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El hiper-unilateralismo norteamericano. |
En su guerra abierta y declarada contra el terrorismo transnacional, el gobierno de George W. Bush ha desencadenado una ofensiva política internacional que tiene escasos antecedentes en toda la historia de Estados Unidos. |
El poderío económico, tecnológico, político y militar norteamericano, que carece en la actualidad de toda contrapartida en el mundo entero, está hoy firmemente orientado hacia el establecimiento de un nuevo sistema de seguridad global. En esa dirección, casi no reconoce restricciones diplomáticas.
Tras su victoria en Afganistán, la Casa Blanca estableció tres nuevas prioridades en su estrategia enderezada a erradicar los santuarios del terrorismo transnacional: Irak, Irán y Corea del Norte.
En cada uno de estos tres casos, hay objetivos específicos. En Irak, se trata de avanzar el camino iniciado en 1990 con la guerra del Golfo y continuar lisa y llanamente hasta el derrocamiento de Sadam Hussein.
En Irán, el propósito estadounidense es presionar fuertemente al actual gobierno de Jatamani, a fin de profundizar el camino de reformas internas y liquidar el todavía considerable poder político del clero chiíta.
En Corea del Norte, Washington procura obligar al régimen comunista nada menos que a aceptar su propia desaparición, a través de la rápida concreción de la reunificación política con Corea del Sur.
La determinación exhibida por Bush despertó quejas en Europa Occidental, especialmente en Alemania y Francia. Las objeciones están centradas en el hecho de que esta vez Estados Unidos habría revelado en los hechos que no está dispuesto a someter dichas iniciativas al previo consentimiento de sus aliados de la OTAN.
Esto no quita que Estados Unidos carezca en esta cruzada antiterrorista de importantes apoyaturas europeas. La nueva Gran Bretaña laborista de Tony Blair demuestra ser una aliada estratégica tan sólida como la vieja Inglaterra de Margaret Tatcher.
Pero el alineamiento automático de Londres ya no es un rasgo de la excentricidad británica. En Europa continental, la España de José Luis Aznar, actual presidente "pro-tempore" de la Unión Europea, y la Italia de Silvio Berlusconi, quien a mediados de año sucederá en ese sitio a Aznar, no cesan de proclamar su voluntad política de aunar esfuerzos con Washington.
Sin embargo, esas críticas europeas al unilateralismo norteamericano tienen su razón de ser. Efectivamente, la estrategia estadounidense tendiente a la eliminación de las redes terroristas transnacionales no presta demasiada atención a una articulación política y militar con los países de la alianza atlántica.
En este terreno, afloran nuevas alianzas. Bush acaba de concretar un exitoso viaje a Beijing, que marca un fortalecimiento de los vínculos políticos y económicos entre la administración republicana y el régimen comunista chino, ahora incorporado a la Organización Mundial de Comercio.
Al mismo tiempo, Estados Unidos privilegia un entendimiento con Rusia. El interlocutor predilecto de la Casa Blanca en materia de seguridad global es Putin, el artífice del renacimiento económico ruso.
Por una curiosa ironía de la historia, Putin tiende hoy una mano a Washington para avanzar hacia la consecución de su propio objetivo estratégico: la reinserción de la Rusia poscomunista como un actor legítimo de la política mundial. Históricamente, fue lo que hizo Alemania después de perder la segunda guerra mundial.
Los norteamericanos consideran que, en una guerra contra el terrorismo transnacional, es difícil encontrar un aliado más confiable y experimentado que Moscú. Más aún, si los blancos de la ofensiva en ciernes son Irak, Irán y Corea del Norte, tres antiguos "estados clientes" de la desaparecida Unión Soviética.
Una cosa es segura: más allá de las críticas estereotipadas a Bush, presentado como un rústico "vaquero tejano", resulta conveniente tomar en serio lo que dice. Porque detrás de sus palabras no hay sólo amenazas. Detrás de sus dichos, está la fortaleza política, económica, tecnológica y militar de los Estados Unidos, erigido en país-eje del actual sistema de poder internacional. |
Jorge Castro , 04/03/2002 |
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