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Poniendo en funciones a los bancos. |
Ningún país puede prosperar si fracasa en reconocer la santidad de los contratos, los cuales son el cimiento de toda moral privada y la condición indispensable de todo orden social sano. |
Varios economistas eminentes - Olivier Blanchard, Michael Bordo, Sebastián Edwards, Martin Feldstein, Ricardo Haussmann, Paul Krugman, Allan Meltzer, Michael Mussa, Joseph Stiglitz, Thomas Willett and John Williamson - nos dijeron que la caída de la convertibilidad debería obrar maravillas en la Argentina. En realidad, ellos centraron su atención en cada posible media verdad o no-verdad bajo el sol para sostener sus reclamos de que el origen de los problemas de la Argentina era la convertibilidad y que una flotación del peso y la pesificación de los contratos y de los activos y los pasivos financieros era exactamente lo que el doctor ordenaría.
Bajo la Ley de Convertibilidad, el peso y el dólar estadounidense circularon legalmente a la tasa de cambio uno a uno. El tenedor de un peso tenía un derecho de propiedad a un dólar y podía ejercer libremente ese derecho convirtiendo pesos a dólares. La promesa de redención fue creíble porque se requirió por ley al banco central que guardara reservas extranjeras para cubrir completamente sus pasivos en pesos. No hay que buscar a un científico en balística para concluir que el peso flotante y la pesificación han dejado al paciente en los umbrales de la muerte. ¿Qué fue lo erróneo?
Resultó que el remedio que prescribieron requirió que fueran rotos los contratos y destruidos los derechos de propiedad. El caos resultante debería servir como cruel testimonio a todos aquellos, incluyendo el Fondo Monetario Internacional, que defendieron un peso flotante y la pesificación.
Si la Argentina espera resurgir de su caos actual, su régimen fiscal debe estar completamente subordinado a su régimen monetario. La única manera de hacer esto es desmantelar el banco central, liquidar el peso, dolarizar completamente la economía y prohibir la emisión de las cuasi-monedas, los bonos que los gobiernos provinciales emiten para financiar sus déficits presupuestarios. La dolarización debería no sólo asegurar la subordinación fiscal y resolver el problema de la moneda en Argentina de una vez y para siempre. También conseguiría un muy necesario shock de confianza y revertiría la dramática caída de los ingresos impositivos del gobierno. Este remedio debería resultar en Argentina. Después de todo, produjo un shock de confianza positiva en Ecuador, un país que estaba tomado por el caos económico antes de que dolarizara en el 2000. Ahora el crecimiento económico de Ecuador está al frente de los cuadros de América Latina y sus impuestos no derivados del petróleo están creciendo a más del 40 % por año.
Sin embargo, es importante enfatizar que la dolarización es una condición necesaria, pero no suficiente, que debe ser satisfecha antes de que Argentina pueda alcanzar su potencial. Más ampliamente, debe ser respetada la autoridad de la ley. Ningún país puede prosperar si fracasa en reconocer la santidad de los contratos, los cuales son el cimiento de toda moral privada y la condición indispensable de todo orden social sano. Este punto acerca de la autoridad de la ley no puede dejar de ser enfatizado en la medida en que es necesario. El gobierno del Presidente Eduardo Duhalde ha concentrado sus esfuerzos - en el grado en que los bolcheviques lo hicieron en Rusia - en abolir los contratos privados. Por ejemplo, derogó la Ley de Convertibilidad, avaló el corralito y pesificó la economía, para nombrar sólo las grandes infracciones de la ley contractual.
La dolarización debería, por definición, resolver el problema de la moneda de Argentina. ¿Pero qué pasa con la banca? Dada la historia de Argentina, el problema bancario será una nuez dura de romper. Un sistema bancario dual acoplado con la dolarización podría alcanzar los efectos buscados.
Generando papel moneda
Los bancos que son indudablemente solventes deberían ser autorizados a emitir sus propios billetes (papel moneda) denominados en dólares. En el contexto actual, los únicos bancos que pueden calificar deberían ser los bancos extranjeros cuyas casas centrales prometan apoyarlos totalmente. Las personas tenedoras de esos billetes de dólar emitidos por los bancos podrían demandar el pago en billetes emitidos por la Reserva Federal de los Estados Unidos o en una forma electrónica aceptable al tenedor del billete, tales como los "Fed funds". Los billetes emitidos por los bancos deberían ser como los cheques de viajero emitidos por los bancos. La gente aceptaría los billetes si tuviera confianza en el emisor y los rechazaría si les faltara confianza. Siempre deberían tener la opción de continuar utilizando billetes de dólar emitidos por la Reserva Federal de los Estados Unidos.
Autorizando a los bancos a emitir billetes denominados en dólares y revocando el poder del banco central para emitir pesos tendría un efecto poderoso para hacer la política monetaria menos restrictiva, reduciendo las tasas de interés. La política monetaria es más irrestricta en Estados Unidos, Panamá y Ecuador que en la Argentina, porque está ausente la percepción del riesgo de devaluación.
Autorizando a los bancos a emitir billetes denominados en dólares les permitiría aumentar sus reservas en caja, tomando algunos de los billetes de la Reserva Federal que ahora están en posesión de los argentinos y reemplazándolos por billetes emitidos por los bancos. Autorizando a los bancos a emitir billetes denominados en dólares reduciría la demanda de encajes de los bancos, reduciendo su necesidad de billetes de la Reserva Federal en caja. El impulso a la confianza que resultaría de la eliminación del peso podría llevar a los depositantes a retornar los depósitos que salieron del sistema bancario de la Argentina en los últimos meses. Algo similar sucedió en Ecuador después de que dolarizó en el 2000.
Autorizando a los bancos a emitir sus propios billetes podría parecer un camino complicado o al menos novedoso, pero no es ninguna de las dos cosas. Muchas firmas financieras emiten en la actualidad billetes de cheques de viajero, los que se parecen a la moneda pero no pueden pasar de mano en mano sin ser endosados. Antes del siglo XX, los bancos comerciales emitieron sus propios billetes en la mayoría de los países financieramente avanzados de esa época, cerca de 60 países en total. Múltiples marcas de billetes no necesitan confundir a la gente más que lo que ahora hacen múltiples marcas de cheques de viajero. Los gobiernos tomaron la emisión de billetes de los bancos comerciales no porque el sector privado estuviera haciendo un mal trabajo, sino porque los gobiernos querían los beneficios para sí mismos. El desempeño de la emisión privada de billetes fue generalmente bueno. En algunos países, las quiebras de bancos causaron perdidas a los tenedores de billetes, pero las pérdidas fueron pequeñas comparadas con las pérdidas infligidas por los bancos centrales cuando más tarde tomaron la emisión de billetes.
Argentina fue uno de los países que tuvo emisión de billetes por bancos comerciales en los años de 1880. Argentina tuvo en cierta medida una experiencia no feliz porque cometió un número de errores. Uno fue que, en vez de ser redimibles en oro, los billetes de banco eran redimibles en pesos emitidos por el gobierno, una depreciada moneda fiduciaria, en vez de una unidad internacional tal como el oro o la libra esterlina. Otro error fue que, como condición para la emisión de billetes, se les requirió a los bancos tener en cartera determinados bonos del gobierno argentino.
El default de Argentina con su deuda externa en 1890 disparó una crisis monetaria y bancaria. No fueron los bancos sino el gobierno quien creó la crisis. A pesar de eso, el gobierno respondió con la eliminación de los billetes emitidos por los bancos y estableciendo en l891 la Caja de Conversión. En 1902 la Caja comenzó a operar como un "currency board", y continuó haciéndolo, dando a Argentina uno de sus pocos períodos de estabilidad monetaria, hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914.
Posibilidad legal
Nada establece en la Constitución de Argentina que debe tener un banco central o una moneda emitida por la nación. De hecho, como la Constitución tiene sus raíces en el siglo XIX, cuando los billetes emitidos por múltiples bancos estaban ampliamente difundidos por el mundo, la Constitución contempla la posibilidad de múltiples emisores. El artículo 74, párrafo 6, de la Constitución otorga al Congreso argentino el derecho a "establecer y regular un banco federal con la capacidad de emitir moneda y otros bancos nacionales (es decir, autorizados federalmente)". Por otra parte, la constitución contempla explícitamente la posibilidad de múltiples emisores de billetes en el artículo 126, el cual establece que "las provincias no pueden acuñar moneda o establecer bancos emisores de billetes sin la autorización del Congreso federal". En consecuencia, el gobierno federal puede por sí mismo autorizar a los bancos a emitir billetes, o puede autorizar a las provincias a otorgar a bancos privados o de propiedad del gobierno la autorización para la emisión de billetes.
La Ley de Instituciones Financieras de Argentina no menciona la emisión de billetes como una potestad permitida a los bancos comerciales o a otras instituciones financieras. La Ley Orgánica del Banco Central le otorga a la banca central el poder de emitir billetes pero no establece que este poder es un monopolio. Puede ser posible dar a los bancos comerciales la libertad para emitir billetes a través de decisiones administrativas, sin cambiar ninguna de las leyes existentes. Pero podría ser deseable eliminar cualquier rol del banco central como emisor de moneda, lo cual requeriría la enmienda de la Ley Orgánica del Banco Central.
Rompiendo un monopolio
Autorizar a los bancos a emitir billetes ampliaría el alcance de los bancos solventes a un área actualmente monopolizada por el gobierno. Otra reforma podría ser convertir a la parte inmediatamente rescatable de los bancos de solvencia dudosa en lo que se denomina bancos limitados, para preservar para ellos un rol en el sistema de pagos. Los bancos limitados deberían ser bancos receptores de depósitos que operaran como bancos de fondos mutuos del mercado de dinero (una forma modificada de la banca con 100 % de encajes). Los depositantes en esos bancos no tendrían que vivir por más tiempo con el temor de verse imposibilitados de retirar sus depósitos porque los bancos deberían tener reservas líquidas para cubrir sus retiros.
Otra ventaja importante de una banca de fondos mutuos del mercado de dinero es que esos bancos requerirían muy poco capital para cubrir los pequeños riesgos asociados con el calce de sus activos y sus depósitos. Finalmente, para hacer seguros tanto a los bancos emisores de billetes como a los bancos de fondos mutuos del mercado de dinero de las manos confiscadoras de las autoridades, deberían ser libres para operar "offshore".
Este artículo fue publicado originalmente en la edición de junio de 2002 de "Latin Finance".
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Steve H. Hanke , 28/06/2002 |
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