¿La inmigración es la fuente real del antagonismo transatlántico?

 

Últimamente han salido a la superficie muchas causas de controversia entre los Estados Unidos y Europa. Pero la más seria es la acusación de que los Estados Unidos y Europa ya no comparten una comunidad de valores.
Europa y Estados Unidos están ambos comprometidos con la democracia, la libertad de expresión y la libertad de prensa, así como con el Estado de derecho. También están de acuerdo acerca de grados más o menos razonables de compasión social por los de mayor edad, los pobres y los menos favorecidos.


Las excepciones norteamericanas

Todos estos valores son aprobados desde una tradición judeo-cristiana común. Pero aún así, se está volviendo aparente en forma preocupante que comparten cada vez menos una cultura común, a pesar de Hollywood y de Internet.

Los norteamericanos apoyan ampliamente la pena de muerte, mientras que los gobiernos europeos han hecho del rechazo a la pena capital una condición de pertenencia al Consejo de Europa.

Los estadounidenses se mantienen alejados del atractivo global del fútbol, a pesar del remarcable desempeño de su equipo en la Copa del Mundo. Y también se probaron marcadamente resistentes al atractivo del socialismo, y también a cualquiera de los más salvajes extremos políticos que los europeos gastaron gran parte del siglo XX abrazando.


La diferencia real

Más profundamente, la Unión Europea sujeta a sus miembros a un modelo de normas supranacionales y de cooperación entre los gobiernos, mientras que Estados Unidos tiene su eje en la tradicional e irrestricta soberanía de la nación estado.

Pero la real diferencia entre Europa y los Estados Unidos, el determinante crucial que corporiza mucha de la diferencia entre el Viejo Mundo y el Nuevo, es la cuestión de la inmigración.


Una nación de inmigrantes

Estados Unidos es - y siempre ha sido - un país de inmigrantes, excepcionalmente abierto a los inmigrantes. Con excepciones ocasionales, los Estados Unidos son lo suficientemente resistentes y con autoconfianza en su propia cultura para suponer que la inmigración sólo puede ampliarla y enriquecerla.

En contraste, los europeos tradicionalmente han exportado inmigrantes más que darles la bienvenida.

Y sus sociedades han sido principalmente construidas por aquellos demasiado satisfechos, demasiado complacientes o demasiado poco aventureros para apostar sus futuros en un nuevo comienzo en una nueva tierra. Poco asombra, entonces, que muchos europeos tienen un fuerte temor a la inmigración.

Los recientes shocks electorales en Francia, Dinamarca, Italia, Holanda y Austria - donde los partidos anti-inmigración lograron importantes avances - han focalizado a las mentes europeas en este tema.


Después del pico

Irónicamente, la actual obsesión política y cultural con la inmigración llega sólo después de que el fenómeno - particularmente de aquellos que buscan asilo - parece haber tenido su pico.

La ola mayor llegó a los inicios y mediados de los 90, con los refugiados de las guerras de los Balcanes, las que felizmente han terminado.

Desde entonces, el mayor movimiento demográfico han sido los numerosos europeos orientales que llegan a la UE por trabajos de bajo salario.

En particular en España, gran parte de la reciente inquietud entre los inmigrantes norafricanos se apoya en sus pérdidas de trabajos agrícolas estacionales debido a los polacos que han arribado.

El hecho es que Europa necesita inmigrantes para compensar la caída de los nacimientos, que ha hundido las tasas demográficas, y que hace imposible en el futuro sostener las jubilaciones y los pagos de la seguridad social con el número de los trabajadores nativos en disminución.

Al mismo tiempo, los países pobres que envían inmigrantes están haciendo la misma clase de oferta que el presidente Salinas de México hizo a los Estados Unidos durante el debate sobre el NAFTA: "O ustedes nos envían puestos de trabajo o nosotros le enviaremos nuestra gente".


Respuestas inteligentes

Una manera inteligente para que la UE maneje la inmigración - ya que es inevitable - debería seguir el modelo de Estados Unidos de bienvenida, asimilación y americanización. Otra forma inteligente debería hacer caer las restricciones y controles sobre los alimentos, los textiles y otras importaciones desde los países pobres, para que esos puestos de trabajo e industrias pudieran crecer y mantenerlos en su país natal.

Pero cada una de estas respuestas inteligentes golpea en el verdadero corazón de la UE. Una podría desafiar su naturaleza esencial de un área de comercio semi-cerrada.

La otra golpearía al corazón de la cuestión: ¿Son los europeos tan cautelosos de los extranjeros, tan aprehensivos acerca de su capacidad para "europeizar" a los que llegan y transformarlos en ciudadanos prósperos y útiles que, entonces, permanecerían como una sociedad semi-cerrada y protegida?. Si esto es verdad, es la mayor brecha cultural transatlántica de todas.

Artículo publicado originalmente en "The Globalist".
Martin Walker , 12/08/2002

 

 

Inicio Arriba