Así tituló Martin Wolf su columna en el "Financial Times" del 1° de mayo, en la que afirma que "con ayuda, el país podría salvarse por un estrecho margen del desastre nuclear ('melt-down') de la hiperinflación. Pero hay poca esperanza de que esto se haga de la manera adecuada". |
Aun para los estándares de la Argentina, la performance de la administración de Eduardo Duhalde ha sido terrible. Mientras el peso se hunde y la economía implosiona, la hiperinflación surge.
Esta vez, la Argentina consiguió ir de un desastre a un desastre en sólo una década. Después de esta experiencia, Ricardo Caballero y Rudiger Dornbusch han argumentado (FT, 8 de marzo de 2002) que la nación debería ceder mucha de su soberanía económica por un período extendido. ¡Qué lástima! La salvación no vendrá de afuera. El Fondo Monetario Internacional es demasiado conciliador y débil, mientras que el resto del mundo no se preocupa lo suficiente para salvar a la Argentina de sí misma.
La salvación sólo puede venir de adentro. Pero parece inconcebible que venga de Duhalde. La decisión de devaluar y redenominar los activos y los pasivos en pesos podría, si yo quisiera, justificarse, en las desesperadas circunstancias de la Argentina, como una etapa hacia un régimen disciplinado de tipo de cambio flotante. Pero este reemplazo estaba unido a dañar la confianza. Era esencial hacerlo de la manera más inteligente que fuera posible.
En cambio, el gobierno obligó a una "pesificación" de los depósitos y los pasivos de los bancos a diferentes tasas de cambio, lo que significó el robo directo del capital de los bancos; confiscó las reservas en dólares de los bancos; cambió la ley de quiebras para socavar la posición de los acreedores; utilizó una absurda ley sobre subversión económica para perseguir a las víctimas de su propio desempeño contrario a la ley; e introdujo nuevos impuestos y regulaciones en una forma confusa e imprevisible.
La Argentina está en el borde de un abismo...Todavía es posible que el país abandone por sí mismo esta espiral descendente. Pero primero debe encuadrar una autodisciplina. La semana pasada hubo destellos de luz.
Cuando Jorge Remes Lenicov, el anterior ministro de Economía, asistió a las reuniones de primavera del FMI y del Banco Mundial, descubrió el fuerte apoyo del Grupo de los Siete países de más altos ingresos a la posición del FMI. A su regreso, encontró que el Congreso no estaba deseoso de apoyar su plan de convertir los depósitos a plazo en pesos a bonos. Renunció.
Entonces, algo sorprendentemente, los gobernadores de las provincias y el presidente acordaron un plan de catorce puntos que aparentemente incluye lo que el FMI quiere. La perspectiva de quedar colgados concentró las mentes aun de los políticos argentinos. Si es así, Roberto Lavagna, el nuevo ministro de Economía, puede tener más éxito que su predecesor. Pero debe enfrentar grandes obstáculos.
Uno es la situación política del país, no en menor grado la persistente falta de comprensión del presidente. En un punto, Duhalde hasta habló de fijar el tipo de cambio y abandonar las conversaciones con el FMI. Lo primero es una manera de perder las reservas de divisas, mientras que lo último podría asegurar que la austeridad que él está tratando de evitar fuera superada por las privaciones que podría verse forzado a imponer.
El otro obstáculo es lo díficil de dar forma definida a la tarea. Primero, las autoridades argentinas deben imponer la disciplina fiscal en el gobierno federal y en las provincias. Fue la indisciplina fiscal, tal como argumenta Michael Mussa, ex titular del departamento de investigación del FMI, la que arrastró hacia abajo al país. Debería ser innecesario imponer límites a los déficits provinciales si el gobierno federal pudiera garantizar confiablemente que no los rescatará. No puede hacerlo. Entonces, deben imponerse límites. Si es necesario, el gasto debería estar limitado al dinero disponible, mes a mes.
Segundo, la Argentina debe reformar la ley de quiebras, como ha insistido el FMI, para permitir a los acreedores recuperar activos y eliminar la ley de subversión económica.
Tercero, el gobierno debe también planear la reapertura de los bancos. La política sobre esto debe, a su vez, estar relacionada con la elección del régimen monetario. El mejor sistema para un país con las características de la economía argentina es una flotación disciplinada. Pero la flotación es para los adultos. El comportamiento de sus políticos ha provisto convincente evidencia de que son niños irresponsables. La dolarización puede ser la opción menos mala, como argumenta Kurt Schuler, que trabaja en el equipo del Comité Económico Conjunto del Congreso de los Estados Unidos.
Con reservas de moneda extranjera de aproximadamente 12 mil millones de dólares contra una base monetaria estimada por Schuler en 25.000 millones de pesos, la dolarización debería ser bastante confortable al actual tipo de cambio. Como los argentinos poseen grandes cantidades de billetes de dólar, la economía podría alcanzar liquidez bastante rápido si fuera restablecida la confianza. La contrapartida lógica debería ser dejar libres a los bancos para decidir qué hacer con sus depositantes. Esta elección podría sensatamente ser hecha también bajo un régimen monetario autónomo.
Si Argentina llega a un plan creíble debería merecer apoyo internacional. Pero el FMI ya le ha prestado 14.000 millones de dólares, aproximadamente el 520 % de su cuota, comparado con un límite normal del 300 %. Mussa sugiere nuevos préstamos netos de 2.500 millones de dólares del FMI (por encima del refinanciamiento de los préstamos existentes) y hasta el mismo monto del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo, en apoyo de un programa fuerte y durable. El país también está obteniendo beneficios sustanciales - de 8 a 12 mil millones de dólares por año - por dejar de pagar sus deudas. Pero debe hacer un esfuerzo de buena fe para alcanzar acuerdos con sus acreedores.
La pregunta es si la Argentina será capaz de rescatarse a sí misma antes del desastre nuclear hiperinflacionario. Poco indica en la performance reciente que lo peor será evitado. Pero si las autoridades implementan un plan coherente y reciben apoyo internacional, una recuperación liderada por la exportación puede iniciarse tan pronto como el año próximo. La Argentina debe decidir si quiere pertenecer al mundo moderno, o no. Es, al fin, tan simple - y tan difícil - como esto. |
Agenda Estratégica , 03/05/2002 |
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