La transición dentro de la transición.

 

La idea de privilegiar políticamente la "interna" partidaria del justicialismo y, mientras tanto, "hacer la plancha" hasta la trasmisión del mando es incompatible con las exigencias que surgen de la evolución de los acontecimientos.
Las desinteligencias planteadas entre el Ministerio de Economía y el Banco Central alrededor de la resolución del "corralito financiero" constituyen apenas la punta de un iceberg de dimensiones gigantescas. No es solamente una "interna" más, librada en este caso entre Roberto Lavagna y Aldo Pignanelli. El trasfondo del problema es que, más allá de los criterios técnicos encontrados y de las posiciones en disputa, la Argentina no está en condiciones de esperar otros diez meses, hasta la fecha prevista para la asunción del próximo presidente constitucional, sin encarar seriamente, entre otras cosas, la reconstrucción del sistema bancario, requisito absolutamente indispensable para la sobrevivencia de su debilitado aparato productivo.

Esta constatación obliga al actual gobierno de transición a tomar decisiones difíciles pero inevitables. La idea de privilegiar políticamente la "interna" partidaria del justicialismo y, mientras tanto, "hacer la plancha" hasta la trasmisión del mando es incompatible con las exigencias que surgen de la evolución de los acontecimientos. La trágica experiencia del gobierno de la Alianza es ya suficientemente elocuente en la materia. Lamentablemente, la función gubernamental no puede suspenderse a la espera que mejoren las condiciones metereológicas. Muy por el contrario, cuando peor sea una situación determinada más perentorios resultan los plazos para afrontarla.

La extraña paradoja de que sean las autoridades del Banco Central, y no las del Ministerio de Economía, las que estén actualmente negociando en Washington con los técnicos del Fondo Monetario Internacional ratifica que el sistema financiero argentino demanda respuestas inmediatas, que sin duda no condicen hoy con los tiempos políticos del gobierno pero que, guste o no, pronto habrán de modificarlos.

Es altamente probable entonces que en las próximas semanas el agravamiento de la crisis derive en un nuevo adelantamiento de los plazos electorales. Aún así, con un cronograma acortado al mes de diciembre, e inmediatamente después de dilucidada formalmente la "interna" peronista, o sea antes incluso de la elección presidencial, será necesario establecer una suerte de "transición dentro de la transición", que permita un principio de recomposición del poder político y, en ese marco, la adopción de medidas de emergencia.

En términos clásicos, suele decirse que todo nuevo gobierno cuenta con cien días de "luna de miel ". Nada de eso tiene aplicación política en la Argentina de hoy. Quienes pretendan seriamente asumir la responsabilidad de gobernar la Argentina en el 2003 tendrán que olvidarse de la retórica y estar preparados para empezar a hacerlo aún antes de asumir formalmente el poder. Esa "luna de miel" terminará antes de la asunción del mando presidencial. El aquí y ahora de la crisis no respetará el calendario institucional.
Pascual Albanese , 19/07/2002

 

 

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