De la meseta al tobogán.

 

El ciclo que resta hasta la asunción de un presidente elegido por el pueblo estará inexorablemente signado por un mayor agravamiento de la situación económica y social. El estado de aislamiento internacional de la Argentina, oficializado primero con el default y luego con la devaluación, en vez de reducirse tiende a acentuarse.
El inequívoco y contundente mensaje del Fondo Monetario Internacional acerca de la ausencia de las condiciones políticas básicas para concretar un acuerdo con la Argentina constituye un nuevo punto de inflexión en la evolución de la crisis. La "meseta" económica alcanzada en los dos últimos meses, tan ensalzada por los funcionarios oficiales como un primer síntoma de recuperación, está próxima a su fin. Una vez más, la crisis empieza a tomar forma de tobogán.

Conviene atender en toda su dimensión a la significación del hecho de que este pronunciamiento del FMI no esté centrado principalmente en la discusión de ciertas medidas puntuales. Incluso parece desentenderse ya de todo diagnóstico relativo a la existencia o ausencia de una auténtica voluntad política acuerdista por parte del actual gobierno de transición.

La alusión a la falta de "consenso político" remite a un escenario mucho más amplio. En primer lugar, computa el debilitamiento del poder gubernamental, incapacitado para garantizar el comportamiento político del Parlamento y jaqueado por su conflicto con la Corte Suprema de Justicia. Esa erosión de poder impide toda negociación seria con los organismos financieros internacionales.

En segundo término, la apreciación del FMI toma en cuenta la situación de incertidumbre electoral, que transforma en ilusoria, por precaria, a toda alternativa de entendimiento. En el caso de Brasil, el FMI exigió y obtuvo el consenso de los tres principales candidatos presidenciales acerca de las condiciones establecidas para otorgar el auxilio financiero que evitó un estallido económico. En la situación específica de la Argentina, un consenso de esas características hoy tendría que incluir, al menos, a Elisa Carrió, Adolfo Rodríguez Saá y Carlos Menem. Obvio resulta que los dos primeros de los nombrados están actualmente muy lejos de poder brindar su consentimiento a un acuerdo que contemple la realización de reformas estructurales cuyo contenido está casi en las antípodas de su actual retórica de campaña.

En estas condiciones, el ciclo que resta hasta la asunción de un presidente constitucional elegido por el pueblo estará inexorablemente signado por un mayor agravamiento de la situación económica y social. El estado de aislamiento internacional de la Argentina, oficializado primero con el default y luego con la devaluación, en vez de reducirse, tiende a acentuarse.

La cuestión planteada excede largamente las posibilidades de acción del gobierno saliente. Si, como no conviene descartar, las circunstancias se agravan seriamente antes de las próximas elecciones presidenciales, será necesario impulsar una muy fuerte iniciativa política del conjunto del peronismo, con la activa participación de Menem, orientada a la inmediata puesta en marcha de la negociación de un acuerdo político con la administración republicana de Washington que, por sus implicancias estratégicas en el escenario continental, incentive al Departamento del Tesoro norteamericano a emplear toda su influencia para destrabar las conversaciones con el FMI.
Jorge Castro , 02/09/2002

 

 

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