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INTERES NACIONAL Y SEGURIDAD GLOBAL . |
El apabullante triunfo del Partido Republicano en las elecciones legislativas estadounidenses realizadas el martes 3 de noviembre, con el consiguiente fortalecimiento político del gobierno de George W. Bush, tuvo consecuencias inmediatas en el plano internacional. |
Dos días después de esa aplastante victoria, Washington logró que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobara por unanimidad un virtual ultimatum al régimen de Saddam Hussein, que en términos prácticos otorga un principio de legitimidad a la cada vez más probable intervención militar norteamericana en Irak.
Esto significa que Estados Unidos, que en el primer momento sólo había contado para materializar su propósito sobre Irak con el firme respaldo de Gran Bretaña, consiguió doblegar la resistencia inicial presentada por los otros tres de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, que tienen derecho a veto sobre las decisiones del organismo: Francia, el más reticente de los aliados de la OTAN, Rusia y China, ambos tradicionalmente adversos a cualquier iniciativa tendiente a relativizar la vigencia del principio jurídico de la soberanía absoluta de los estados, que durante tres siglos y medio, desde el Tratado de Wesfalia de 1648, configuró la piedra angular del ordenamiento internacional. Otro dato digno de tenerse en cuenta fue que la resolución del Consejo de Seguridad tuvo también el apoyo de Siria.
Una semana antes, el complaciente silencio internacional que acompañó el operativo norteamericano en Yemen, una acción militar protagonizada por un avión sin piloto que tuvo como resultado la eliminación de varios caracterizados militantes del Al Quaeda, ya había revelado que la firme determinación de la Casa Blanca de profundizar la guerra sin fronteras que libra contra las redes del terrorismo transnacional, iniciada este año en Afganistan, despierta enormes recelos, en especial entre los gobiernos del mundo islámico y aún entre muchos países de la OTAN, pero no tropieza empero con inconvenientes diplomáticos de auténtica envergadura.
Este nuevo escenario internacional tiene fuertes implicancias para la Argentina y para todos los países del MERCOSUR, incluído naturalmente Brasil. La administración republicana ha redoblado su apuesta. La prioridad absoluta de la política exterior estadounidense es la lucha contra el terrorismo transnacional. La amistad con Estados Unidos es incompatible con una actitud de neutralidad en esta contienda, que en el caso de América del Sur se despliega en la Triple Frontera y, por supuesto, impregna cada vez más el conflicto en Colombia, que en un tiempo no extraordinariamente lejano habrá de requerir una intervención multilateral en respaldo del gobierno de Alvaro Uribe.
Sería no solo ingenuo sino ilusorio suponer que los esfuerzos políticos por obtener el imprescindible respaldo económico y financiero de los Estados Unidos pueden disociarse en la práctica de un activo compromiso de la Argentina, único país latinoamericano que tiene la condición de aliado extra-OTAN, en el plano de la seguridad regional y global. El legítimo interés nacional de la Argentina exige entonces asumir un protagonismo militante dentro de la coalición internacional liderada por Estados Unidos, orientada hacia la construcción de un nuevo sistema de seguridad global.
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Jorge Castro , 11/11/2002 |
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