porque se pagaban precios superiores a los internacionales y entonces esto frenaba poderosamente el inmenso potencial exportador de las producciones regionales.
Es decir, tanto Menem como la Fundación Mediterránea compartían un mismo ideario federalista, y ambos representaban dos fuerzas sociales muy representativas de esa gran tradición mediterránea, una política y la otra económico empresarial, pero de empresas pymes del interior, regionales, una distinción que hay que tener en cuenta cuando se habla de fundaciones empresarias e institutos de estudios económicos en el país. Lo que se puede advertir entonces es que el ideario federalista y su imaginario histórico fue un factor de motivación muy poderoso tanto en el campo empresario como en el campo político como para que movilizara gente en ambos campos y se formara liderazgo y se construyera poder y se hiciera una transformación histórica con efectos institucionales.
Esta común motivación federalista es la clave para entender ese fenómeno tan característico de la transformación de los noventa, a saber, cómo la gran potencia movilizadora del movimiento peronista conducida por un líder provincial federalista fuera puesta al servicio de un programa económico neoliberal cuyo objetivo era básicamente desarticular el "centralismo porteño", es decir, esa hiperestructura burocrática que se fue construyendo por sucesivos agregados hasta conformar un poder de decisión dependiente de los lobbies empresarios más poderosos y que asfixiaba a los empresarios y las sociedades del interior. En el libro yo asimilo "centralismo porteño" a "capitalismo no competitivo", y eso era en esencia ese tipo de organización económica, la patria contratista, la denominada "burguesía prebendataria" que socavó las fuentes fiscales del Estado hasta producir su desplome total en la hiperinflación de 1988/89 y luego en el rebrote de 1990/91 hasta que sobrevino la Ley de Convertibilidad, en abril de este último año.
Poco se recuerda que la Constitución de 1853 que surge "por voluntad y elección de las provincias" las atribuciones y facultades son, como dijo Pedro J.Frías, la regla para las provincias y la excepción para la Nación. ¿Qué significa esto?, que las provincias querían la unidad nacional, pero no querían un estado hiperburocrático, supra provincial, que asfixiara y dominara sobre la voluntad de autonomía de las provincias, algo que evidentemente no ocurrió después, sino todo lo contrario. O sea en el cambio de los noventa, algo que no se advirtió debidamente, hay una fuerte reactualización del espíritu federalista y de las normas de la Constitución de 1853/60.
Tal es así que en lo político doctrinario al santiagueño Gorostiaga, que junto con Alberdi fue otro de los grandes inspiradores de esa constitución, se lo llamaba "el Jefferson argentino"; en tanto que de Alberdi, además del sesgo presidencialista, lo que el cambio de los noventa produce es una puesta en vigencia de las instituciones económicas de esa Constitución (la libertad económica, el presupuesto, el valor de los contratos y del ahorro, etc). Todavía se puede decir más respecto a como el cambio de los noventa restituye aquel espíritu federalista que recoge Menem en los '70 y '80s; en tal sentido se puede recordar que desde Artigas, pasando luego por Dorrego, Alberdi, Facundo Quiroga, Alsina, y otros líderes provinciales, el modelo norteamericano de autonomías estaduales era el que más tenían como referencia cuando se debatía sobre la forma de organización que debía adoptar nuestro país y que Menem junto con la gente de la Fundación Mediterránea reactualizan, reinterpretan y empiezan a poner en práctica con sus decisiones desde el gobierno.
Por eso uno de los significados más importantes de la "gran década" como la llamó en un reciente libro Jorge Castro, es el fuerte proceso de descentralización que se impulsó que se puede constatar a través de la drástica reducción de la Administración Central, algo que frecuentemente no se tiene en cuenta cuando se consideran los significados de esa reforma menenista. Tanto la Reforma del Estado y la Ley de Emergencia Económica en 1989, pero de una manera más decisiva luego las privatizaciones y las desregulaciones, operaron una drástica reducción de los niveles burocráticos del gobierno nacional.O sea, volviendo a aquel juramento de Barranca Yaco en 1984, Menem no defraudó en el cumplimiento de su mandato federalista, el mismo que había construido su liderazgo y su poder en las dos décadas previas, a partir de sus primeros movimientos en aquel pueblo-encanto que es Anillaco (del cual Mariano Grondona cuando lo vio por primera vez, dijo que le hizo acordar al Tibet, un testimonio excelente con el cual quiso dar a entender la íntima relación que en ese paisaje se produce entre el ser humano y el cosmos misterioso), en la federalísima La Rioja, la cuna de Facundo Quiroga.
Esta constatación me ha permitido una conclusión importante que está en el libro, a saber, la diferente procedencia de Menem comparada con la de Perón. El fundador del justicialismo provenía de la tradición corporativa y nacionalista del Ejército, que fue en esa época, traspolando la metáfora del General, la "columna vertebral" de la formación de la Nación porque si se recuerda bien, la Nación queda constituida cuando se federaliza Buenos Aires gracias a la derrota de la rebelión del último caudillo autonomista, Carlos Tejedor que junto con Bartolomé Mitre que se había hecho cargo de la resistencia frente al Presidente Avellaneda, fueron derrotados en nombre de la Nación por el ejército al mando de Julio A. Roca, que, enseguida pasaría a ser presidente. O sea, Perón proviene de la tradición de formación de los estados naciones donde se imponen los partidarios de la unidad estatal sobre los partidarios de la preservación de las autonomías provinciales, más inclinados a formas confederadas de unidad nacional.
En cambio Menem, proviene de la tradición de los caudillos provinciales derrotados por el Ejército nacional que estaba al servicio del proyecto bien liberal de formación de un mercado interno unificado que era lo que necesitaba la burguesía capitalista. Pero a fines del siglo XX la situación era otra, en dirección al debilitamiento de los estados nacionales y su poder de decisión, sobre todo en materia de política económica. Por esta razón en los noventa se produce con origen en el centro mediterráneo esa combinación tan bien lograda de neoliberalismo de capitalismo de mercado y fuerte tradición mediterránea que representa un punto óptimo posible de gestión entre la fuerza del imperativo del sistema y la siempre viva potencia del imperativo cultural.
Se trata de dos fuerzas que enmarcan toda la historia argentina, porque, si se fijan bien, en la historia argentina ya desde el primer proyecto de modernización capitalista de los revolucionarios de 1810 y luego de la generación de 1837 basado en una adecuación al imperativo globalizador capitalista de aquel período del siglo XIX hubo como un conflicto crónico con la demanda del imperativo cultural, es decir, aquello que en el nivel de la mentalidad popular era proveedor de sentido y llevaba a configurar un fuerte sentimiento de pertenencia a partir de sus prácticas sociales en ese medio mediterráneo. Si la experiencia del noventa es importante es porque se logra, como dije antes, mediante una adecuada conducción política, la conciliación y la complementariedad del principio (imperativo) del sistema capitalista globalizador con el imperativo cultural donde se nutre lo más íntimo del sentimiento popular argentino, el factor que es determinante para entender cómo se determinan los liderazgos y la autoridad política en el seno del pueblo porque ese principio tiene sus raíces en las dimensiones afectivo emocionales de esa sociedad.
Aquí en este último aspecto recién mencionado, hay que buscar el éxito perdurable del peronismo.
A propósito de este tema, en el libro se sugiere una respuesta a este fenómeno que hoy se percibe con tanta fuerza en el escenario político argentino, a saber, el virtual monopolio político que ostenta el peronismo y sus dirigentes a tal punto que no se avizoran competidores que le puedan ganar, lo cual replantea a fondo el tema de dónde sale esta permanencia en las preferencias populares del simbolismo y el ideario peronista a pesar de los numerosos fracasos, errores y desvíos que son muy perceptibles y tienen amplio rechazo crítico y decididas imputaciones éticas sobre todo en las clases medias y los sectores independientes.
La clave secreta de esta permanencia del poder peronista en el seno de las capas más humildes y numerosas de la sociedad es el sentimiento de fuerte pertenencia que esta corriente política mantiene entre sus simpatizantes y militantes. En el libro utilizo mucho el pensamiento y el método de las filosofías fenomenológicas y hermenéuticas (Weber, Husserl, Heidegger, Gadamer, Ricoeur) que negándole a la ciencia occidental su pretensión de ser un saber abarcador no solo del universo físico sino también de la sociedad, han encontrado otro tipo de fundamentos para conocer lo social y lo específicamente humano -allá por la década del veinte y del treinta del siglo pasado- destacando el rol que juega la producción de sentido entre las principales motivaciones para la acción política.
En nuestro medio lo hicieron Saùl Taborda y Rodolfo Kusch tal como lo consigno en el libro cuando hablo de "Metáforas del ser mediterráneo". De acuerdo a estos enfoques, a nivel popular lo decisivo en las elecciones cotidianas que hace la gente del pueblo no es tanto la verdad de lo que son las cosas (el criterio que guía a los científicos de la naturaleza), sino el sentido que le damos a las cosas que pasan y nos pasan. Es esta capacidad de proveer sentido para la vida y para la sociedad lo que hace por siempre mucho más persuasivo el discurso y la simbología peronista, respecto al discurso más racional de los neoliberales y los neomarxistas cuya máxima aspiración siempre ha sido substituir en las preferencias populares la conducción del peronismo.
Para explicar al lector esta problemática encontré en las contrafiguras de Menem/Facundo vs Cavallo/teoría académica neoliberal de Harvard, un apropiado ejemplo. Es evidente que hay allí dos fuentes muy diferentes de construcción de liderazgo y de poder.
En el libro, por ejemplo, se habla al respecto de dos tipos de saberes, del cual surgen dos tipos diferentes de autoridad política y de liderazgo. Es un intento de interpretar mejor cómo surge realmente el poder y el liderazgo construido por Carlos Menem que tiene fundamentos muy locales, de la cultura mediterránea, con raíces en el inconsciente colectivo de estos pueblos del interior. Para esto fue muy útil el pensamiento de Saùl Taborda, porque éste autor en sus escritos demuestra muy bien el déficit de legitimidad de la modernización conservadora del roquismo, que es, en general el déficit de legitimidad que tendrá siempre la modernización capitalista estimulada por el espíritu de lucro.
Este último aspecto a su vez me dio la posibilidad de plantear en el libro el tema del "capitalismo popular". Para ello me basé en la experiencia social originaria de este fenómeno histórico: tanto en Europa como en los Estados Unidos el capitalismo, la libertad económica y la racionalidad productiva, surgen espontáneamente desde la base de la sociedad, es algo que querían y sentían a partir de su integración con el medio, y por lo tanto un fenómeno social superador; se trata de la burguesía emprendedora en lucha contra los monopolios y las decisiones arbitrarias del poder político, este último con sus favoritismos y todo ese tipo de excesiva intervención estatal que termina asfixiando la creatividad y la capacidad de la base social para producir riqueza. Entonces en el libro hago como una "genealogía del capitalismo no competitivo argentino" y demuestro cómo, a diferencia de los modelos que se querían imitar, en nuestro medio el surgimiento a través de la institución de la libertad económica (que es el motor del capitalismo) fue algo coactivamente impuesto desde arriba; no en Buenos Aires, claro, porque en esa región rioplatense se prosperaba mucho con la libertad de comercio; pero la situación fue distinta para el interior mediterráneo, cuya organización y sustento social-espiritual fue socavada (produciendo desarraigo) por ese capitalismo cuya fuerza de imposición venía de la burguesía mercantil porteña, los terratenientes del negocio exportador, el comercio inglés, y la elite político bonaerense-litoraleña que integraba y dirigía ese complejo de intereses.
Perón supo encontrar una fórmula de capitalismo popular compensando esa desigualdad innata del capital respecto al trabajo con la intervención del estado en una amplia gama de beneficios sociales. Pero este sistema tan bien logrado que había culminado en 1955 con el Congreso de la Productividad, del cual Jorge Castro dijo que había sido considerado en ese momento por Perón como la "estrella polar" que guiaba a partir de ese momento a la economía peronista del período, a partir del derrocamiento de Perón en aquel año, fue completamente distorsionado y tergiversado, sobre todo el régimen de protecciones industriales, se abusó de los subsidios, porque el sistema finalmente fue usurpado por las grandes empresas multinacionales y locales para medrar en lo que se llamó la "burguesia prebendataria": para estos empresarios la ganancia no venía de la creatividad y el riesgo en la inversión de capital, sino de las conexiones con el poder político hasta que fundieron el Estado.
Recién con Carlos Menem, que remueve las causas estructurales de ese sistema prebendatario con la vigencia de las instituciones económicas de la constitución (el mercado, la competencia, la no injerencia estatal), vuelve a surgir este tema del capitalismo popular, acuérdense que allá por 1993 cuando ya era notorio el éxito de la política económica y Menem transitaba hacia una categórica reelección que fue la legitimación contundente de esa política económica inaugurada con la Convertibilidad, en ese momento, en la propaganda oficial aparece la frecuente mención de que en la Argentina se estaba produciendo una experiencia de "capitalismo popular de mercado". Todo esto es lo que se ha perdido en los malos gobiernos que siguieron al de Menem, es decir, una experiencia internacionalmente muy ponderada de transformación económica, legitimada socialmente por una amplia ventaja electoral como fue la de 1995, donde se estaba en una transición hacia una experiencia más lograda de capitalismo popular de mercado.
En síntesis "Harvard o Barranca Yaco" propone a partir de una reflexión crítica sobre la experiencia de la década de 1990 una reinterpretación de la modernización capitalista argentina cuya meta es la inserción, con personalidad cultural propia, en el proceso mundial de globalización capitalista de mercado. Muchas Gracias y buenas noches.
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Enrique N'haux , 28/11/2002 |
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