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Por qué todavía necesitamos imperios. |
Robert Cooper, un diplomático británico que es el gurú de la política exterior del Primer Ministro Tony Blair, publicó este polémico articulo en "The Guardian", en el que explica por qué cree que un nuevo imperialismo voluntario y cooperativo puede salvar al mundo. |
En el mundo de la Antigüedad, orden significaba imperio. Aquellos que estaban dentro del imperio tenían orden, cultura y civilización. Fuera de él estaban situados los bárbaros, el caos y el desorden.
La imagen de paz y orden mediante un centro de poder único ha permanecido sólida. Pero los imperios están mal diseñados para la promoción del cambio. Mantener un imperio unido usualmente requiere un estilo político autoritario, donde la innovación conduce a la inestabilidad. Históricamente, los imperios han sido estáticos.
Pero el sistema de balance de poder que reemplazó al imperio en Europa también tenía una inestabilidad inherente: el siempre presente riesgo de la guerra. Después de 1945, una simplificación final convirtió el balance de poder multilateral en Europa en un balance bilateral del terror. Pero tampoco estaba construido para durar. El fin del balance de poder en 1989 también marcó el debilitamiento del impulso imperial. Un mundo que comenzó el siglo pasado dividido entre los imperios europeos, lo finalizó con todos o casi todos ellos desaparecidos: Los imperios otomano, germano, austriaco, francés, británico y soviético son ahora sólo un recuerdo.
En cambio, tenemos dos nuevos tipos de estado. Primero, están los estados premodernos - a menudo antiguas colonias - cuyas fallas han llevado a una guerra hobbesiana de todos contra todos: países como Somalía y, hasta recientemente, Afganistán. Segundo, están los estados posimperiales, posmodernos, los cuales no piensan más en la seguridad primordialmente en términos de conquista. Una tercera clase son los tradicionales estados "modernos", tales como la India, Paquistán o China, los cuales se han conducido como estados siempre teniendo, persiguiendo, intereses, poder y "raison d'ètat".
El sistema posmoderno en el cual vivimos nosotros los europeos no confía en el balance, no enfatiza la soberanía o la separación de los asuntos domésticos e internacionales. La Unión Europea ha devenido en un sistema altamente desarrollado para la interferencia mutua en los asuntos domésticos de cada uno de los otros, alcanzando a la cerveza y a las salchichas. Los miembros del mundo posmoderno no consideran invadirse el uno al otro. Pero ambas zonas moderna y premoderna plantean amenazas a nuestra seguridad.
Estamos familiarizados con la amenaza desde el mundo moderno. Si tiene que haber estabilidad entre los estados que todavía operan por los principios de imperio y la supremacía del interés nacional, vendrá de un balance entre las fuerzas agresivas. Hay pocas áreas en el mundo donde un balance tal existe. Un elemento nuclear en la ecuación agudiza el riesgo en algunas áreas.
El mundo posmoderno tiene que comenzar a conseguir que sea utilizado un doble estándar. Entre nosotros, operamos sobre la base de leyes y seguridad cooperativa abierta. Pero, cuando tratamos con estados a la vieja usanza fuera del continente posmoderno de Europa, necesitamos volver a los métodos rudos de una era más temprana: la fuerza, el ataque preventivo, el engaño, cualquier cosa es necesaria para tratar con aquellos que todavía vivien en el mundo del siglo XIX de cada estado por sí mismo.
Entre nosotros mantenemos la ley pero cuando estamos operando en la selva también debemos usar las leyes de la selva. El prolongado período de paz en Europa ha creado una peligrosa tentación de descuidar nuestras defensas, tanto físicas como psicológicas.
El desafío planteado por el mundo premoderno de estados fallidos es nuevo. El mundo premoderno es un mundo de estados frustrados los cuales han perdido el monopolio de o la legitimidad para el uso de la fuerza, con frecuencia ambos. Los ejemplos de colapso total son relativamente escasos, pero el número de países en riesgo crece todo el tiempo. Algunas áreas de la antigua Unión Soviética son candidatos, incluyendo Chechenia. Todas las principales áreas del mundo productoras de drogas son parte del mundo premoderno. Hasta recientemente no había autoridad soberana en Afganistán, no la hay en Burma o en partes de Sudamérica, donde los barones de la droga amenazan el monopolio de la fuerza del estado. Todos los países de África están en riesgo. En tales áreas el caos es la norma y la guerra es un modo de vida. Usualmente, cuando hay un gobierno opera en una forma similar al crimen organizado.
El estado premoderno puede ser demasiado débil incluso para asegurar su propio territorio, no ya para plantear por sí mismo una amenaza internacional, pero puede proveer una base para actores no estatales que pueden representar un peligro para el mundo posmoderno. Si los sindicatos de la droga, el crimen o el terrorismo utilizan bases premodernas para ataques contra las partes más ordenadas del mundo, entonces los estados organizados deben tener que responder. Si se transforman en demasiado peligrosos para ser tolerados por los estados establecidos, es posible imaginar un imperialismo defensivo. La respuesta de Occidente a Afganistán puede ser vista bajo esta luz.
¿Cómo deberíamos tratar con el caos premoderno? Resultar involucrado en una zona de caos es riesgoso; si la intervención es prolongada puede transformarse en insostenible para la opinión pública; si la intervención no es exitosa puede ser dañina para el gobierno que la ordenó. Pero los riesgos de dejar a los países desintegrarse, como Occidente hizo en Afganistán, pueden ser aún mayores.
La forma más lógica de tratar con el caos, la que fue empleada más a menudo en el pasado, es la colonización. Pero esto es inaceptable para los estados posmodernos. Imperio e imperialismo son palabras que se han transformado en una forma de abuso y no hay poderes coloniales deseosos de tomar el trabajo, aunque las oportunidades - quizás incluso la necesidad - para la colonización son tan grandes como siempre fue en el siglo XIX. Aquellos dejados fuera de la economía global arriesgan la caída en un círculo vicioso. Gobierno débil significa desorden y éste significa inversión decreciente.
Todas las condiciones para el imperialismo están allí, pero tanto la oferta como la demanda de imperialismo han desaparecido. Y todavía un mundo en el cual el eficiente y el bien gobernado exporte estabilidad y libertad parece eminentemente deseable.
Lo que es necesario es una nueva clase de imperialismo, uno compatible con los derechos humanos y con los valores cosmopolitas: un imperialismo que apunte a ofrecer orden y organización pero que descanse hoy sobre el principio voluntario.
Ya tenemos imperialismo voluntario de la economía global a través de instituciones como el FMI o el Banco Mundial. Estas instituciones multilaterales proveen ayuda a los estados deseosos de encontrar su camino en la economía global y en el círculo virtuoso de la inversión y la prosperidad. En retorno, ellas formulan demandas las cuales, esperan, enderecen las fallas políticas y económicas que han contribuido a la necesidad original de asistencia.
La segunda forma de imperialismo posmoderno podría ser llamada el imperialismo de los vecinos. La inestabilidad en su vecindad plantea amenazas que ningún estado puede ignorar. El mal gobierno, la violencia étnica y el crimen en los Balcanes plantean una amenaza para Europa. La respuesta ha sido crear algo similar a un protectorado de las Naciones Unidas voluntario en Bosnia y en Kosovo. La comunidad internacional provee no sólo soldados sino policías, jueces, funcionarios penitenciarios, banqueros y otros, así como el monitoreo y la organización de las elecciones.
El agrandamiento europeo (la aceptación de nuevos miembros de la UE) muestra otra clase de imperialismo voluntario. En el pasado, los imperios impusieron leyes y sistemas de gobierno; en el caso de Europa nadie está imponiendo nada. Si usted es un candidato a la membresía de la UE tiene que aceptar lo que es dado - un conjunto completo de leyes y regulaciones -, así como una vez lo hicieron los países sujetos. Pero el premio es que una vez dentro tendrá una voz en la comunidad. La Unión Europea posmoderna ofrece una visión del imperio cooperativo, una libertad y seguridad común sin la dominación étnica y el absolutismo centralizado a las que los imperios pasados habían estado sometidos, pero también sin la exclusividad étnica que era el sello del estado nación.
El imperio cooperativo ofrece un marco político doméstico en el cual cada uno tiene una parte en el gobierno, en el cual ningún país domina y en el que los principios de gobierno no son étnicos sino legales. La más liviana de las presiones será requerida desde el centro: la "burocracia imperial" debe estar bajo control, obligada a rendir cuentas y ser el sirviente, no el jefe, de la comunidad. Una institución tal debe estar dedicada a la libertad y la democracia como sus partes constituyentes. Como Roma, esta comunidad debería proveer a sus ciudadanos con algunas de sus leyes, algunas monedas y el camino ocasional.
Solo el tiempo dirá si una visión tal puede ser realizada. En el mundo moderno la carrera secreta para adquirir armas nucleares avanza. En el mundo premoderno los intereses del crimen organizado - incluyendo el terrorismo internacional - crece más y más rápido que el estado.
Puede que no quede mucho tiempo. |
Robert Cooper , 18/04/2002 |
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