La cuestión bonaerense.

 

Hoy resulta decisivo la consolidación de una corriente del peronismo bonaerense dispuesta a confluir detrás de un liderazgo nacional, capaz de romper el nudo gordiano político y económico de la provincia de Buenos Aires.
La historia no se repite pero enseña. La configuración definitiva del Estado Nacional en la Argentina data recién de 1880, cuando Julio Argentino Roca, un jefe militar tucumano que contó con el respaldo del Ejército y una fuerte base de sustentación política en Córdoba, derrotó primero por las urnas y después por las armas al gobernador bonaerense Carlos Tejedor, su competidor en la contienda presidencial, y logró así imponer la federalización de la ciudad de Buenos Aires y la nacionalización de la renta de la Aduana porteña. Con Roca, el poder nacional quebró la hegemonía de la elite política y económica bonaerense. Para conseguirlo, Roca estableció una alianza con un sector del viejo Partido Autonomista bonaerense, encabezado por Dardo Rocha, que obtuvo así la gobernación de la provincia, y por Carlos Pellegrini.

Hoy, resulta altamente probable que la refundación del Estado, imprescindible para reconstruir el poder político y superar la honda crisis de gobernabilidad que atraviesa la Argentina, exija también construir una coalición de fuerzas que incorpore - detrás de un liderazgo fuerte, surgido del interior del país - a una corriente bonaerense decidida a trascender los límites provinciales para integrarse a un proyecto de carácter nacional.

Hay dos razones básicas que fundamentan esta necesidad. La primera, de orden estructural, es la íntima interrelación existente entre la problemática nacional y la problemática bonaerense. Tres ejemplos alcanzan y sobran para demostrarlo. Uno: la crisis de la relación fiscal entre el Estado Nacional y las provincias, que constituye uno de los problemas centrales de la economía argentina, tiene su "núcleo duro" en la situación de la provincia de Buenos Aires, que en el año 2001 tuvo un desequilibrio financiero equivalente al 50% de los déficit provinciales. Dos: la razón de ser de la implantación del "corralito financiero", que significó el principio del fin del sistema bancario, fue la búsqueda desesperada de un mecanismo que permitiera salvar a la banca estatal, cuya columna vertebral está constituida por el Banco de la Nación Argentina y el Banco de la Provincia de Buenos Aires, cargado con una monumental cartera de préstamos incobrables que fue transferida al estado bonaerense, con el consiguiente impacto sobre el déficit y la deuda pública. Tres: el actual colapso del sistema de seguridad pública en la Argentina tiene su centro de gravedad en el conurbano bonaerense.

La segunda razón es de naturaleza estrictamente política: el sistema de poder que posibilitó el surgimiento del actual gobierno de transición estuvo basado en un acuerdo entre los dos grandes aparatos partidarios bonaerenses, encabezados por Eduardo Duhalde y Raúl Alfonsín, que reiteraron a escala nacional la misma alianza bipartidaria que en la última década frenó las reformas estructurales necesarias a nivel provincial y llevó a la bancarrota a la provincia de Buenos Aires. Dicha entente, fracasada también su gestión en el plano nacional, realiza ahora un intento de replegarse sobre el territorio bonaerense, objetivo político que origina el conflicto desatado con el gobernador Felipe Solá.

Esta disputa de poder se despliega hoy con toda intensidad dentro de la "interna" partidaria del justicialismo. El aparato partidario oficial, imposibilitado de respaldar a un candidato propio, busca entonces bendecir a un precandidato presidencial del interior que le pueda garantizar su supervivencia en su territorio de origen. El inconveniente de esta solución es que, en ese contexto, el futuro presidente asumiría políticamente atado de pies y manos. No es difícil imaginar que esa seria limitación de poder ocupó un lugar predominante entre las "cosas que vio" Carlos Reutemann a la hora de rehusar el convite de Duhalde.

Como el primer estado argentino representa aproximadamente el 37% del padrón electoral nacional, resulta decisivo la consolidación de una corriente del peronismo bonaerense dispuesta a confluir detrás de un liderazgo nacional capaz de romper el nudo gordiano político y económico de la provincia de Buenos Aires, una tarea que, como ocurría en 1880, es absolutamente indispensable para enfrentar y resolver la crisis del país. La notoria tendencia a la disgregación que exhibe hoy el aparato oficial favorece el desarrollo de esta alternativa. En la historia reciente del peronismo, hay un antecedente muy cercano: en las elecciones internas de julio de 1988, Duhalde fue el compañero de fórmula escogido por Carlos Menem para derrotar a Antonio Cafiero.
Jorge Castro , 19/08/2002

 

 

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