El encuentro de Idea, en Mar del Plata, dejó al menos tres mensajes claros para la dirigencia política: los empresarios esperan que en mayo esté instalado un gobierno nuevo surgido de las urnas; esta administración debe evitar que el actual aislamiento argentino quede remachado por un default con los organismos internacionales de crédito; la devaluación produjo heridas que hay que restañar (Un dòlar de 1,60 pesos hubiera sido suficiente), sintetizò uno de los ejecutivos presentes). |
El encuentro de Idea, en Mar del Plata, dejó al menos tres mensajes claros para la dirigencia política: los empresarios esperan que en mayo esté instalado un gobierno nuevo surgido de las urnas; esta administración debe evitar que el actual aislamiento argentino quede remachado por un default con los organismos internacionales de crédito; la devaluación produjo heridas que hay que restañar (-Un dòlar de 1,60 pesos hubiera sido suficiente-), sintetizò uno de los ejecutivos presentes).
Con esforzada diplomacia, los empresarios evocaron así que el gobierno de Eduardo Duhalde ha gambeteado durante diez meses muchas de las obligaciones propias de una etapa de transición y no consigue (o no quiere) encarar frontalmente las consecuencias de sus propias medidas (atraso de tarifas, disminución del poder adquisitivo del salario, efectos del corralito, tensiones entre deudores y acreedores disparadas por la destrucción de la convertibilidad), acumulando con esas postergaciones una presión desmedida sobre el tejido social y económico del país. Los diarios, por caso, consignaban ayer el caso dramático de más de 50.000 deudores del sistema financiero a punto de ser ejecutados hipotecariamente, asuntos que “se multiplicaron con el abandono del 1 a 1” (Clarín). El gobierno venía suspendiendo las ejecuciones pero ahora se dispone a dar marcha atrás con esa política; los deudores protestan y, en rigor, los bancos quieren lógicamente cobrar sus acreencias pero no suspiran por ejecutar las deudas (“No tenemos interés en quedarnos con las propiedades,no es nuestro negocio”, sostienen). Lo que sí reclaman es una solución definitiva a un problema que fue generado por la devaluación y la pesificación asimétrica.
Pero el gobierno está involucrado en otras cuestiones, particularmente en el control de las anunciadas (y siempre postergadas) elecciones internas y generales, en las que Duhalde está empeñado en evitar el tiunfo (y, quizás, inclusive la presencia) de Carlos Menem.
En la semana que concluye, Duhalde ensanchó el pecho después de obtener lo que considea un triunfo: la reunión de un congreso con 600 delegados en el miniestadio del Club Obras Sanitarias. Allí, el duhaldismo y sus (circunstanciales, inestables o forzados) aliados de varios distritos impusieron una nueva fecha para los comicios internos, postergando la que el propio Presidente había consagrado en el decreto de convocatoria.
En las diversas carpas en que el menemismo debate sus operaciones políticas existe una convicción reconfortante, que ha contribuido a que los seguidores del riojano asimilaran con resignada calma ese golpe. Esa convicción, expresada por uno de los hombres de confianza del ex presidente, es la siguiente: "Duhalde tiene más capacidad táctica que nosotros, cuenta con los recursos del Estado y con la disgregación del antiguo frente federal de gobernadores, forzados a acompañar las operaciones del aparato bonaerense. Ahora bien, esa ventaja táctica le sirve sólo para realizar maniobras de obstrucción, para regatear la fecha de los comicios pero no puede neutralizar nuestra superioridad estratégica: finalmente habrá elecciones y nosotros tenemos el candidato ganador."
Así, el menemismo administrará cautelosamente su campaña hasta que exista una fecha cierta para las internas partidarias. El sector considera que sólo la Justicia y el imperio de la ley de internas abiertas puede hoy brindar esa certidumbre: desconfía de un comicio gestionado por el duhaldismo, al que imputa "cambiar permanentemente las reglas de juego, fijar fechas con la mano y borrarlas con el codo".
En efecto, el núcleo duro bonaerense , sea con el sombrero partidario, sea con el del gobierno nacional, ha establecido ya tres días diferentes para la interna: primero fue noviembre, después (por decreto) impuso el 15 de diciembre, más tarde (en el congreso justicialista del club Obras) cambió por el 19 de enero. Y hasta hizo correr luego la hipótesis de una nueva postergación, para mediados de marzo. Pero el tiempo, a estos efectos, no es infinitamente divisible como el espacio en el que la tortuga lograba vencer a Aquiles.
La debilidad de fondo que el menemismo apunta en su adversario bonaerense es un dato objetivo. El gobierno/duhaldismo no ha conseguido hasta el momento poner de pie un candidato competitivo, aunque ha intentado con varios. Ultimamente la Casa Rosada parece decidida a probar un método inédito para definir su fórmula: a partir de la postulación de un nombre para la vicepresidencia (Hilda González de Duhalde) se mide con encuestas quién podría ser el mejor acompañante en primer término. José Manuel De la Sota, caído hasta el momento, se anota voluntario, aguardando que el poder bonaerense le infunda vigor a su alicaída postulación.
La morosidad con que el gobierno define un cronograma electoral de rasgos bien definidos está, además, ligada al temor de convertir a Duhalde muy prematuramente en un pato rengo: sin un binomio creíble para pelear con Menem y con Adolfo Rodríguez Saa, el establecimiento de la fecha de las internas marcaría el inicio del declive del poder presidencial; los caudillos provinciales y municipales del justicialismo comenzarían a deslizarse a velocidad creciente hacia las fórmulas con mayores posibilidades; la capacidad de control que ahora ejerce la Casa Rosada (manejo de los giros por coparticipación, asignación de planes trabajar u eventuales obras públicas, etc.) se vería trastornada por la desobediencia de quienes hoy, en muchos casos, se sienten políticamente extorsionados por esos manejos. Las versiones sobre maniobras del gobierno para quedarse hasta diciembre de 2003, aunque contradictorias con la promesa de cesar el 25 de mayo de ese año, son alentadas por el oficialismo por el mismo motivo: mantener cerrado el corral de los gobernadores, y conservar viva la idea de que los poderes locales seguirán dependiendo del arbitrio duhaldista por muchos meses. Se trata de un calculado mecanismo de premios y castigos. El jueves, por caso, dos días después del congreso duhaldista, el estado giró convenientemente 111 millones de pesos en concepto de coparticipación.
Sin embargo, la táctica de la Casa Rosada para derrotar a Menem no reside exclusivamente en ese manejo vertical del poder . Duhalde aspira a revestir el eje bonaerense con adornos federales: para eso ha construido una Comisión de Acción Política en la que incluyó a los gobernadores y caudillos provinciales que lo acompañaron en el congreso. Les promete benevolencia en el reparto y cuotas de poder, aunque esos dirigentes se saben prisioneros de la hegemonía bonaerense.
Ante esa línea de acción, el menemismo, impulsado en este caso por la inspiración del candidato a vicepresidente, Juan Carlos Romero, ha decidido dar batalla en cada territorio provincial a los gobernadores filoduhaldistas: se propone cobrarles caro, en términos de poder territorial, su alianza con la provincia de Buenos Aires.
La batalla deberá dirimirse en elecciones. El país entero espera que haya de una vez fecha y ley ciertas para poder expresar su voluntad. Y que un gobierno con decisión y criterio emerja de las urnas para que el 25 de mayo se inicie una esperanza. |
Jorge Raventos , 11/11/2002 |
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