Panorama político nacional de los últimos siete días- Clamores virtuales

 

¿Le bajó Estados Unidos el pulgar a Carlos Menem? Esta semana, numerosos analistas estuvieron dispuestos a poner su firma bajo una respuesta afirmativa a ese interrogante.
El motivo: una entrevista publicada por el diario madrileño El País al vicecanciller para América Latina, el señor Otto Reich. Según el artículo firmado por la corresponsal del diario en Miami, Reich habìa incuido al ex presidente en un listado de políticos corruptos presuntamente confeccionado por el Departamento de Estado.

Aunque la mayoría del periodismo progresista abomina del señor Reich por su doble condición de cubano anti-castrista y republicano conservador, en esta ocasión ese progresismo mediático prefirió omitir esas renuencias y asumir que las palabras adjudicadas a él eran nada menos que un diktat del poder norteamericano que excomulgaba al riojano y lo arrojaba al infierno de los malqueridos. Cuando parecen coincidir con sus propias opiniones, el izquierdismo nativo no duda en ensalzar las voces que habitualmente condena como expresiones del imperio americano.

En esta ocasión, la dicha provocada por el sedicente reportaje de El País a Reich no tardó demasiado en disiparse. Muy pronto se supo -por boca de la propia notera del diario, la peruano-estadounidense Rosa Thowsened, que lo publicado ni habìa sido una entrevista propia (fue un encuentro fugaz con un grupo e periodistas) ni había sido un registro fiel de las palabras de Reich. “El nunca usó la palabra corrupto referida a Menem -aclaró tardíamente la periodista-, ni el nombre del ex presidente argentino apareció espontánamente: fue introducido por otro cronista”. Así, quedó claro que algunos de los escribas de El País no cumplen demasiado rigurosamente ni con el voluminoso manual de estilo legislado por el prestigioso medio, ni con sus preceptos deontológicos. Tales fallos e inconsistencias no fueron destacados, que se sepa, por ningún guardián ético de los que abundan en el territorio periodístico.

Pero, más allá de ese asunto profesional y, si se quiere, más allá de lo que Reich haya dicho o dejado de expresar, lo políticamente significativo del episodio es lo que el alto funcionario de la primera potencia del mundo se sintió obligado a hacer para neutralizar el efecto de sus -presuntas o reales- declaraciones. Primero se comunicó telefónicamente con Menem para disculparse por el malentendido, de inmediato distribuyó una aclaración a través del Departamento de Estado y la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires. Luego, no satisfecho con el eco de sus desmentidas, habló con los corresponsales de diarios argentinos acreditados en Washington para despejar toda duda: ni habìa imputado corrupción a Menem, ni el Departamento de Estado tiene lista alguna de esa naturaleza, ni había sido lealmente transcripto en sus declaraciones.

Esa triple desmentida en el curso de 24 horas, originada en una de las oficinas principales de Washington y de boca de uno de los funcionarios más influyentes de la administración Bush no parece denotar, si bien se mira, un pulgar bajado a Menem desde Washington, sino todo lo contrario. Los procónsules de la estatura política de Reich no producen ese tipo de gestualidad habitualmente ni lo hacen sin que medie un interés especial de la administración a la que sirven.

Ahora bien, ¿por qué la mayoría de los medios porteños decidió quedarse con la infiel versión de la entrevista de El País y por qué se omitió una interpretación plausible -e indispensable- sobre los tres gestos sucesivos de Reich (y, en algunos casos, hasta la mera mención de la triple desmentida)? Hay misterios que sólo tienen la apariencia de tales cuya respuesta es obvia.

Sectores del gobierno de Eduardo Duhalde ven acercase vertiginosamente la fecha de oficialización de binomios para la interna peronista, una instancia a partir de la cual se tornará mucho más costoso cualquier intento de suspensión de esos comicios. Sin un candidato viable para esos comicios que determinarán la fórmula oficial del Justicialismo y con la perspectiva de que el vencedor en la competencia sea Carlos Menem, esos sectores del duhaldismo insisten en mantener vivo el sueño de la postulación de Carlos Reutemann.

Frente a la insistente, reiterada, tenaz negativa del gobernador de Santa Fé hay una producción virtual, un holograma de Reutemann candidato que se vende a través de versiones y se alienta con anécdotas imprecisas que, sin embargo, pese a su vaguedad, alcanzan la letra impresa y los comentarios de algunos analistas: importantes empresarios (innominados) se habrían entrevistado con el santafesino para convencerlo de que se presente, poderosos inversionistas extranjeros (anónimos) estarían programando una gira europea de Reutemann para disuadirlo allá de su terca abstinencia. La versión de que Estados Unidos “le bajó el pulgar a Menem” es funcional a esa formidable presión, que refleja la orfandad ante la elección nacional de dos grandes aparatos bonaerenses: el de Eduardo Duhalde y el de Raúl Alfonsín. Ambos aspiran a tener un mascarón de proa para disimular sus vulnerabilidades electorales y conservar poder a su sombra.

El ex presidente radical ha hecho saber que estaría dispuesto a llevar a su partido a una alianza con el PJ si el candidato fuera Reutemann. Esa jugada sería la continuidad de la alianza bonaerense que llevó a Duhalde a la Casa Rosada y de asociaciones más antiguas aún: no es casual que el santafesino se resista a prestar su nombre para esa operación. Tampoco parece casual que quienes se estén moviendo como tejedores -no siempre sigilosos- del llamado operativo clamor sean Luis Barrionuevo, Enrique Nosiglia y José Luis Manzano.

Los tiempos se aceleran, faltan 70 días para las internas. Se acerca la hora de la verdad: no la virtual, sino la real.
Jorge Raventos , 07/10/2002

 

 

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