La batalla por Argentina.

 

Los economistas del MIT explican nuevamente por qué la Argentina debe alquilar credibilidad: es que enfrenta la peor y más peligrosa crisis de una economía emergente mayor en las últimas décadas. "Los fundamentos completos de una sociedad moderna han sido canibalizados", afirman.
Las negociaciones en curso con el FMI ofrecen la oportunidad para crear un punto de partida para la estabilización, pero también el riesgo de que las dos partes se centrarán en sus respectivas percepciones políticas estrechas y fracasarán en conducir con pericia la crisis argentina en su alcance total. Las posiciones están claras: obviamente ambas partes desean una recuperación de la Argentina. Pero, después de esto, el presidente Duhalde quiere el dinero que el FMI puede ofrecer - mucho y rápido, por favor - pero es resistente o incapaz de realizar reformas dramáticas; tiene que negociar con los gobernadores que enfrentan exactamente el mismo problema que él. Por el otro lado, el FMI tiene un gran dilema. Ellos no pueden soportar el costo de ser intransigentes hasta un punto en que Duhalde caiga. Pero, habiendo prestado para programas argentinos fracasados durante años, no pueden negociar en la forma habitual, cerrar sus ojos y poner el dinero sobre la mesa. Por el contrario, deben realizar demandas máximas de crueldad hooveriana de cortes presupuestarios en medio de una depresión.

¿Dónde está la base común? Si la estrategia de máxima vence - uno no puede siquiera ver cómo Duhalde puede suscribir eso - la economía argentina se hundirá de proa y se transformará en ingobernable. Si gana la estrategia de mínima, nada ha cambiado excepto la pérdida de un elemento más de esperanza. Pero esta discusión deja de lado un punto muy crítico. El dinero del FMI, y las reformas que deben acompañarlo, no son un fin en sí mismos. Por el contrario, deben ser el piso con el cual retorne el capital - argentino e internacional - desde el exterior.

El FMI no tiene mucho dinero para dar. El rol clave en la reconstrucción de la Argentina tiene que estar en el capital privado. ¿Cómo pueden, entonces, llevarse las negociaciones para que produzcan un resultado ganador para ambas partes? Claramente deben alcanzar más allá de los objetivos de corto plazo en el presupuesto. Deben incluir reformas específicas para alcanzar un esquema completo de implementación que otorgue la confianza de que este no es sólo otro programa más que puede ser dejado de lado por prioridades electorales. Nosotros hemos presentado un plan que provee justo ese extra que es necesario: un programa donde la Argentina acuerda, incluso solicita, una comisión extranjera de estabilización que conduzca el banco central y que, a cambio del desembolso de un importante préstamo de estabilización, tenga control sobre la implementación del presupuesto. Desde su publicación, nuestra propuesta ha atraído un montón de discusión, no toda favorable por algunos medios. Pero, muy significativamente, dos encuestas de opinión en la Argentina han revelado un apoyo de hasta el 40 por ciento de la muestra. Esto es un apoyo sorprendente, y munición política, para un esquema que podría crear un impulso mayor en la credibilidad externa de la Argentina. Mejor credibilidad en el mercado de capitales, en cierto grado, conlleva el beneficio de una menor necesidad de heroísmo fiscal, un punto obvio que el presidente Duhalde no debiera olvidar.

Revisemos el plan y las reacciones. Nosotros expusimos que esta crisis es, por lejos, peor y más peligrosa que cualquiera que la Argentina o cualquier otra economía emergente mayor haya visto en las décadas recientes. Los fundamentos completos de una sociedad moderna han sido canibalizados. Con tristeza, muchos argentinos pueden reconocer los síntomas que describimos. Los que no lo hicieron de entrada están siendo persuadidos por los acontecimientos desplegados.

Nuestra prescripción, que la soberanía financiera y económica argentina sea cedida por unos pocos años, no fue recibida con un igual consenso. Los que la objetan, ven en nuestra propuesta un ataque sobre el orgullo nacional. Pensamos que esta percepción está mal dirigida; un país es mucho más que un conjunto de normas monetarias, financieras y fiscales. La identidad nacional y el orgullo no están dados por aceptar que unos pocos extranjeros monitoreen la implementación de un conjunto de normas cuidadosamente construidas para no interferir con la soberanía política y aprobado por el congreso de la Argentina. Dejemos la retórica y la arrogancia obstructiva de lado. La situación es demasiado terrible para eso. Pedimos disculpas a aquellos que hemos ofendido. Aquí hay otro intento para un problema y su solución que nosotros tomamos al más serio nivel.

El problema de la Argentina está mucho más allá de una variedad de jardín de crisis de liquidez. La solución no es solamente la inyección temporaria de recursos. Debe iniciarse con un claro sentido de cómo asegurar lo que viene después, el medio y el largo plazo. Hay un acuerdo significativo sobre algunos de los ingredientes generales claves de esta reforma estructural: Mejorar los incentivos, representados por la necesidad de la reforma de un mal diseñado sistema de coparticipación, combatir la corrupción y asegurar los derechos de propiedad sin restricciones, y remover una serie de bien conocidas rigideces en la estructura de la Argentina. Comprometerse ahora y elegir en 2003 el candidato que haga de esto su marca registrada.

A pesar del rol esencial de una estrategia de largo plazo en cualquier plan factible, el real asesino está en el corto plazo. Aún si hay acuerdo sobre un correcto plan de largo plazo, no sería suficiente para detener la caída libre de la Argentina. No hay esperanza de encontrar un piso, o siquiera de implementar muchas de las urgentes medidas necesarias para reinstalar el sistema financiero, hasta que la confianza no sea recuperada. Los recursos extranjeros y, más importante, los de los argentinos en el exterior, deben regresar si hay una salida para esta crisis. En este momento, el flujo está yendo en la dirección contraria. No hay dinero del FMI que pueda cerrar esa brecha. Está también más allá de sus medios. La confianza debe ser recuperada rápidamente. Y el completo anuncio de una adecuada estrategia de largo plazo no será suficiente - tiene que ser creíble. Alcanzar esto último es difícil para cualquiera con los antecedentes de la Argentina, mucho más para un gobierno de transición, no importa cuán buenas puedan ser sus intenciones.

Expuestas con simpleza, existen tres grandes opciones de corto plazo:

Opción 1: El enfoque de la sopa de pollo. Es lo que está siendo intentado y discutido ahora, tanto internamente como en el exterior. Esto es, una colección de remedios menores para algunos síntomas que han aparecido en otras crisis menores. Desafortunadamente, esta no es una opción real para la Argentina hoy, es simplemente esperar que la crisis empeore mucho antes de actuar decididamente. Algunos políticos pueden apoyar esta opción, para poder salvar su pellejo o pueden sentir que todavía no hay una suficiente base de apoyo para algo más extremo. Si lo último es cierto, aunque las recientes encuestas sugieren otra cosa, el acto patriótico por realizar es acelerar el consenso sobre una solución real apoyándolo con su liderazgo, en vez de esconderse detrás de la postergación. Los argentinos deben rechazar esta no-opción. Las instituciones financieras internacionales no lo harán por ellos.

Opción 2: El enfoque estándar del pavo frío. No hay mejor manera de construir credibilidad acerca de la implementación de un plan de largo plazo de iniciarlo directamente; incluso sobrepasarlo en el corto plazo para realizar una clara demostración. En muchos casos esta es una estrategia apropiada y algunos aspectos de ella tendrán que tener lugar en la Argentina. Pero la Argentina está ahora demasiado dañada para tomar esta medicina. No obstante, muchos pasos importantes que no requieren asistencia externa pueden ser realizados de inmediato. Una campaña anticorrupción, sin merced para los jueces, los legisladores y los funcionarios públicos con marcas de descrédito, sí. Reforma de los sistemas impositivo y de coparticipación, sí. Protección de los derechos de propiedad y estabilización de las reglas de juego, sí. Reactivación del sistema de pagos y un esquema para salir del "corralito", sí. Otros pasos son simplemente demasiado riesgosos en esta etapa. Es difícil de creer que la Argentina pueda reducir su déficit fiscal lo suficientemente rápido como para alcanzar el tan necesario objetivo de credibilidad sin disparar una explosión social - cualquier promesa de un ajuste tal simplemente no es creíble. Aún es difícil de creer que el banco central pueda encontrar una política monetaria lo suficientemente contractiva, sin matar al peso, que pueda convencer a alguien de que se ha encontrado un ancla nominal.

Opción 3: El enfoque de la credibilidad importada - el puente. Si el problema no es de falta de convicción en la estrategia adecuada de largo plazo sino la confianza insuficiente, la forma más barata de conseguirla es alquilándola. Este principio es el origen de nuestra propuesta. Si la Argentina quiere tener acceso a una política monetaria adecuada, que tenga un bien conocido banquero central internacional ejecutándola, bajo un firme conjunto de reglas acordado entre la Argentina y sus asesores. Si la Argentina quiere construir credibilidad sobre su confiabilidad fiscal, que prometa un ajuste menos frontal que bajo la opción 2, pero que tenga un monitor internacional testificando sobre todas las transacciones claves, quizás hasta escribiendo y recibiendo los grandes cheques, que haga pública la información de la libreta de cheques y que anuncie si está próxima al acuerdo. El financiamiento local no se reiniciará hasta que no sean establecidas normas claras, permanentes y ejecutables; que traiga un regulador internacional, quizás alguien del Banco Internacional de Ajustes puede desempeñar el papel. En todas estas áreas los expertos argentinos deben tomar un rol muy activo y estar preparadas para tomar la batuta una vez que, algunos años más adelante, la intervención ya no sea necesaria.

Que no haya ilusiones: aún la opción 3 vendrá con costos y tiempos difíciles por delante. Cualquiera que proclame otra cosa es deshonesto o está profundamente confundido. Tendrá que haber algo positivo - cumplimiento de un estricto programa - que los monitores extranjeros puedan informar al resto del mundo tanto como a los argentinos. Tendrá que haber algún ajuste - pero no tan estricto como el que podría imponer la opción 2 o el que traería eventualmente la no-opción 1.

La Opción 3 podría también permitir algún margen de error. Esto es importante, porque salir de lo profundo en que está la Argentina hoy no estará libre de errores - es clave tener alguna flexibilidad en la credibilidad para recuperarse de estos errores. Avanzando en soledad, aún con un fuerte compromiso, podría ser muy riesgoso, pues las mismas fallas "honestas" pueden ser interpretadas en forma muy diferente por los nerviosos inversores. ¿Por qué los argentinos deberían elegir navegar esas aguas peligrosas cuando están disponibles rutas alternativas? Este no es el momento para que los políticos argentinos traten de ganar la atención - el costo del fracaso en esta riesgosa apuesta deberá ser absorbido por una población que ya ha resistido muchas cosas.

Utilizando la oportunidad para construir las instituciones y empleando expertos extranjeros respetados para fundar los cimientos y asegurar un rápido y sostenido éxito, bajan los costos políticos y económicos de la reconstrucción y aumentan claramente las oportunidades. No es un sustituto de Duhalde o de cualquiera que lo suceda. De hecho, puede ser la única opción de Duhalde para permanecer en el poder y para que la transición hacia el próximo que ocupe el cargo ocurra en un ambiente democrático y ordenado. Por supuesto que los políticos pueden derrochar todo nuevamente: Simular con fraude una aceptación de un serio programa solamente para usar los recursos adicionales para satisfacerse a sí mismos. Pero esto será más difícil porque el público tendrá una forma más efectiva de monitorear lo que se está haciendo a sus vidas económicas. Déjennos tener la esperanza que, dada una opción permanente de salida a esta terrible crisis los políticos finalmente crecerá ante la oportunidad. Si no, los "escraches" estarán bien merecidos.
Rudi Dornbusch y Ricardo Caballero , 25/04/2002

 

 

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