El aumento de los salarios en China se transforma en un imperativo político

 


Terminó la época del trabajo abundante y barato. El sistema político se apresta a avanzar un escalón cualitativo en su apertura sociopolítica. Sabe que el poder no es el control de un territorio, sino la conducción de una tendencia histórica decisiva.
Después de dos semanas de huelga, los trabajadores de Honda –la fábrica japonesa de automotores en Guangdong (sur de China), la provincia de más rápido crecimiento del país, con un PBI que aumentó 19% en el primer trimestre del año– obtuvieron un aumento de 25% en sus salarios mensuales.

La vocera de los trabajadores (Li Xiaojuan/21 años) señaló: “Hay que mantener un alto grado de unidad y no permitir que los representantes del capital nos dividan. Las ganancias de esta fábrica son producto de nuestro esfuerzo; y no sólo luchamos por los intereses de nuestros 1.800 compañeros, sino también por los derechos de todos los trabajadores chinos”.

Los costos laborales representan para Honda 5%/6% del precio de venta de sus unidades, y la productividad de la empresa dobla el promedio nacional (9% anual). Las huelgas de Honda, y en general en toda China, ocurren por afuera de los sindicatos oficiales (Federación de Sindicatos de Toda China / ACFTU).

Atrás de los aumentos salariales hay un hecho demográfico central: terminó en China la era de provisión ilimitada de fuerza de trabajo barata. En los próximos 10 años caerá más de 30% el número de trabajadores de entre 18 y 29 años.

También disminuye drásticamente en 2009 y 2010 (40%) el número de trabajadores migrantes (campesinos en movimiento). Hoy el interior de China tiene empleos, electricidad, autopistas, ferrocarriles de alta velocidad y acceso generalizado a Internet. Por eso los migrantes prefieren permanecer allí.

Pero los trabajadores industriales no sólo logran mayores salarios a través de las huelgas; también obtienen más poder. El aumento de los salarios –públicos y privados– se transforma en un imperativo político.

El premier Wen Jiabao, segunda figura del régimen, señaló esta semana en Beijing, en una reunión de trabajadores migrantes: “Ustedes son el ejército principal de la fuerza de trabajo industrial de China. Las riquezas y los altos edificios de nuestras grandes ciudades son destilaciones de su duro trabajo y de su sudor (…) Su esfuerzo es una cosa gloriosa y debe ser respetado por toda la sociedad”.

El problema de los trabajadores migrantes no es salarial, sino político. Son 150 millones de campesinos que han abandonado sus hogares rurales y son ciudadanos de segunda categoría.

La visión del Partido Comunista de China (PCCh) es estratégica, no ideológica ni pragmática. Sabe –herencia de Mao– que el poder político no es el control de un territorio, sino la conducción de una tendencia histórica decisiva; y que si se la desconoce, o se la enfrenta, el precio ineluctable es la irrelevancia.

La crisis global aceleró en China el proceso histórico, como en el mundo entero. El sistema político, arrastrado por los acontecimientos, se apresta a avanzar un escalón cualitativo en su apertura sociopolítica y económica.

Como es usual a partir de las reformas lanzadas por Deng Xiaoping en 1978, son los actores sociales los que guían las decisiones del gobierno chino, que actúa sistemáticamente en forma experimental ante las nuevas situaciones históricas. Lo llamativo es que la conducción china no cree que los trabajadores industriales marquen la línea fundamental del nuevo proceso histórico.

Estima que los campesinos en movimiento –trabajadores migrantes– son los que adelantan una nueva etapa histórica en China, al exigir terminar con su estatus de ciudadanos de segunda categoría.

La Revolución china nació del reconocimiento estratégico de la primacía del campesinado por la conducción del Partido en 1935 (jefatura de Mao, reunión de Zunyi, 15-17/01/1935, en mitad de la Larga Marcha).

Lo que parece ocurrir hoy es que el PCCh, ante la crisis, y para mantener su condición de fuerza política dominante, vuelve a sus raíces, que son la fuente de su legitimidad y la razón de su supervivencia.
Jorge Castro , 24/06/2010

 

 

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