El Estado moderno frente a escenarios de alta incertidumbre: Seguridad Internacional y reflexión estratégica

 

El presente paper pretende dar cuenta de los desafíos que enfrenta el Estado moderno en un contexto global signado por elevados niveles de incertidumbre, con especial énfasis en el campo de la Seguridad Internacional, llamando la atención sobre la conveniencia de una capacidad estatal de reflexión estratégica, que podría ser satisfecha por la Inteligencia Estratégica.
El Estado moderno reconoce innumerables diferencias y similitudes con sus formas de evolución precedentes. A los fines de este trabajo, del conjunto de similitudes sobresalen dos, interrelacionadas entre sí, siendo la primera una función indelegable que se resume en una palabra: decidir. El Estado puede decidir mal o bien, pero no puede eludir esa responsabilidad.

La segunda similitud entre el Estado moderno y el de etapas previas se relaciona con la forma en que éste decide en relación al contexto internacional. En función de sus intereses, el Estado articula una Política Exterior basada en sus capacidades, y estas capacidades se descomponen en una estructura de tres factores fundamentales y concurrentes. En primer lugar, en una cantidad dada de poder, especialmente localizado para su uso en un área en particular; segundo, la misma está limitada a un período de tiempo durante el cual el mencionado poder es aplicable; en tercer término, los factores poder y tiempo deben ser complementados con la mayor y más variada información respecto al objetivo hacia el cual va dirigida la Política Exterior .

Frente a estas dos constantes, lo que sí ha cambiado es el contexto internacional en el cual debe efectuarse esa tarea: el tablero global refleja niveles de incertidumbre cuantitativa y cualitativamente mayores que los registrados en la anterior etapa del enfrentamiento Este-Oeste. A más de una década de la caída del Muro de Berlín, la Guerra del Golfo y la implosión soviética, las -reglas de juego- internacionales aún no han cristalizado en patrones de conducta nítidos y estables. Así se entiende que la rimbonbante y recurrente idea del Nuevo Orden Mundial, slogan de cabecera del marketing post-Guerra Fría, haya sido reemplazada por el concepto más cauteloso de -orden emergente-.

Así, el Estado continúa obligado a decidir, y en el plano externo sigue haciéndolo en base a intereses y capacidades; pero paralelamente ese plano externo refleja niveles de volatilidad e incertidumbre mayores que antaño. ¿Cómo se adecúa el Estado a este dilema? Mejorando una herramienta esencial, que compone su stock de capacidades: la información. Este factor fue tempranamente puesto de relevancia por Joseph Nye, quien se refirió a la información como -la nueva moneda en las Relaciones Internacionales-. Según el autor, una buena parte del poder de un Estado radica actualmente en su capacidad para recolectar, procesar, confirmar y diseminar información. Disponer de este recurso multiplica la aplicabilidad del poder blando por parte de un Estado, aumentando sus posibilidades de articular coaliciones gracias a su capacidad para reducir los niveles de ambigüedad e incertidumbre del sistema internacional en general, y de sus crisis y conflictos en particular.

De acuerdo a este teórico, la capacidad de un Estado para reducir los niveles de ambigüedad e incertidumbre internacionales (que él llama -conocimiento dominante situacional-) tiene dos características básicas: por un lado es, como diría Stanley Hoffmann, fungible en el sentido de poder ser dividida en tantas partes y distribuida en tantas formas como su poseedor lo desee; por otro, es prerrequisito básico para un empleo efectivo del instrumento militar .

Cada vez más, se comprueba la plena vigencia de los postulados de Nye. Ralph Peters, que en sus trabajos ha explorado reiteradamente el valor de la información en el Estado moderno, concluye que la misma hoy es considerada un -commodity estratégico-, a la vez que el factor más desestabilizante de nuestro tiempo, sugiriendo que el más tajante criterio de clasificación de los Estados de las épocas venideras será entre los que sepan manejar información, y los que no cuenten con esa capacidad. O dicho en otras palabras, entre beneficiarios y víctimas de la información . Incluso ser víctima de la información, es decir no contar con capacidad para manejarla, es visualizado por Peters en términos dramáticos asociados a la disminución de la gobernabilidad:

-La declinación del Estado, real o relativa, se acelera bajo el asalto del conocimiento, y nuevas estructuras de conocimiento usurpan la habilidad de los gobiernos tradicionales de procesar y responder a la información. La era moderna fue la era de la eficiencia de las masas. La era postmoderna es la era de la ineficiencia de las masas - .



La Inteligencia



Frente al desafío que el contexto internacional le plantea al Estado, de reducir los niveles de ambigüedad e incertidumbre externos y mejorar el producto del proceso de toma de decisiones, cobra relevancia la Inteligencia, entendiendo como tal a la actividad que brinda información procesada, útil y oportuna, sobre alguna situación específica y que contribuye a optimizar el proceso de toma de decisiones. Sea cual fuera la definición de Inteligencia que se tome en cuenta, y los criterios de clasificación que se seleccionen para efectuar su tipología, existe un conjunto de criterios básicos que no deben ser soslayados.

En primer lugar, siendo que la Inteligencia no existe por sí misma, sino en función de su utilidad dentro de los procesos de toma de decisiones, su producto debe ser políticamente relevante para el decisor. Y debe serlo en un doble sentido: por un lado, en relación al tema; por otro, en relación al contenido. En segundo término, el producto de Inteligencia debe reflejar neutralidad axiológica, buscando el mayor nivel posible de objetividad, a través de abordajes metodológicos rigurosos basados en datos fácticos, con independencia del efecto que esta postura tenga en su consumidor.

En suma, hablamos de pertinencia y relevancia. Atributos éstos que ayudan a explicar porqué es endeble la opinión de algunos detractores de la Inteligencia, según los cuales esta actividad puede tornarse obsoleta, o al menos ser parcialmente reemplazada, por fuentes informativas privadas de alta calidad. La falla de este enfoque radica en que aún los íconos de esta época de globalización de la información (vg. Reuters, CNN, The New York Times, etc.) realizan sus tareas en función de sus propias agendas, elaborando sus productos según los criterios que les imponen sus puntos de vista. Los criterios de pertinencia y relevancia se ven, de esta manera, erosionados.

Esto no quiere decir que Reuters o CNN, por apelar a los ejemplos ya utilizados, carezcan de valor para la Inteligencia. De hecho, toda la literatura escrita sobre estos temas en el último medio siglo coincide en que los inputs de la Inteligencia provienen en una abrumadora mayoría de fuentes públicas, en una proporción que fluctúa entre el 80 y 90 %. Y en estos tiempos, fuentes como las mencionadas y otras similares se han constituido en una suerte de (apelando a un tecnicismo castrense) -multiplicadores de fuerza- para la actividad que aquí nos ocupa. Sin embargo, como señala Seaborn, el producto de la actividad de Inteligencia debe reflejar un -valor agregado- a lo que ofrece la fuente informativa pública, aunque más no sea su ratificación a través de fuentes alternativas .



Continúa
Mariano César Bartolomé , 27/10/2002

 

 

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