|
Tiempo económico y tiempo político. |
La historia reciente de la Argentina muestra que, sin una previa recomposición del actual sistema de poder político, nunca habrá "aguas calmas", sino un mar cada vez más embravecido. |
Perón decía que "en política es conveniente aprender con la experiencia ajena, porque la experiencia propia tarda mucho y llega casi siempre tarde".
En la historia institucional argentina, una de las consignas recurrentes de los regímenes militares que gobernaron el país durante larguísimos años fue la pretendida separación de su acción de gobierno en dos secuencias: un supuesto "tiempo económico" y un posterior "tiempo político". En la primera fase, la prioridad era siempre el ordenamiento económico del país, mientras que recién en la segunda, y una vez establecidas esas bases económicas suficientemente sólidas, llegaría la hora propicia para la convocatoria electoral y la restauración del sistema democrático.
Así ocurrió sucesivamente con la "Revolución Argentina" entre 1966 y 1973 y, diez años más tarde, con el "Proceso de Reorganización Nacional" entre 1976 y 1983. En ambos casos, la estrategia fracasó. El "tiempo político" no fue la consecuencia del éxito económico, sino el resultado del agotamiento de ambos regímenes, desbordados por la impaciencia social. Los dos presidentes del "tiempo económico", Juan Carlos Onganía en el 66 y Jorge Rafael Videla en el 76, no pudieron ser los presidentes del "tiempo político", tarea que asumieron traumáticamente Alejandro Agustín Lanusse y Reinaldo Bignone, respectivamente.
También en esas dos ocasiones, entre ambos "tiempos", y antes de resignarse a la simple transferencia del poder a un gobierno electo, hubo todavía sendos intentos de condicionar la sucesión en el poder, a través de la gestación de una descendencia política propia. En un caso, fue la iniciativa de un "partido de la Revolución", impulsada por Roberto Levingston. En el otro, la invocación a una "cría del Proceso", alentada sucesivamente por Roberto Viola y Leopoldo Galtieri. Ninguno de estos ensayos estuvo favorecido por la suerte. Ya sobre el final de las dos experiencias militares, la última y estéril tentativa fue la infructuosa búsqueda de "garantías políticas" para la cúpula castrense en retirada.
En ambas oportunidades, la equivocación principal consistió en un grave error de diagnóstico, que residía en la pretensión de imponer una presunta racionalidad económica fuera de un marco de legitimidad política democrática. Esa conjunción entre racionalidad económica y legitimidad democrática, que constituye el secreto del éxito de los países altamente desarrollados, recién fue alcanzada en la década del 90.
En la Argentina de hoy, existe un consenso totalmente generalizado en la opinión pública y en los principales actores políticos y económicos sobre el hecho de que el país atraviesa una formidable crisis de confianza nacional e internacional. Estamos, ante todo y sobre todo, ante una profunda crisis de gobernabilidad, esto es una grave crisis política.
En este sentido, la intención de avanzar hacia la resolución de esa crisis del poder político una vez que el país haya ingresado en "aguas calmas" es reincidir, aunque ahora sea en un marco de legalidad constitucional, en el viejo error de separar el "tiempo económico" y el "tiempo político". Sin una previa recomposición del actual sistema de poder político, nunca habrá "aguas calmas", sino un mar cada vez más embravecido.
A su vez, la dilación adicional aparentemente fundada en la argüida necesidad de "ordenar" previamente desde el actual gobierno de transición la "interna" partidaria del justicialismo, a través de un acuerdo con los gobernadores peronistas, que involucraría también "garantías políticas", en este caso sobre la futura candidatura a la gobernación de la provincia de Buenos Aires, reitera asimismo la sempiterna ilusión de condicionar la sucesión presidencial o, al menos, el porvenir político de la dirigencia saliente.
No se trata entonces de adivinar si el gobierno norteamericano o el Fondo Monetario Internacional quieren o no elecciones anticipadas. La cuestión es extraer nuestras propias conclusiones sobre el presente político, elocuentemente ilustradas por la historia reciente de la Argentina. |
Pascual Albanese , 20/06/2002 |
|
|