Vox populi

 

“Es justo que los pueblos obren con plena libertad, porque todo lo que se quiera o pretenda en contrario será violentarlos, y aun cuando se consiguiese por el momento lo que se quiera, no tendría consistencia, porque nadie duda que todo lo que se hace por la fuerza o arrastrado de un influjo no puede tener duración siempre que sea contra el sentimiento general de los pueblos” JUAN FACUNDO QUIROGA
El jueves por la mañana, el presidente Eduardo Duhalde recriminó amargamente a sus voceros y hombres de prensa que los medios lo relacionaran permanentemente con la interna del peronismo en cambio de hacerlo con “los logros del gobierno”.

Dos días antes, el propio Presidente había recibido en su despacho de la Casa Rosada a varios dirigentes de la llamada “mesa chica” del Congreso del Partido Justicialista y había rubricado allí, junto a ellos, la convocatoria a un una reunión extraordinaria de ese organismo partidario, en el que el duhaldismo tiene clara hegemonía. La firma de Duhalde completaba un grupo de seis, si bien el Presidente en enero de este año, en papel con el membrete de su cargo oficial e invocando argumentos de “índole ética y moral” había renunciado no sólo a la titularidad del Congreso justicialista sino a todos sus cargos en el partido.

En rigor, Duhalde ha estado monitoreando personalmente las acciones con las que su sector partidario procura obstaculizar el firme avance de Carlos Menem hacia la victoria en las internas partidarias fijadas en su momento (por un decreto del propio Duhalde) para el 15 de diciembre. El Jefe de la Unidad Presidente de la Casa Rosada y el Secretario General de la Presidencia son operadores estelares de esas acciones que Duhalde promueve. No es caprichoso, pues, que el espejo de los medios le devuelva al primer magistrado la imagen que él mismo proyecta. No es arbitrario ni debería, en principio, ser motivo de vergüenza o enojo: tiene su lógica y su razonabilidad que el jefe de una poderosísima fracción del justicialismo se ocupe de una puja interna en la que, sin duda, se dirimirá el nombre del próximo presidente de la República.

Los responsables de la prensa presidencial que soportaron la ira de su jefe podrían haber alegado que los dimes y diretes de la interna, así como el juicio mediático centrado en el sacerdote Julio César Grassi habían contribuido a eclipsar algunos datos proporcionados por el Instituto oficial de Estadísticas que no ayudaban, precisamente, a ensalzar la gestión del gobierno. Según el INDEC, en los nueve primeros meses de 2002 -los que Duhalde lleva en la Casa Rosada- los precios en los supermercados se han incrementado un 77,5 por ciento y las ventas se han reducido en un 23,9 por ciento; el producto bruto interno acumulado del período enero-agosto bajó 14,1 por ciento, en relación a igual lapso del año 2001; la actividad de la construcción retrocedió en septiembre un 22% con respecto al mismo mes del último año; en los primeros nueve meses del año, el sector acumula una caída del 34,9% si se lo compara con el mismo período de 2001. La elocuencia de las cifras desmiente el optimismo con que algunos intérpretes oficiales describen la situación. Si es cierto que en los últimos meses se ha transitado por una tranquila planicie en la cotización del dólar, los datos de la economía real no autorizan los juicios rosados. Mucho menos si se considera que la economía acumula tensiones reprimidas, como los índices tarifarios de los servicios públicos, la demorada aplicación del CER y, no menos importante, el brutal recorte de salarios reales determinado por la devaluación.

Así, los avatares de la interna del Justicialismo son, si se quiere, más estimulantes para los hombres de prensa que los cráteres de la economía.

Con todo, la pulseada dentro del peronismo tampoco fue demasiado feliz para el duhaldismo esta semana. La convocatoria a Congreso Extraordinario impulsada por el Presidente fue anulada por la Justicia. Los operadores presidenciales, empeñados en reunir ese organismo para cambiar las reglas de juego de la elección interna que ya está en marcha, la modificaron entones por un llamado a continuar el Congreso ordinario que Duhalde hizo sesionar en Lanas, en noviembre de 2001, mientras Carlos Menem sufría prisión domiciliaria en Don Torcuato. Más allá de la impugnación presentada por los seguidores del ex presidente (un cuarto intermedio de un año es un exceso, alegan), el duhaldismo sufrió un revés mayor con la renuncia de Carlos Reutemann a presidir ese congreso y el anuncio de quien debería reemplazarlo (el ex gobernador entrerriano Jorge Busto) de que, ante la dimisión del santafesino también él se haría a un lado. Tantos pasos al costado le restan al duhaldismo la atmósfera de amplitud con la que aspira a rodear su indisputable hegemonía.

Es que, entretanto, el Consejo Nacional del Partido Justicialista siguió adelante con el proceso electoral interno aprobado por la Justicia, que debe culminar con el comicio del 15 de diciembre. Se han inscripto para esa competencia los dos candidatos más competitivos, aquellos a los que todas las encuestas les atribuyen posibilidades de victoria: Adolfo Rodríguez Saa y Carlos Menem. El primero, según los últimos estudios demoscópicos, aventaja a Menem en el escenario de una elección general; el riojano va delante de Rodríguez Saa en los escenarios de la puja interna. Otros dos postulantes potenciales peronistas (José Manuel De la Sota y Néstor Kirschner) no se registraron ni han conseguido hasta el momento completar sus binomios con respectivos candidatos a la vicepresidencia. Paradójicamente, tanto el duhaldismo como De la Sota reclamaban pasar por el Congreso y postergar la elección interna para evitar que Rodríguez Saa tuviera excusas para competir por fuera del Partido Justicialista y, al fin, fueron ellos los que quedaron afuera mientras el puntano se inscribía. El lunes, el Consejo Nacional del PJ pondrá en funciones una nueva Junta Electoral, encabezada por el pampeano Manuel Baladrón (hombre de Rubén Marín, presidente del Consejo) e integrada por siete nombres propuestos por la lista Rodríguez Saa- Posse y seis indicados por la lista Menem-Romero.

El debate interno del peronismo y las vías por las que legitima sus liderazgos y candidaturas son cuestiones que exceden el interés estrictamente partidario o el de las facciones internas. Si se admite que el justicialismo aportará al país su próximo presidente, estas discusiones encierran las claves de la gobernabilidad (o ingobernabilidad) del futuro inmediato, del rumbo que permitirá (o no) al país emerger de la crisis y reposicionarse en el mundo. Esas discusiones van más allá de la judicialización de la política o de las maniobras copulares. En definitiva, sólo podrán resolverse cuando se deje oir la voz del pueblo, sin la cual nada “puede tener duración”.
Jorge Raventos , 29/10/2002

 

 

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