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DEVALUACION Y COMPETITIVIDAD |
La abrupta caída del lugar número 49 al puesto 63 sufrida este año por la Argentina en el ranking de competividad mundial constituye la más contundente desmentida a la teoría económica de las denominadas devaluaciones competitivas . |
La abrupta caída del lugar número 49 al puesto 63 sufrida este año por la Argentina en el ranking de competividad mundial elaborado por el Foro Económico Mundial, que es la entidad internacional que organiza anualmente la famosa reunión de Davos, constituye la más contundente desmentida a la teoría económica de las denominadas "devaluaciones competitivas", cuya trágica aplicación local fue el pecado de orígen del actual gobierno de transición y el más grave error estratégico cometido en los últimos veinte años, desde la guerra con Gran Bretaña de 1982, surgidos en ambos casos de un diagnóstico fenomenalmente equivocado de la situación del país y del mundo.
Los números cantan: con una devaluación monetaria de más del 70 %, y a pesar de la fuerte alza de los precios internacionales agropecuarios, las exportaciones no solo que no aumentaron sino que disminuyeron y la economía argentina cayó catorce lugares en su competitividad a nivel mundial.
Lo verdaderamente extraño de esta situación es que no puede haber ningún motivo de sorpresa. Si las devaluaciones monetarias fuesen un instrumento apropiado para mejorar el nivel de competitividad de su economía, la Argentina de mediados de 1989, cuando el valor del dólar subía minuto a minuto, hubiera sido el país más competitivo del planeta.
Pero tampoco estamos, al menos en este caso, ante una de las tantas rarezas argentinas. Brasil, que es nuestro principal vecino y socio comercial en el MERCOSUR, viene sufriendo una continua depreciación de su signo monetario desde la devaluación del real en enero de 1999. Sin embargo, tampoco experimentó un alza de su competitividad ni un incremento significativo en sus exportaciones.
No hace falta estrujarse demasiado el cerebro para comprender que, en la era de la globalización, caracterizada por una tendencia de carácter estructural que indica la creciente apertura del comercio internacional, la competitividad externa de una economía no depende de su tipo de cambio nominal sino de la elevación de su nivel de productividad.
Si semejante afirmación puede parecer aventurada, convendría echar un vistazo a los ejemplos de otros de los países mencionados en esa lista de competitividad del Foro Económico Mundial. El país más competitivo del mundo es Estados Unidos, que en los últimos años protagonizó una auténtica explosión de productividad, que no coincidió precisamente con una devaluación sino, muy por el contrario, con la irrupción del "superdólar". Tampoco estamos ante una particularidad norteamericana: en el plano regional, la economía más competitiva es la chilena, que este año avanzó siete casilleros y ahora ocupa el vigésimo puesto en ese ranking internacional
Lo que sí configura una rareza extremadamente singular es que la Argentina, que en 1999 estaba ubicada en el puesto número 37 del ranking de Davos y que durante los dos años de gobierno de la Alianza cayó al puesto 49, haya caído otros catorce lugares y en la actualidad tenga niveles de competividad internacional inferiores a los de Namibia y varios otros estados del continente africano.
Tal vez la explicación haya que buscarla por el lado de las ideas. El mismo día en que se difundía esta información sobre el ranking elaborado por el Foro Económico Mundial, aparecía en un matutino porteño especializado en temas financieros un artículo de Jorge Remes Lenicov, en el que el ex-Ministro de Economía y autor material del hecho afirmaba, impertérrito, que la devaluación "aumentó fuertemente la competitividad" de la economía argentina.
Sarmiento hizo famosa la frase de que "las ideas no se matan". Sin duda tenía razón. Pero, en cambio, sí hay ideas que poseen efectos letales: matan. No existe nada más peligroso que la ignorancia en acción.
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Pascual Albanese , 14/11/2002 |
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