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Francia: Un nuevo giro en la política europea. |
En la política europea, la victoria de Chirac refuerza la tendencia reflejada por el fortalecimiento de José María Aznar en España y el ascenso de Silvio Berlusconi en Italia. |
El rotundo triunfo de la coalición de centro derecha "neo-gaullista", liderada por Jacques Chirac, en la segunda ronda de las elecciones legislativas francesas, marcó el ocaso de la era de la "cohabitación". Por primera vez en muchos años, una sola fuerza política habrá de ejercer simultáneamente la Presidencia de la República y la jefatura de gobierno. Además, la coalición de Chirac alcanzó una mayoría parlamentaria de una holgura inédita en la historia de la Quinta República, fundada por Charles De Gaulle en 1958.
Con breves intervalos, la "cohabitación" ha sido una constante recurrente de la política francesa en los últimos años. Durante gran parte de su mandato presidencial, el antiguo jefe socialista Francois Mitterand debió cogobernar con Chirac como primer ministro. Antes de su reelección, en mayo pasado, Chirac tuvo a su vez que protagonizar la experiencia inversa: convivir con un gabinete socialista, encabezado por Lionel Jospin, derrotado en los recientes comicios presidenciales.
El resultado de este prolongado empate estratégico fue una notoria lentitud, y aún una cierta tendencia a la parálisis, en el ritmo de la acción gubernamental vinculada con las reformas estructurales que Francia tiene todavía por delante para mejorar sensiblemente los índices de productividad de su economía, una prioridad absolutamente indispensable para incrementar su alicaída competitividad internacional.
La imperiosa necesidad de articular constantemente sucesivos consensos parlamentarios para avanzar en la tarea legislativa contribuyó también a desdibujar la identidad política de las dos fuerzas históricamente mayoritarias: el Reagrupamiento para la República (RPR) de Chirac y el Partido Socialista de Jospin.
El resultado de todo esto fue el notable crecimiento experimentado por el Frente Nacional de Jean Marie Le Pen y la dispersión de una parte significativa del voto socialista tradicional hacia distintas expresiones minoritarias de la izquierda francesa, que confinaron a Jospin a un inhóspito tercer lugar en la primera vuelta de las pasadas elecciones presidenciales.
Sin embargo, el inesperado susto propinado por Le Pen significó un serio llamado de atención que generó un rápido reacomodamiento en la opinión pública francesa. En la primera ronda de la elección presidencial, el RPR había triunfado con apenas el 19 % de los votos, mientras que los socialistas solo habían obtenido el 16 %. Semanas más tarde, ya en la primera ronda de las elecciones legislativas, históricamente más propicias para la dispersión electoral que las competiciones presidenciales, que habitualmente son más polarizadas, el bipartidismo pareció resucitar de sus cenizas: el RPR ganó con el 44 % de los sufragios y el Partido Socialista trepó hasta el 36 %.
En este nuevo escenario post-electoral, Chirac aparece munido del poder político suficiente como para avanzar en decisiones largamente demoradas, muy especialmente en relación a la privatización de empresas públicas (Air France podría ocupar el primer lugar en la lista de prioridades) y a la extremadamente conflictiva reforma del sistema de seguridad social.
En la política europea, la victoria de Chirac refuerza la tendencia reflejada por el fortalecimiento de José María Aznar en España y el ascenso de Silvio Berlusconi en Italia. El RPR francés, el Partido Popular español y Forza Italia, el partido de Berlusconi, son parte del denominado Partido Popular, una coalición continental de fuerzas de centro y centro derecha, que actúan como un bloque unificado en el Parlamento Europeo y rivalizan con la Internacional Socialista por el liderazgo político de la Unión Europea. Con una ventaja adicional: el nuevo laborismo de Tony Blair tiende a coincidir cada vez más con ese bloque que con los planteamientos ideológicos sus viejos correligionarios de la socialdemocracia europea.
En términos internacionales, Chirac, Aznar y Berlusconi tienen otro importante común denominador. Los tres participan conjuntamente en dos grandes organizaciones políticas internacionales: la Unión Mundial Demócrata Cristiana y de Partidos Populares, expresión renovada de la antigua democracia cristiana europea, y la International Democratic Unión (IDU), una central política que lidera el Partido Republicano estadounidense e integra también, entre otros, el Partido Conservador británico. Esa misma doble adscripción internacional es la que actualmente tiene en la Argentina el Partido Justicialista.
La próxima y decisiva batalla de este deslizamiento internacional de fuerzas se librará en las elecciones de septiembre en Alemania. Habrá que ver si, como hasta ahora insinúan las encuestas, la democracia cristiana logra allí desalojar a la socialdemocracia europea de su último bastión estratégico en la Europea continental. |
Jorge Castro , 17/06/2002 |
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