La aceleración de la crisis vuelve acuciante la necesidad de integrar la sociedad y reconstruir poder y confianza. Eso requiere un liderazgo fuerte, un programa claro y capaz de asociar sólidamente la Argentina al mundo, ambos - liderazgo y rumbo - legitimados por el voto popular. |
Tras nombrar a Roberto Lavagna en el Palacio de Hacienda, con la designación del gremialista bonaerense Alfredo Atanasof en la Jefatura de Gabinete, del pampeano Jorge Matzkin en la cartera de Interior y de la diputada por la provincia de Buenos Aires Graciela Caamaño de Barrionuevo en Trabajo, Eduardo Duhalde anunció el viernes 3 de mayo el "relanzamiento" de su gobierno. El único que parecía gozar a fondo del momento - un acto anémico de euforia en el que colaban los gritos de ahorristas acorralados que rodeaban los ingresos a la Casa Rosada - era el senador por Catamarca Luis Barrionuevo quien, como para celebrar, aconsejó a los manifestantes que fueran "a romper los bancos".
Con esos retoques, el Presidente pareció aspirar a fortalecer su posición en el Congreso (retobado contra la modificación de las leyes de Quiebras y de Subversión Económica) y ganar para su campo al menos a un sector de un sector del movimiento sindical, en ambos casos merced a la influencia y capacidad operativa que se atribuye a Barrionuevo. Este, especulan en Balcarce 50, tiene peso sobre un sector del bloque justicialista de la Cámara Alta al que se conoce como "los sin techo", sea porque representan a provincias con gobernadores de signo político no peronista, sea porque mantienen vínculos fríos con mandatarios justicialistas (tal sería el caso del riojano Jorge Yoma). Las mismas fuentes estiman que, a través del control que Graciela Caamaño de Barrionuevo ejercerá desde el ministerio de Trabajo sobre la ANSES y la administración de fondos sociales, su esposo puede darse maña para aislar a los gremios más renuentes o propensos a la protesta. En principio, Duhalde consiguió que Barrionuevo dejara de propugnar elecciones anticipadas, un tema que altera los nervios presidenciales.
Con todo, la cuestión del adelanto electoral depende menos de los requerimientos explícitos que de la capacidad del gobierno para afrontar con alguna eficacia la situación. Los gobernadores justicialistas fijaron en 14 puntos el rumbo que aspiran para su propio movimiento y las acciones que esperan de Duhalde. Ninguno de ellos - con la excepción, quizás, de Néstor Kirschner - parece hoy apresurado por desempolvar las urnas. Preferirían que los comicios lleguen, de acuerdo a los ritmos normales, en el segundo semestre de 2003, después de una transición relativamente ordenada a cargo de la administración actual. Pero los tiempos de crisis suelen ser irrespetuosos con las previsiones y los deseos. El gobierno ha dejado caer ya casi dos semanas desde que los gobernadores extendieron su pliego de 14 cláusulas sin que se observe demasiada acción efectiva para ponerlas en práctica. Tal vez haya que citar, como excepción a esa quietud, la despedida de Ignacio de Mendiguren (uno de los adalides de la devaluación), el encogimiento del ministerio de Producción (una cartera que en enero fue descripta como emblemática) y el final de Pablo Challú como secretario de Defensa de la Competencia, tras su intento de aplicar herramientas estatistas de control de precios.
Se trata de tres signos dibujados por Roberto Lavagna para indicar su encuadre en el espíritu de los 14 puntos. Pero no parecen suficientes esas señales para recrear confianza. Si el gesto de los gobernadores, una semana atrás, había contribuido a que el lunes el mercado cambiario reabriera con un dólar en baja (en relación con la última cotización previa al feriado), la morosidad de la administración y, quizás, el tono de los cambios de gabinete introducidos por Duhalde volvieron a alzarlo bastante por encima de los valores a los que el gobierno está dispuesto a resignarse (2,80 a 3 pesos), mientras los precios acompañan como sombra ese movimiento. A los sindicatos, más allá de la buena voluntad que algunos de sus líderes puedan tener hacia el presidente o de las gestiones que esté en condiciones de tejer Luis Barrionuevo, les resulta cada día más difícil convalidar en silencio la creciente pérdida de poder adquisitivo de los salarios disparada por la devaluación. La depresión económica, entretanto, sigue sumando pobres a los pobres e indigentes a los indigentes.
Más allá de sus deseos, es probable que los gobernadores se vean forzados a ir rápidamente más allá de la propuesta de los 14 puntos y del zurcido invisible con el que hoy - desde la Santa Fé de Carlos Reutemann y la Córdoba de José Manuel De la Sota, hasta algunos liderazgos renovadores bonaerenses y otros de las provincias interiores - se intenta simultáneamente vigilar el buen rumbo del gobierno nacional y construir una opción consistente para después. La aceleración de la crisis vuelve acuciante la necesidad de integrar la sociedad y reconstruir poder y confianza. Y eso requiere un liderazgo fuerte, un programa claro y capaz de asociar sólidamente la Argentina al mundo, ambos - liderazgo y rumbo - legitimados por el voto popular. El después puede llegar antes. |
Jorge Raventos , 06/05/2002 |
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