La crisis árabe, Irán y el conflicto de Medio Oriente

 


Las revueltas en el mundo árabe, profundizadas por los acontecimientos en Egipto y Siria, sumadas el estado de alerta provocado por el avance del plan nuclear de Irán, colocan a Israel ante un nuevo escenario que le obliga a un replanteo global de su estrategia en el conflicto de Medio Oriente.
El primer ministro Benjamín Netanyahu consideró viable la creación de un estado palestino, a condición de que sea un ente absolutamente desmilitarizado. “A cada uno su bandera, a cada uno su himno. El territorio concedido a los palestinos será sin Ejército, sin control del espacio aéreo, sin entrada de armas, sin posibilidad de establecer alianzas con Irán o con Hezbollah”, señaló Netanyahu. Simultáneamente, Mahmud Abbas, sucesor de Yasser Arafat al frente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), y Jale Meshal, jefe de la organización fundamentalista Hamas, que controla Gaza, anunciaron una “asociación” para la reconciliación entre las dos fracciones rivales y la realización de elecciones en mayo de 2012. Mientras tanto, el Gobierno israelí, que criticó este acuerdo entre ambas facciones, dice estar convencido de que, al menos en las actuales circunstancias, no hay salida al conflicto en el marco de un estado palestino territorialmente diferenciado. Fortalezas y debilidades Estructuralmente, Israel presenta fortalezas y debilidades. Su PBI aumentó a un promedio de 4,5% anual desde 1993. El ingreso por habitante creció un 3% anual en ese período. Alcanza ya el 60% del nivel de Estados Unidos y el 80% de los países de la Organización de Cooperación para el Desarrollo (OCDE). No obstante, el 20% de la población israelí está por debajo de los niveles de pobreza establecidos por el Banco Mundial. Ese porcentaje se concentra básicamente en la importante minoría de origen árabe, que representa el 22% de la población, en la que la pobreza supera el 50%, y también en la comunidad ultra ortodoxa judía (Haredim), que es el 8% de la población y en la que el índice supera el 60%. La sorpresiva irrupción del fenómeno de los “indignados” en las calles de Tel Aviv refleja que las desigualdades atentan contra la cohesión nacional que Israel considera una condición esencial para la supervivencia de un país cuya existencia misma está bajo un estado de amenaza permanente. Cualitativamente, la principal fortaleza israelí, que se despliega fuerza en el terreno militar, es el hecho de ser uno de los tres grandes centros mundiales de la industria de alta tecnología, con una enorme capacidad de innovación y de emprendimiento. Las empresas israelíes de alta tecnología son en cantidad las segundas del índice NASDAQ, después de las estadounidenses. Hay 145 firmas israelíes que cotizan en la bolsa de Wall Street. En Israel, esas compañías son más 3.000, aunque no hay ninguna comparable con el tamaño de los gigantes estadounidenses. Resurgimiento palestino La autoridad palestina, a través de la política de reformas implementada por el primer ministro Salam Fayyad, desarrolla una estrategia de construcción de instituciones y de consolidación de las estructuras gubernamentales que ocupa. Con esta nueva orientación, Cisjordania crece desde 2007 con una tasa del 8% anual, en el marco de un proceso de integración con la economía y la sociedad israelíes. Un componente fundamental en el cambio de la situación es la drástica caída del nivel de corrupción. Hay que sumarle la disminución de no menos del 40% los costos de transacción, como consecuencia de la disminución de las barreras israelíes. Este vigoroso crecimiento se refleja en el “boom” de las empresas de servicios y de la construcción. Está también acompañado por la aparición de una clase media emprendedora, que comienza a contar con crédito del sistema financiero local integrado con el israelí , de la Bolsa de Valores de Ramallah y de fondos de los países del Golfo (Qatar, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita). Fayyad está creando instituciones de gobierno (fiscales, de seguridad), dentro de una política de crecimiento económico de largo plazo, como parte de una estrategia destinada a abrir paso a un estado palestino. Sugestivamente, esa visión de Fayyad es similar a la de David Ben Gurión, fundador del Estado de Israel, en la etapa previa a la independencia israelí. Ben Gurión creó instituciones e impulsó el surgimiento de una economía autónoma de la colectividad judía, mientras acordaba o enfrentaba a la autoridad británica. En contraste a lo que sucede en Cisjordania, la administración de Gaza, en manos de Hamas, sumida en el aislamiento externo, no ha podido sino agravar los problemas de atraso estructural y de pobreza extrema de su población. De allí que la dirección de Hamas haya temido un coletazo de la “primavera árabe” en su propio territorio. Ese temor a un estallido social incentivó a Hamas a girar hacia una negociación con la ANP , cuyo debilitado prestigio político fue reforzado ante la opinión pública por el éxito que implicó el reconocimiento diplomático del estado palestino por las Naciones Unidas. Lucha por el hogar El pueblo palestino está constituido por unas siete millones de personas: 2.200.000 viven en Cisjordania y 1.400.000 en Gaza, 1.500.000 en Israel y el resto en el exilio en todo Medio Oriente, en especial en El Líbano, Jordania y los países del Golfo. En Cisjordania, controlada en un 40% de su superficie por la ANP (el resto está en manos de las fuerzas de Defensa israelíes), habitan 600.000 colonos israelíes judíos, que se niegan a abandonar sus hogares. Esa cerrada de los colonos judíos no es el único obstáculo a una solución negociada del conflicto. El 14 de mayo pasado, al cumplirse 63 años de la independencia de Israel, decenas de miles de exiliados palestinos se volcaron hacia sus fronteras, reclamando, no ya la recuperación de los límites existentes en 1967, sino de sus antiguos hogares, situados en territorio israelí antes de 1948. De todos modos, la dirigencia israelí no ignora dos datos fundamentales, uno demográfico y el otro geopolítico, que convergen para aconsejar la rápida búsqueda de un acuerdo de pacificación regional El hecho demográfico es que la tasa de natalidad de la población árabe residente en Israel aumenta a un ritmo mucho más rápido que la de la población judía. El dato geopolítico es que el agravamiento del conflicto con Irán implica el riesgo cierto de represalias del régimen de Teherán, ejecutadas a través de Hamas desde Gaza y de sus aliados de Hezbollah desde sus bases en el sur del Líbano. La historia demuestra que los conflictos no siempre se resuelven. A veces se trata de procesarlos a lo largo del tiempo. En esos casos, la sabiduría política reside en la capacidad para administrarlos, más que en intentar imponerles un punto final.
Pascual Albanese , 26/11/2011

 

 

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