El escenario de la polarización.

 

La elección que se avecina no será una simple competencia entre dos candidatos con posibilidades de éxito. Constituirá la confrontación entre dos coaliciones de fuerzas y dos visiones contrapuestas de la Argentina.
En la acción política, el resultado de los acontecimientos no siempre tiene una relación directa con la voluntad política de los protagonistas, ni mucho menos con sus intenciones. Ninguna obra de ingeniería política puede forzar la realidad de los hechos. El "no" de Carlos Reutemann disipa un equívoco verdaderamente fenomenal. El gobernador santafesino jamás hubiera podido ser el precandidato presidencial del aparato partidario del peronismo bonaerense, urgido ahora por encontrar un postulante de prestigio capaz de competir con Carlos Menem en la "interna" del justicialismo. Sólo el estado de profunda desorientación imperante en el gobierno y en ciertos medios periodísticos puede explicar la dimensión del error de cálculo cometido y el profundo estupor con que muchos altos funcionarios y numerosos dirigentes peronistas recibieron la tajante negativa.

Por su orientación ideológica y por su experiencia de vida, Reutemann nunca tuvo absolutamente nada que ver con una visión de carácter estatista, sino más bien con una posición de centro-derecha. Cuando en 1999 tuvo que elegir un compañero de fórmula, escogió a Marcelo Muniagurria, un dirigente ruralista, ex presidente de las Confederaciones Rurales Argentinas (CRA). Por su origen, Reutemann tampoco estuvo nunca ligado con las prácticas políticas tradicionales. Su incorporación a la política activa, materializada en 1991 de la mano de Menem, fue precisamente a través de una abierta confrontación con el aparato tradicional del peronismo santafecino, en aquel entonces denominado peyorativamente "la cooperativa", cuya concepción del poder no era demasiado distinta de la que caracteriza a la actual estructura partidaria bonaerense.

El obvio resultado de esa equivocación es un natural fortalecimiento de la candidatura de Carlos Menem, cuyo posicionamiento comienza a generar un "efecto dominó" en una ancha franja de la dirigencia intermedia del peronismo. Guste o no guste, comienza entonces a instalarse la sensación de que vamos hacia una elección presidencial altamente polarizada alrededor de una alternativa ideológica y programáticamente muy definida, encarnada por Menem y por Elisa Carrió.

En este contexto, la elección que se avecina no será una simple competencia entre dos candidatos con posibilidades de éxito. Constituirá la confrontación entre dos coaliciones de fuerzas y dos visiones contrapuestas de la Argentina. Sin embargo, esas coaliciones de fuerzas y esas visiones no son equiparables. Tienen una diferente naturaleza. No son, en realidad, sendos caminos alternativos, entre los que habrá que optar para encarar la construcción del futuro. Uno de ellos abre una instancia posible para superar la crisis de gobernabilidad. El otro sólo puede llevar a profundizarla.

Es previsible que esta extremada polarización electoral no sea del agrado de una parte importante de la opinión pública, que seguramente preferiría escoger alternativas intermedias. Sin embargo, en una situación de crisis tan profunda como la que atraviesa hoy la Argentina, suele suceder que la propia lógica de los acontecimientos obligue a elegir entre variantes igualmente drásticas. En esas circunstancias, la cuestión no es lamentarse por tener que decidir entre esos dos términos de la opción concreta que la realidad ofrece. Lo único importante es saber elegir entre ambos. Esta vez no habrá posibilidad de arrepentirse.
Pascual Albanese , 12/07/2002

 

 

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