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De los laberintos se sale por arriba. |
Cuando se trata de revertir un cuadro de expectativas negativas, la voz de orden es acelerar los tiempos para poder adelantar el futuro. Lo demás son manotones de ahogado. |
Una de las características de las situaciones de crisis es que la tradicional diferencia entre las políticas de corto y de largo plazo tiende a achicarse brutalmente, hasta casi desaparecer. En ese contexto, ninguna medida de corto plazo puede desvincularse de una pespectiva de largo plazo. Porque esas pespectivas de largo plazo son las únicas que permiten recrear un horizonte capaz de suscitar la confianza interna y externa que requiere la Argentina. Por ese motivo es que resulta también indispensable implementar con urgencia las medidas orientadas a convertir esas pespectivas de largo plazo en realidades del presente. Cuando se trata de revertir un cuadro de expectativas negativas, la voz de orden es acelerar los tiempos para poder adelantar el futuro.
En términos de corto plazo, la reimplantación y el posterior incremento de los impuestos a las exportaciones están fundados en razones fiscales verdaderamente incontrastables. Las cifras correspondientes a la ejecución presupuestaria del primer trimestre indican que en ese breve lapso se agotó la casi totalidad del déficit fiscal y del monto de la emisión monetaria previstos para todo el año. Las cuentas públicas están absolutamente desbordadas. La emergencia está a la vista. De no revertirse esa tendencia, en los próximos meses la espiral inflacionaria y sus inevitables consecuencias políticas y sociales habrán de adquirir la fuerza de un huracán.
Hay un segundo factor: la escalada en la cotización del dólar repercute inexorablemente sobre el precio de los bienes transables internacionalmente, en primer lugar de los alimentos, con el consiguiente aumento de la conflictividad social. De allí que las retenciones no sólo tienen un objetivo fiscal, sino que se proponen explícitamente desestimular las exportaciones para mejorar el abastecimiento del mercado interno.
A pesar de estos datos incontrovertibles, la decisión gubernamental provocó una amplia y previsible oleada de rechazo por parte de los sectores exportadores. A esa protesta empresaria se ha sumado la mayoría de los gobernadores, que entienden que la medida tiene un impacto fuertemente negativo en las economías regionales. Alegan también que las retenciones a las exportaciones constituyen un impuesto no coparticipable, cuyos beneficios fiscales sólo favorecen al Estado nacional y no se trasladan a las provincias.
A la cabeza de ese reclamo está ubicado el gobernador de Santa Fe Carlos Reutemann. Hasta el punto que la situación planteada determinó la renuncia del Secretario de Agricultura y Ganadería Miguel Paulon y puede apresurar el alejamiento del Secretario de Hacienda Oscar Lamberto, los dos funcionarios santafecinos más notorios del actual gobierno.
Lo cierto es que, más allá de la puja sectorial desatada y de las argumentaciones parcializadas blandidas por los contendientes, propias de cualquier conflicto de intereses, las retenciones representan un gravamen adicional sobre los sectores más competitivos del aparato productivo nacional, en particular sobre la cadena agroalimentaria, cuya expansión constituye la principal herramienta disponible para multiplicar el volumen de exportaciones e impulsar la reinserción de la Argentina en las grandes corrientes comerciales de la economía mundial.
Las "políticas activas" en la era de la globalización no consisten en el otorgamiento de subsidios o prebendas sectoriales. El rol del Estado reside precisamente en incentivar la competividad de los sectores productivos. La "revolución de los alimentos" no es una reivindicación de tipo sectorial. Es una prioridad estratégica de la Argentina. Y las retenciones a las exportaciones, por justificadas que parezcan, van exactamente en sentido contrario.
La argumentación oficial se para en el corto plazo, a partir de dos hechos ciertos, como son la gravísima situación fiscal y la escalada de los precios internos, para tomar un camino equivocado: las retenciones. Las críticas formuladas aciertan en la visualización de las consecuencias negativas de ese camino, pero no alcanzan todavía a esbozar una vía alternativa.
Leopoldo Marechal decía que "de los laberintos se sale por arriba ". La dinámica de la crisis lleva a que la totalidad de los sectores productivos de la Argentina estén obligados a asumir en plenitud el hecho de que sólo un drástico cambio de rumbo, esto es un giro estratégico basado en la recreación de las condiciones necesarias para volver a suscitar la confianza en el país, que requiere ante todo garantizar la estabilidad monetaria y la estabilidad de las reglas de juego, permitirá eludir este callejón sin salida.
Un programa económico es verdaderamente sustentable cuando las políticas de corto plazo que se ejecutan son coherentes con los objetivos estratégicos que se plantea. Lo demás son manotones de ahogado. |
Jorge Castro , 08/04/2002 |
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