Invierno cruel.

 

El principal problema que tiene el duhaldismo reside en que, al día de hoy, carece de una fórmula nacional a la que apoyar.
"Sin embargo, le asaltaron otras preocupaciones.
El más vulgar sentido común decía que el primer deber
del gobernante es gobernar. Esto no le parecía tan fácil
en la práctica como lo había imaginado hasta ahora."

Julio Verne, "Los náufragos del Jonathan".

La renuncia anticipada de Mario Blejer a la presidencia del Banco Central es una novedad ominosa para el gobierno. Es cierto que Blejer ya había anunciado que tenía pensado irse "por motivos personales", pero esa despedida se iba demorando y probablemente las postergaciones reflejaban la subsistente ilusión de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, entidad en la cual Blejer desarrolló la etapa más floreciente de su carrera profesional. El hecho de que el titular del Central haya decidido finalmente ponerle fecha a su partida cinco días antes de la reunión que Roberto Lavagna mantendrá con la poderosa número 2 del Fondo Anne Krueger es interpretado por los analistas más benignos como una vendetta de Blejer contra el ministro de Economía, en retribución por los palos que éste venía cruzando en las ruedas del renunciante. Los comentaristas menos piadosos avanzan sobre esa explicación psicologista y leen la dimisión como una señal segura de que Lavagna volverá de Washington con las manos irremediablemente vacías: "Desde el Fondo le anunciaron a Blejer esa conclusión para que hiciera las valijas antes de que llegara la mala noticia", aseguran.

Así, el gobierno se encuentra ahora con una presidencia del Central desierta (aunque duramente disputada entre los sucesores técnicos naturales de Blejer y los hombres con que economía pretende llenar la vacante), con un ministro de manos vacías y con la perspectiva de tener que llenar no una, sino dos vacantes (la del Central y la que podría crear un Lavagna devaluado), además de la noticia más que probable del bochazo del Fondo. Ese gélido paisaje presagia problemas económicos y políticos.

La información que el INDEC ofreció esta semana sobre la caída de la producción en el primer trimestre (casi un 17 por ciento) es un registro más de esos problemas. El ministro coordinador Alfredo Atanasoff propuso una explicación para ese derrape casi calcada de la que empleaba en sus inicios el gobierno de la Alianza: "Es un coletazo del fracaso del modelo menemista", arguyó. Carlos Menem dejó el gobierno hace 30 meses y al hacerlo el índice de riesgo-país de la Argentina era de poco más de 500 puntos, mientras ahora trepa a los 6.000. La desconfianza internacional no tiene 30 meses de antigüedad. Las consecuencias de la devaluación y la pesificación compulsiva tampoco.

Más allá de la extemporaneidad de los argumentos, llamó la atención que el ministro coordinador lanzara esos mandobles contra Menem precisamente durante la semana en que su gobierno maniobró con intensidad procurando sentar a Eduardo Duhalde junto a Menem "a tomar un café a solas y hablar de política" en La Rioja. ¿Trató Atanasoff de bombardear el empeño político de su jefe y Presidente? ¿O trató de cubrirlo para el caso de que la pretendida reunión no se concrete, más allá de la coincidencia de Menem y Duhalde en la inauguración de una planta aceitunera?

El tenaz esfuerzo de Duhalde por encontrarse con Menem merece un capítulo aparte. Por un lado, el Presidente parece querer exhibirse, más que como titular del Poder Ejecutivo, como líder ad hoc del Justicialismo (de cuyo Consejo Nacional es Menem quien ejerce la titularidad) y ubicar a su deseado contertulio en el mero rol de uno más en el pelotón de la media docena de aspirantes reales o imaginarios a la candidatura presidencial peronista. Sería difícil que Menem acepte actuar en ese escenario, particularmente después de sus recientes éxitos entre políticos, economistas, banqueros e inversores de Nueva York y Washington.

Sin embargo, es posible que Duhalde esté interesado en abrir una negociación con el riojano aceleradamente para cerrarla antes de que la crisis económica termine de serruchar, con el suelo que pisa, toda su restante capacidad de maniobra. En rigor, tal capacidad ya luce muy recortada.

Duhalde y los suyos pretenden colocar un peronista bonaerense en un binomio con chances en la interna para designar candidatos a presidente y vice. Y, sobre todo, quieren mantener bajo control propio la provincia de Buenos Aires antes, durante y, particularmente, después de los comicios anticipados.

El principal problema que tiene el duhaldismo en ese sentido reside en que, al día de hoy, carece de una fórmula nacional a la que apoyar. Carlos Reutemann, la gran esperanza blanca de los duhaldistas, los induce a la desesperación cuando pide 60 días para reflexionar y tomar una decisión. Por su parte, Felipe Solá, el nombre imaginado en la Casa Rosada para acompañar a Reutemann, se niega a candidatearse para vicepresidente, pues ambiciona reelegirse como gobernador. Sin una fórmula nacional a la que engancharse y con el actual gobernador bonaerense dispuesto a pelear por el distrito con o sin bendición de Duhalde, el sistema nervioso del duhaldismo está tensado al máximo al olfatear que el poderoso aparato bonaerense, con el paso de su jefe por la Casa Rosada, puede estar a punto de sufrir un retroceso y de fallar en todos sus objetivos internos decisivos.

El invierno es un tiempo cruel.
Jorge Raventos , 24/06/2002

 

 

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