¿Dónde está el piloto?

 

Si toda música está compuesta de sonidos y silencios, la que Carlos Reutemann interpretó en las últimas semanas, en los últimos días, tuvo tonalidades fúnebres para los planes desplegados desde la Casa Rosada por Eduardo Duhalde y su entorno bonaerense.
El medido hermetismo del gobernador de Santa Fé, sus gestos discretos y elusivos, la dosificada administración de sus palabras llegaban ominosos a los oídos del duhaldismo, empeñado en convertir al ex piloto en el mascarón de proa de un frente antimenemista en la interna del justicialismo y confiado en que Reutemann había recibido una oferta que no podría rechazar (para decirlo con la famosa frase de Corleone). Para vigorizar esa confianza y acelerar la definición afirmativa, los expertos en medios del duhaldismo alimentaron la tendencia natural de un sector del periodismo a ilusionarse con cualquier figura que a sus ojos parezca en condiciones de derrotar electoralmente a Carlos Menem, e impusieron en la prensa una expectativa por "el sí de Reutemann" que el santafesino no podía sino considerar una maniobra de presión desatada sobre él por el gobierno.

Primera respuesta a esa presión, el Lole dejó a Duhalde afeitado y sin visita el 9 de julio en San Miguel de Tucumán: alegó un problema hidráulico en el avión que debía trasladarlo desde Santa Fé pero no se cuidó demasiado de disimular que se trataba de una excusa de circunstancias. Ausencia y silencio anticipaban los sonidos del día siguiente. El miércoles 10, después de suscribir con Duhalde el compromiso de reducción del déficit fiscal de su provincia, Reutemann se prestó inopinadamente a la curiosidad de la prensa en la propia Casa Rosada, donde un rato antes el Presidente le había asegurado al Subsecretario de Asuntos Latinoamericanos de Estados Unidos, Otto Reich, que el santafesino disputaría la interna, sería candidato del PJ y seguramente su sucesor. El Lole se encargaría de desmentirlo clamorosamente: "No me bajo de ninguna candidatura porque nunca me subí", disparó el gobernador después de asegurar que no competiría en la interna del PJ. Tuvo que repetir varias veces esa negativa ante cronistas perplejos, acostumbrados a dar por veraces las conjeturas que se difunden como certezas.

Reutemann no se limitó a decir no. Agregó que Duhalde estaba perfectamente enterado de su decisión desde una semana antes. No necesitaba agregar más para sumir en la sospecha tanto las declaraciones de Duhalde y su entorno de los siete días anteriores como, quizás, los gestos públicos de apoyo de José Manuel de la Sota a una candidatura del santafesino que - tras el encuentro entre el Presidente y el gobernador de Córdoba en Monte Maíz - sabía que aquél no estaba dispuesto a sostener. A la luz de la declaración de Reutemann, esos gestos parecían más bien el intento desesperado de Duhalde y De la Sota por erigir una candidatura suplente y obtener, al menos, un murmullo de respaldo del Lole. En lugar de ese murmullo, Reutemann prefirió emitir otra señal y mostrar el sentido de la maniobra. Ante los micrófonos de la Casa de Gobierno el santafesino soltó además un enigma: "He visto cosas que no me gustaron y que quizás nunca haga públicas". El "quizás" no debería ser atribuido a una irrupción de duda en el discurso de ese Reutemann que se mostraba elocuente y firme en sus definiciones, sino, más bien, como una afirmación amenazante: "No me hagan contar las cosas que no me gustaron".

Esos dichos se volvieron más claros el viernes, cuando el Lole advirtió urbi et orbi que su decisión de rechazar la candidatura que el duhaldismo aspiraba a imponerle podía depararle "represalias" a él y a su provincia: "Aviones, misiles, cualquier cosa. Vamos a tener represalias y debemos estar muy atentos. Que no queden dudas sobre que se vienen operaciones sobre la provincia. Aviones pesados y algún Exocet también", denunció después de señalar que jamás había sufrido una presión de las dimensiones de la ejercida para forzarlo a ser candidato antimenemista en la interna del PJ.

Esta franqueza del gobernador irritó a Duhalde, que se la recriminó telefónicamente. Es que el Presidente quería aparentar "neutralidad institucional" ante los comicios internos y generales y lo que Lole ponía al descubierto era la frenética actividad del duhaldismo destinada a cerrar el camino a Carlos Menem y a garantizar una sucesión articulada con el actual sistema de poder.

Como ha solido ocurrirle al actual oficialismo, las operaciones que encara a menudo se le transforman en un bumerán. En términos de la interna justicialista, el camino aparece ahora despejado para Menem que, como acaba de señalar Florencia Von Wetter en la selectísima publicación Plan V, "a diferencia del resto de los políticos (castigados igual que él por el 'que se vayan todos') tiene en su haber los logros económicos de la década del 90: la estabilidad, el crecimiento del consumo, la resurrección del crédito y la apertura al mundo".

En cuanto a Reutemann, su negativa ha exhibido dos cosas: primero, que todo apoyo del gobierno es percibido como un salvavidas de plomo razón por la cual se ha estrechado el campo de maniobras del duhaldismo para intentar con éxito cualquier forma de sucesión acordada, concepto que abarca no sólo la esfera del poder nacional sino que invade asimismo la realidad del (vital para Duhalde) distrito bonaerense. En segundo término, el propio Reutemann, al divorciarse sonoramente de los planes del gobierno ha quedado excelentemente posicionado en la opinión pública, particularmente en el fragmento independiente que lo visualiza como exponente de la "nueva política". No habría que excluir la posibilidad de que, en las próximas semanas, desde estos sectores se intente persuadir al ex piloto de transformarse en candidato independiente por fuera del Partido Justicialista. Convencer al Lole de protagonizar semejante cambio de escudería demandará tiempo, muchos argumentos y un cambio inesperado de las condiciones de la competencia electoral. Reutemann todavía recuerda lo que le costó abandonar Ferrari.
Jorge Raventos , 15/07/2002

 

 

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