El largo adiós.

 

Todo el mundo trata de tender un puente de plata al gobierno de Duhalde. Pero el gobierno no quiere parecer empujado hacia la puerta de salida electoral, sino, más bien, optando por ese camino de motu propio.
La ruptura del bloque de senadores de la UCR y la existencia de un grupo indisciplinado en el bloque del PJ de la misma Cámara es un signo de las grietas que se van abriendo en la coalición parlamentaria oficialista. No son las únicas: con la ansiada misión del Fondo Monetario Internacional ya de visita en Buenos Aires, el titular del Palacio de Hacienda Roberto Lavagna y el del Banco Central Mario Blejer no han cesado de interpretar su numerito de rencillas públicas y privadas, mientras las reservas se precipitaban por debajo de la línea de los 10.000 millones de dólares.

En esa atmósfera ominosa, no parecía raro que circulara el viernes la versión de que el FMI no soltaría ni siquiera un dólar simbólico si, paralelamente, Eduardo Duhalde no convocaba a elecciones anticipadas. De hecho, los equipos del Presidente ya están trabajando en ese sentido (que fue mentado por los gobernadores peronistas en su último cónclave de La Pampa): ya visitaron a los jueces electorales para advertirles que estén preparados para observar comicios internos y abiertos en todos los partidos a corto plazo. El diputado Díaz Bancalari, un nicoleño que pertenece al riñón duhaldista, ya habló de elecciones generales en marzo.

Pero el gobierno no quiere parecer empujado hacia la puerta de salida electoral, sino, más bien, optando por ese camino de motu propio. Por eso agradeció el gesto del embajador norteamericano James Walsh, quien se apersonó en Olivos, almorzó con el Presidente y luego distribuyó un comunicado desmintiendo que Estados Unidos esté condicionando la ayuda del Fondo a un adelanto electoral.

Todo el mundo trata de tender un puente de plata al gobierno de Duhalde. El propio Presidente se esfuerza en dar algunas señales en el sentido de que no necesita que lo presionen: la última semana se reunió con senadores de su partido para que trabajen junto con el Consejo Nacional del PJ custodiando una interna impecable. Mencionó media docena de candidatos (Néstor Kirchner, Carlos Reutemann, Juan Carlos Romero, Adolfo Rodríguez Saá, José Manuel De la Sota y Carlos Menem) y él se excluyó explícitamente de toda competencia. Por cierto, sus hombres trabajan para urdir una fórmula que le garantice al duhaldismo bonaerense influencia nacional y, sobre todo, la continuidad de control sobre su distrito. El plan consiste en rodear a Carlos Reutemann, conquistar para Felipe Solá el puesto de copiloto (es decir, la candidatura vicepresidencial) y reservar para Hilda Chiche Martínez de Duhalde la postulación a la gobernación de la provincia de Buenos Aires.

Ese plan cuenta con algunos inconvenientes. El primero se centra en Reutemann. El gobernador santafesino duda: no está convencido de ser candidato (y enventualmente jefe de Estado) en una situación tan crítica y con una opinión pública tan exigente. Tiene una oferta de Bernie Ecclestone para convertirse en gerente general del gran circo mundial de la Fórmula 1 y está sopesándola. Ha pedido de uno a dos meses para tomar una decisión. Además, Reutemann ha declarado que no es "candidato a nada ni candidato de nadie", frase en la que la segunda parte tiene una traducción transparente: en caso de lanzarse, el santafesino no quiere parecer (ni ser) una marioneta del poder bonaerense.

Segundo problema: Felipe Solá no aspira a una candidatura vicepresidencial (el puesto, sobre todo después de la experiencia Chacho Alvarez, no es tentador). Lo que Solá sí parece ambicionar es la gobernación bonaerense, que hoy ejerce merced a la huida de Carlos Ruckauf hacia la Cancillería, pero que él quiere repetir con votos propios. Esta pretensión de Solá perturba el plan duhaldista, porque el actual gobernador no es santo de la devoción del aparato provincial del Presidente y en modo alguno se lo considera en esos círculos una garantía de que Duhalde pueda preservar en el futuro su poder y su influencia en el distrito.

Tercer problema: aun en caso de que los obstáculos anteriores pudieran obviarse - lo que no es soplar y hacer botella - queda por ver si con esa fórmula Duhalde puede alambrar totalmente su distrito partidario. En 1988, cuando Antonio Cafiero manejaba el aparato del justicialismo y la gobernación de Buenos Aires no pudo evitar que Carlos Menem - su desafiante - triunfara en las internas después de quebrar la monolítica estructura del PJ provincial. En esa oportunidad lo hizo con el apoyo de un intendente: el de Lomas de Zamora, Eduardo Duhalde. ¿Conseguirá esta vez el Duhalde que ya planifica su retirada lo que no pudo el Cafiero que se sentía seguro vencedor en 1988 o habrá también esta vez figuras de peso y prestigio (intendentes, líderes comunitarios) que rompan el cerco? Esas dudas, aquellas reticencias son las que por ahora llevan al presidente y los suyos a bicicletear una decisión que muchos le reclaman y que está en la lógica de las cosas: poner una fecha sensatamente próxima a los comicios para garantizarse una salida más o menos ordenada y no una impulsada por la explosión de la crisis. A veces, por pretender lo más, se termina consiguiendo lo menos.
Jorge Raventos , 17/06/2002

 

 

Inicio Arriba