Acerca de la presunta insignificancia argentina.

 

No importa demasiado que Hans Tietmeyer ignore las realidades de nuestro país. Lo que sí resulta verdaderamente grave es que parezcan ignorarlas las propias autoridades argentinas.
La más elemental función de un liderazgo político en cualquier país y en cualquier época histórica es suscitar la confianza colectiva en el porvenir. La precariedad de la respuesta oficial ante las resonantes declaraciones del ex-presidente del Banco Central alemán, Hans Tietmeyer, acerca de que la Argentina habría caído para siempre en la "insignificancia" constituye una elocuente comprobación de la abdicación del poder en que ha quedado sumido el actual gobierno de transición.

No hace falta extremar demasiado la imaginación, ni incurrir en ningún delirio chauvinista, para reparar en algunos datos elementales:


- La Argentina es actualmente el quinto exportador mundial de alimentos, un rubro estratégico de creciente y sostenida demanda en el mercado internacional. Más aún: su potencialidad productiva en materia de producción agroalimentaria es, junto con la del Brasil, la más alta del mundo.

- El país no sólo cuenta con autoabastecimiento energético, sino que es también el principal exportador de energía (petróleo y gas) dentro del MerCoSur. La economía chilena, por ejemplo, funciona cada vez más a partir del suministro energético proveniente de fuentes argentinas.

- La abundancia de recursos naturales se traduce asimismo en un extensísimo litoral marítimo que abre inmensas posibilidades en materia pesquera, en riquezas minerales con una potencialidad productiva similar a la de Chile (la Cordillera de los Andes es la misma desde los dos lados) y en un espacio inmenso para el desarrollo de la actividad turística, que es uno de los rubros de mayor dinamismo en la economía mundial.

- La infraestructura de la Argentina en materia de comunicaciones, que constituye el sector estratégicamente decisivo en el sistema productivo propio de la nueva economía del conocimiento y de la información, se encuentra entre las más avanzadas tecnológicamente del mundo, como resultado de las gigantescas inversiones realizadas en la década del 90.

- En materia de capital humano, y a pesar del apreciable deterioro experimentado en los últimos tiempos, la población argentina tiene todavía el mejor nivel educativo de América Latina, que se exhibe en su producción cultural y en la aún relativamente alta calificación profesional de su fuerza de trabajo.

- El grado de organización comunitaria de la Argentina, expresado a través de la notoria pujanza de su sociedad civil, que se evidencia en la existencia de decenas de miles de organizaciones no gubernamentales, revela la riqueza de un capital social que tiene muy pocos equivalentes a nivel internacional.

¿Puede considerarse "insignificante para siempre" a un país que es uno de los pocos en el mundo que a la vez es un importante exportador de alimentos a nivel mundial y de energía a nivel regional, que cuenta con semejantes características productivas y que tiene ese grado de desarrollo en materia de capital humano y de capital social? No importa demasiado que lo ignore Tietmeyer. Lo que sí resulta verdaderamente grave es que parezcan ignorarlo las propias autoridades argentinas.

Una cosa sí está absolutamente clara: la "insignificancia" a la que aludió Tietmeyer es una caracterización directamente referida a los dos años de total parálisis gubernamental que padeció el país durante el período de Fernando De la Rúa, a las tremendas consecuencias del "default" proclamado durante el efímero mandato de Adolfo Rodríguez Sáa y a la devaluación monetaria y demás erráticas alternativas implementadas por el actual gobierno de transición para enfrentar e intentar superar la crisis.

La primera condición para salir de esta situación de emergencia es precisamente la legimitación de un liderazgo político sólido, que sea capaz de recrear, adentro y afuera del país, esa confianza perdida en las enormes posibilidades de la Argentina, que no surgen de ninguna retórica nacionalista inflamada, sino de un frío y desapasionado análisis de los números y de los hechos.
Pascual Albanese , 20/09/2002

 

 

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